martes, 15 de junio de 2021

SACAR "LA PIEDRA"

Por. John Montilla

“Cuando el río Mocoa era grande, yo era pequeño; ahora soy grande y el río se ha ido haciendo pequeño.”


Palabras de un paisano que encajan con la realidad. Ya que, hasta la que algún día fuera una inmensa piedra semejante a un gigantesco animal prehistórico, parece que se ha reducido con el paso del tiempo; tanto así que hay que salir a buscarla con ojos atentos para poderla encontrar y a pesar de que hoy en día queda a escasos metros de una vía nueva, no se la puede observar a simple vista, si uno no tiene idea donde era que quedaba el hermoso pozo que dio origen a su nombre: “La Piedra.”

Pues bien, con un grupo de amigos nos propusimos sacar “La Piedra” a la luz de nuevo, para que quienes alguna vez disfrutaron de este idílico lugar en el Río Mocoa puedan rememorar algo del ayer, y también para darle a conocer a las nuevas generaciones y al mundo que las cosas se van perdiendo y por tanto hay que luchar por conservar lo que aún nos queda.

Iniciamos la breve expedición charlando sobre lo que antaño vivimos en el río. El primer punto en el que nos detuvimos fue, en la que otrora fuera una quebrada de aguas claras y limpias, y en las que solíamos nadar de niños, de eso ya sólo quedan las memorias.

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En el sector donde desemboca la quebrada años atrás las señoras del barrio acostumbraban a lavar la ropa y sabían ponerla a secar extendiéndolas sobre las piedras, lo cual daba un despliegue de colorido que difícilmente se podrá volver a presenciar. Me pregunto cómo harían las doñas de antaño para no confundirse en ese mar de prendas que no les pertenecían, pues muchas de ellas lavaban ropa por encargo para ganarse unos pesos.

En el recorrido pasamos por lo que antes denominábamos como “Los Chiparos”, donde alguna vez hubo un buen pozo para nadar, de eso ya no queda nada tampoco. Uno de mis amigos apunta que los árboles que se ven ahora “son los nietos de aquellos verdes gigantes del ayer.” Los padres sucumbieron en una tremenda crecida del río hace ya varios años.

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Un poco más arriba, encontramos un deteriorado árbol que quizás ya haya pasado más de medio siglo de existencia, es de los pocos que sobreviven de aquella época feliz del río. Y unos pasos más allá tomando como punto de referencia un viejo camino señalamos otro lugar donde alguna vez existió un pozo llamado “El Remolino”, luego mis acompañantes hablan de otro pozo que se conoció como “Las Gafas”, debido a una piedra que tenía esa forma; de eso tampoco ya no hay nada para ver, los matorrales y el olvido lo cubren todo.

Y luego por fin llegamos al lugar esperado. “La Piedra”, El peso de la nostalgia le cae encima a uno, ya no hay nada. Lo que otrora fuera un gigante, parece que se hubiera encogido. Y de lo que alguna vez fue un pozo profundo y ancho tan sólo queda la maleza y una turbia agua encharcada que rodea el lugar.  Plantas acuáticas proliferan a su alrededor, y de lo que fue el curso del río tan sólo son piedras y diversa vegetación que ha invadido el agreste suelo.  Del resto nada tan sólo recuerdos.

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Mis amigos refieren como ese pozo en sus momentos de grandeza le dio cabida a tanta gente a la vez y muchos se atrevían a arrojarse en clavado desde lo alto de la piedra pues la profundidad permitía ese tipo de maniobras. Aquí se quebró la nariz - tal persona dice uno de mis amigos- el día que un conocido cometió una imprudencia, o tal persona le pasó esto. Nunca supimos de alguien que se hubiera ahogado allí.

Como en aquellos tiempos la corriente de agua había socavado gran parte de las bases de “La Piedra” los más osados se atrevían a nadar debajo de ella, esos intrépidos se sumergían en un lado e iban a aparecer en el otro. Pero también hubo aquellos que la tomaron para otro tipo de juegos, recuerdo a unos amigos que se inventaron el juego de tirarse en clavados desde lo alto de la piedra de la manera más vertical posible con el objetivo de que el agua les sacara la pantaloneta para quedar en calzoncillos. Inolvidable fue la vez que uno de ellos salió sin nada y no pudo recuperar sus prendas porque el agua se las arrastró mientras estaba sumergido y luego para llegar a casa tuvo que irse nadando aguas abajo hasta llegar cerca al barrio y de ahí pedir ayuda para que le presten ropa para poder salir.

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Varias personas refieren con cierta picardía que “La Piedra” se prestó para los romances de agua y potreros y que muchas parejas usaran el lomo de la “bestia descomunal dormida” para entregarse a los goces del amor que el idílico lugar permitía.  Si “La Piedra” hablara podría mencionar “a sus hijos de los días felices”. Por fortuna en aquellos tiempos no existían tantas cámaras y los encuentros indiscretos que se cuentan por docenas, quedaron sólo en la mente de algunos testigos que a veces los recuerdan entre risas en algunos ratos de jolgorio.  Por supuesto no vamos a dar ningún nombre aquí de aquellos que le sacaron todo el jugo a “La Piedra” y los otros parajes. Esas cosas quedan, así como está “La Piedra” ahora: enterradas en el pasado y la arena.

Un lejano día, que nadie recuerda “La Piedra” se cansó de su propio peso y cayó con la ayuda del agua sobre el socavón que tenía debajo. La arena del río siguió haciendo la suyo para cubrirla otro tanto; luego cuando el cauce del río Mocoa fue desviado, y los últimos peces fueron sacados de todos los recovecos del río, la maleza se apoderó del lugar y el pozo desapareció para siempre. Pero la milenaria piedra, quizás con melancolía apenas se asoma para que quienes la conocimos en sus tiempos dorados podamos saludarla. No tengas pena, amiga “Piedra”, nosotros hemos venido a sacarte de las arenas del olvido para que el mundo te conozca.

 

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John Montilla. Texto y fotografías 3, 4,8,9. 

Jesús García . Fotografías 5,6,7.

Imagen portada. Tomada de Facebook. (Desconocemos el autor)

Imagen 2 : Tomada de internet. 

jmontideas.blogspot.com

15-VI-2021

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