miércoles, 20 de octubre de 2021

GABRIELA

Por. John Montilla

“Escucho su nombre y me invade una emoción.” Areta Franklin

                                                               ***


En una sesión de psicología en la Fundación Operación Sonrisa en Bogotá, nos pidieron a los padres que dijéramos el porqué habíamos escogido el nombre para nuestros hijos. Cada uno fue contando una historia familiar o particular con respecto a ese acto de selección de esas palabras especiales que acompañaran la familia el resto de nuestras vidas.   

Cuando nos tocó el turno a nosotros; conté que siempre había querido un nombre que se relacionara con un personaje que tuviera que ver con el mundo de la literatura, y como admirador y seguidor de Gabriel García Márquez, eso lo tenía decidido de antemano. Además, el hecho de que nuestro nobel hubiera fallecido un par de meses atrás se convirtió en una razón adicional que le daba más peso a nuestra palabra seleccionada, pero también nos hacía falta otro vocablo para complementar el nombre y en ese aún no nos habíamos puesto de acuerdo. Pero con lo que no contábamos era que nuestra bebita fuera a nacer con la condición de labio y paladar hendido que a futuro le acarrearía ciertas dificultades para el aprendizaje y correcta pronunciación de nuestra lengua materna.  


Por eso cuando asumimos y aceptamos con entereza el reto que la vida nos había dado, descartamos un nombre que tantas veces habíamos discutido. Además, mi experiencia como profesor de idiomas me llevó a concluir que nuestra hija iba a necesitar un nombre corto, de fácil pronunciación y que hiciera juego sonoro con el que ya teníamos seleccionado: “Gabriela” que, entre otras, no es una palabra que sea fácil de pronunciar, ni escribir para los niños.

Entonces les narré a los padres que me escuchaban atentos las peripecias que hice en la búsqueda de ese otro nombre; mientras Gabriela recién nacida y su mamá estaban aún en uno de los hospitales de la ciudad de Pasto. Les conté que salí a la calle a buscar una sala de internet y me puse a revisar páginas y páginas de fonética y fonología del español. Les dije que hice un buen paquete de información, lo imprimí y regresé con eso al hospital y allí me puse a matar el tedio que da en esas aburridas salas de espera estudiando de manera concienzuda y con toda tranquilidad esa gramática que detestaba en mis tiempos de estudiante de colegio y que luego me vi obligado a estudiar en la universidad. Nunca antes le había hallado tanto interés en mi vida a ese tema como esa vez que rodeado de enfermos, enfermeras, médicos, quejosos, y gente preocupada buscaba afanosamente una palabra que tuviera las letras que se le acomodaran al futuro de mi niña. El tiempo apremiaba porque se acercaba la hora en que tenía que registrar a mi hija como una ciudadana más nacida en nuestro país.

 


Les conté que mientras la gente se aburria soberanamente en esa angustiosa espera de las salas de los hospitales, yo me pasé largas horas ensimismado en un estudio de la fonología de nuestra lengua y una a una fui descartando palabras, que pensaba no me servían. Recordé que las letras y sus sonidos tienen su modo y punto de articulación, y que pueden ser sonoras y sordas… y que patatín, que patatán. Descarté uno que otro nombre basado en la información que iba sacando: Laura me parecía bonito, pero luego hallaba que para pronunciar la letra “L” la lengua debe situarse en el centro superior de la cavidad bucal y que provoca la salida del aire por los laterales y además encontré que la “R” que tiene ese nombre era muy difícil de pronunciar porque es una letra muy vibrante. Por conclusiones de este estilo descarté Sofía ya que la “F” es labiodental y con ella el labio inferior toma contacto con los incisivos superiores y además la “S” no favorecía mucho, puesto que es una letra fricativa alveolar sorda. Y así de esta forma eliminé palabras como Sara, Isabella, Isabel, Juliana y otras de la lista de nombres que tenía a mano.  Lamentaba al concluir que no podía usar esas bellas palabras porque a todas les encontraba un pero, y también lamentaba estar sólo en el hospital a esa hora con un montón de papeles en la mano sin que nadie me ayudara a dilucidar mi dilema.



Pues bien, al final de tanto darles vuelta a muchos nombres llegué a la conclusión que necesariamente nuestra hija tendría que luchar un poco más que los otros niños para aprender el idioma español. Por eso decidí tomar la palabra “Ana”, como complemento de su nombre, a pesar de lo difícil que me parecía la consonante “N”, pero ese nombre parecía reunir los criterios que me había formulado y además tenía un pequeño e importante detalle agregado; en los nombres de sus abuelas aparece de una u otra manera esta palabra y por tanto la nombramos: Ana Gabriela.

   


                                    

Adenda.

Gracias al trabajo profesional de fonoaudiología de la doctora Fabiola Maya, de los profesionales de Operación Sonrisa, y el apoyo de la familia en casa, Gabriela ha logrado superar muchos obstáculos con el lenguaje, aunque queda mucho camino por recorrer en este largo proceso médico, ella ya puede leer y escribir, y también tiene mucha motivación por aprender inglés. Ese recorrido ya lo inició.

 


John Montilla: Texto y fotografías.

Capítulo de “La sonrisa de Gabriela”

2014.

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martes, 12 de octubre de 2021

"CHICO" PERDIDO

Por. John Montilla

“En ninguna parte hay tantas cosas como en el salón de billar.”

Gabriel García Márquez : “En este pueblo no hay ladrones”.

                                                                  ***

El propietario del billar se rascaba la barriga de manera descuidada, mientras le echaba una miraba de rutina al salón que a esa hora contaba con apenas una media docena de clientes. Después de una larga temporada de haber estado cerrado el local por culpa de la pandemia; el negocio de manera lenta intentaba recobrarse, mientras las deudas seguían su curso sin detenerse y este era uno de los tantos motivos por los que el dueño no tenía cara festiva esa noche.

Uno de los asiduos clientes del local, experto en el juego del taco y las bolas, tampoco estaba de buen humor: al no encontrar a quien “marranear” había optado por sentarse en un rincón junto con un compinche; desde allí miraban también con cierto fastidio a la sala mientras esperaban que algún ingenuo les cayera en las redes del juego de hacerse los pendejos para luego pelarlo. Pero la docena de botellas vacías era un indicador de que la espera iba para largo.

En la única mesa ocupada a esa hora, se disputaba una partida equilibrada y monótona entre una pareja dispareja: un tipo pequeño contra otro muy grande; David contra Goliat jugando billar pool; el juego estaba desnivelado en estatura, pero nivelado por lo bajo, pero a ellos el reto los tenía entretenidos desde hacía más de dos horas.  Aunque la suerte se había inclinado desde el principio a favor del pequeño; su contrincante ya tenía en su haber seis derrotas seguidas contra una sola victoria, y una cuenta pendiente por pagar de una botella de aguardiente y por los menos unas quince cervezas, pero él seguía tacando esperando que la suerte se pusiera de su lado. Un amigo de ellos aburrido del juego estaba concentrado en su celular mientras de manera mecánica se tomaba otra cerveza a nombre de los jugadores.


El único mesero del lugar, un tipo “caracortada”, el menos indicado para ser la cara amable que atendía a los clientes, cantaba casi con rencor la canción que en ese momento se escuchaba en el ambiente, mientras acomodaba unos tacos en sus estantes. Las paredes del local estaban adornadas con unos ya semi desteñidos afiches de unos perros jugando billar y cartas. El letrero del nombre del local, casi a punto de caerse ocupaba el centro de la sala: “Billares El Diluvio”; en el equipo sonaba un tango: “El mundo fue y será una porquería…” Y fue entonces cuando entró el ladrón con pistola en mano, gritando y apuntando a todos lados.

- ¡No se muevan hps o disparo!

Todos en el billar se quedaron expectantes y sorprendidos. El delincuente pasó directo a la caja, que estaba más vacía que su cerebro. Al dueño se le cayó un chorro de babas, no del susto sino de la perplejidad, y le paso los tres pesos y el celular que tenía a mano. El dueño entre la furia y el temor del arma que le apuntaba intentó rezongar, pero otro insulto lo mandó a callar. Luego el asaltante pasó directo a la mesa de los jugadores. Goliat se quedó rígido con el taco agarrado y clavado en el piso. David no tenía su honda sino dos bolas en las manos, mientras el del celular que estaba embobado en la pantalla pareció despertar cuando de un manotazo se lo arrebataban, justo en el momento en que el aparato se puso a timbrar. Quizás una llamada del infierno, porque esto hizo que el ladronzuelo bajara la guardia y por eso no alcanzó a mirar la botella que venía volando y que le dio de lleno en la cabeza; sangre y cerveza se mezclaron. El ladronzuelo no vio estrellas, sino nubes negras, muchas nubes negras y lo que se vino luego no fue una lluvia sino un verdadero diluvio hecho de furia y de golpes que cayeron sin compasión.

El dueño descargó su frustración que llevaba guardada por meses; el tahúr que había sido muy preciso lanzando la botella, sintió que nunca antes había tenido a merced un rival tan fácil para derrotar; Goliat creyó que le había llegado el turno de hacer la jugada de la noche y jamás había usado el taco con tanta destreza; mientras David que había derrotado ya a un gigante le entraba sin compasión al que ya se hallaba tendido en el piso; el del celular también sintió que la sangre lo llamaba a participar, y por supuesto el mesero mostraba ahora su mejor sonrisa siniestra de “caracortada” para atender al  recién llegado.

Nunca antes en ese billar los tacos le habían dado con tanta precisión a las bolas. La suerte estaba echada. Desde que empezó se sabía que ese “chico” estaba perdido.

John Montilla Texto y  fotografías 1 y 3.

Imagen 2 tomada de internet.

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12-X-2021

martes, 20 de julio de 2021

LA PERRA DE LA DESGRACIA

 Por. John Montilla

“Una perra escuálida, arrastrando las tetas sobre el pavimento, se caga en la mitad de la plaza. La espantan por no dejar. El animal no se inmuta. Está en lo que está; mira al público sin miedo y sigue cagando. La gente, toda la gente, detalla lo que es ya un suceso: alguien tendrá que pisar ese bollo, fresco, hediondo, resbaloso. Sube el telón. Se espera con picardía al paciente que se cagará el zapato, para soltar la carcajada general.” (Alfredo Molano Bravo)


                                                           ***

La Independencia es un barrio popular en Mocoa, cuyos orígenes tienen que ver con una reubicación de familias, luego de que estas tuvieron que abandonar sus antiguas viviendas debido a una inundación ocurrida hace ya casi medio siglo.En tiempos remotos se lo conocía de manera despectiva como “Patolandia”, pero con el paso de los años el remoquete se ha ido quedando guardado en los baúles del pasado y aquellos que usaban dicho sobrenombre,  crecieron, se fueron, lo olvidaron o ya fallecieron. De niño asociaba ese nombre con los personajes de Disney de la televisión y que leía en revistas. Nunca me disgustó escucharlo; era sonoro, musicalmente más agradable que el rimbombante nombre oficial: “La Independencia”; confieso que me gustaba más la palabra “Patolandia”, la razón de este apodo, es un tema que no voy a tocar ahora, porque creo se merece un capítulo especial aparte.

Pero en ese antiguo “Patolandia” no vivía el Tío Rico de las historietas, al contrario, en el Barrio La independencia, desde tiempos inmemoriables sus habitantes se ha caracterizado por ser gente humilde y por supuesto trabajadora. Sus primeros habitantes fueron obreros, campesinos, trabajadores de la construcción, carretilleros, vendedores, conductores, músicos, artesanos, en fin, gente que se la ganaba de manera honrada con el sudor de su frente; muchos con raíces nariñenses; la gran mayoría con un grado de escolaridad mínima; sus descendientes fueron quienes dieron el siguiente paso para tratar de conseguir una mejor calidad de vida. En la actualidad muchos hijos de estos fundadores del barrio son grandes emprendedores o profesionales en diversas áreas del conocimiento.


Pero años atrás, la vida diaria era la del rebusque, y de eso es posible que derive la semilla de su gris destino, cuando apareció “la perra de la desgracia”. Alguien me refiere, que la cosa comenzó cuando una doña a quien apodaban “la chucera”, quizás la primera que se vio en el pueblo vendiendo en un pequeño asador portátil, elaborado con hierros y una antigua caja de galletas de metal, los famosos chuzos- brochetas los llaman los chefs de alta cocina- que no son otra cosa que pedazos de carne asada, ensartados en un palo con un pequeño pedazo de papa en el extremo. Me atrevo a afirmar que esos palitos en aquel entonces los elaboraban a punta de machete con retazos de guadua que de seguro iban a recoger de las obras en construcción. Hoy se consiguen con facilidad en paquetes en los supermercados.

Pues bien, parece ser que a “doña chucera” las cosas no se le daban como querían o el negocio no le daba abasto para amamantar a sus cachorros, y  de alguna manera había que sacar la leche de las tetas secas de la perra de la miseria, y fue entonces, según mi fuente, que se vio como en su casa se comenzó a ver gente extraña  deslizándose de manera furtiva, y que de repente la chimenea de su rancho, no daba abasto para expulsar el humo que vaciaban sus  visitantes, que poco a poco se fueron volviendo más visibles, y como ya no alcanzaban en su casa tuvieron que ir a hacer humos a las orillas de los ríos.


Como de la sucia “perra de la desgracia” se estaba sacando la leche para darle de comer a los escuálidos retoños de “la chucera”- Entonces la buena gente del barrio que se estaba creando, cometió el más grande error de su historia: “Pobrecitos, dejémoslos, miren que no tienen trabajo, y con varios hijos por mantener.” Y con ese “pobrecitos” de dejarlos quietos, no reunirse, denunciarlos a las autoridades, pedirles que dejen su naciente actividad ilegal o exigirles que abandonen el lugar; el barrio quedó marcado para siempre con los grandes colmillos de la bestia del vicio y por ende el infortunio de muchos. En algún momento perdido del pasado, la semilla de la adicción a las drogas se desperdigó por el pueblo, germinó y sus raíces se quedaron aferradas al entorno. Fue inevitable que cayera la cosecha de frutos podridos cuya pestilencia manchó para siempre el nombre del barrio, que quedó atrapado en la maraña de los más grises rumores y señalamientos.

Bajo la temible mordida de “la perra de la desgracia”, con el paso de los años han caído varios inocentes, vidas perdidas, sombras en el camino del infierno, de los cuales de algunos tan sólo quedan los alias, pues hasta el nombre se les quedó en el viaje cuesta abajo: “el chimbe”, “el sapo”, “el narcio”, “el invisible”, “tía tirsa”, “el burro de plata”, “el martillo”, “el pollo”, “la chica de rojo”, “el pirata”  y una larga lista que la memoria y el espacio aquí no permiten registrar. 


A este barrio estigmatizado y que ha llevado esa carga por tantos años, tuvo también que sufrir la devastación de la avalancha ocurrida en el pueblo, y a pesar de los estragos del desastre se mantiene en pie. Es paradójico, pero la noche de la tragedia, algunos de las personas mordidas por “la perra de la desgracia”, fueron quienes alertaron a los habitantes cercanos a la ribera del Río Sangoyaco, que corrieran porque la muerte venía en el agua; pues ellos son parte de las sombras que deambulan a diario en sus orillas. Datos no oficiales, refieren   que apenas un par de ellos falleció esa noche. Dicen que a los borrachos los cuida el diablo, quizás también aplica para los caídos en el vicio.  La gente no deja de sorprenderse como ninguno de ellos ha sucumbido contra el covid-19. Debe ser porque a su manera se protegen: Cierta vez vi a un indigente que recogió un tapabocas del piso, lo sacudió un poco entre sus sucias ropas, luego se lo puso y se marchó muy orondo barrio abajo.


Pues bien, a pesar de todas estas adversidades, el Barrio La Independencia sigue en pie, y como un ave Fénix, trata de levantarse por encima de las cenizas quemadas por aquellas almas perdidas en el vicio, así como de las aguas lodosas que lo anegaron. Y Milagrosamente cuando después de la avalancha no se daba un peso por él, pareció resurgir y de un momento a otro en el lapso de tres o cuatro años, tomó un auge más próspero y se instalaron varios locales comerciales. Ferreterías, tiendas agrícolas y de abarrotes, restaurantes, venta de comidas rápidas, peluquerías, tiendas de artesanías, diversos talleres y otros servicios. Tanto así que la empresa de energía, ya mandó a cambiar las facturas residenciales por facturas comerciales. No le dan tiempo a la gente de levantarse siquiera y ya viene el sacudón para que se les caigan las monedas de los bolsillos.


Parte de ese pequeño apogeo comercial se debe a que su calle central se convirtió en una vía necesaria para el flujo del tránsito de la ciudad de Mocoa, y la construcción de la nueva vía perimetral ayudó mucho en ello. Lo malo es que el pavimento que se construyó a mano y pala de los habitantes del barrio nunca se hizo pensando en el tráfico pesado y sus calles y casas ya están sintiendo las consecuencias. ¿A quién tocará pasarle la factura de estos costos?


Y pensar que en sus inicios era un sitio cerrado con una sola entrada, rodeado por Los Río Mocoa y Sangoyaco y por unas hermosas lomas que hoy ya no existen, y las cuales fueron en su momento las cumbres cercanas donde los niños de entonces subían a elevar cometas y a observar los techos de las casas vecinas. Por la única vía de acceso de esos tiempos; un lejano y fatal día de la historia de Mocoa, llegaron por primera de un momento a otros varios carros al barrio. Fue la vez que el grupo insurgente del M-19 se tomó el pueblo y la gente buscando huir del epicentro del problema fue a parar allí. Quizás ese día se dieron cuenta que no había otra salida y sus dueños no tuvieron más opción que esperar a que termine la refriega, mientras los vecinos les daban agua y tinto para calmarles los nervios. Y Luego un aciago día para quienes amaban las lomas, entraron las maquinas, la derribaron, nivelaron el terreno, abrieron otra vía y de allí surgió el Barrio Rumipamba y la piscina de la Villa Olímpica. Nunca más se pudo volver a mirar al barrio desde las alturas, su destino parecía estar condenado a ser visto por lo bajo; pero no son sus habitantes de siempre los que han caído en el agujero sin salida, el estigma adquirido a lo largo de los años se debe en su mayoría a todas aquellas “sombras perdidas” llegadas de otros lugares que han llegado a pasear e instalar sus miserias por sus calles.



Pues bien, en una de las calles de este estigmatizado barrio apareció no hace mucho uno perra flaca, cuyos pellejos se juntaban con los huesos de sus costillas, con unas tetas tan secas que tal vez ni exprimiéndolas todas juntas lograría juntarse una gota de leche. Una postal andante de la miseria; una sombra decadente de la existencia; un monumento a la desdicha; era la viva representación de “La perra de la desgracia”. Este fantasma de cueros sarnosos se acercó hacía mí que le tengo cierto recelo a los perros, y por tanto iba a hacerle el quite y seguir de largo; cuando de pronto, este desventurado animal me quedó mirando con unos ojos tan suplicantes y lastimeros que pude leer perfectamente que me estaba pidiendo comida. Creo que nunca antes había leído un mensaje tan claro en una mirada. Su gesto fue tan diciente –que por un momento rompí mi temor por los perros- Y le hice un gesto de espera con la mano -como si me comprendiera- Luego entré a la tienda más cercana y por primera vez en mi vida compré comida para perros. Salí con una bolsa y el animal ansioso me esperaba. Le puse unos cuantos granos en el piso y se los comió en un santiamén- Llegué a temer que se me comiera los dedos de la mano- Ese pobre animal estaba vivo de puro milagro. Seguí sirviéndole comida de manera gradual – he leído que a los náufragos después de rescatarlos les dosifican los primeros bocados después de ser rescatados- pero el hueco del hambre de este animal no parecía tener fondo. Al final le puse una buena porción y una ración de agua y entré un momento a mi casa, al poco rato salí y el animal ya se había ido. Tan sólo le falto comerse los platos en que le había servido.

Luego me quede pensando en quienes serían sus dueños, y por qué la tendrían en esas precarias condiciones. Quizás ese sufrido animal, con los últimos alientos de vida había tomado la resolución de soltarse de sus ataduras y conseguir su libertad. Y entonces no pude evitar asociarla con la suerte del barrio y concluí que este, en algún momento también tiene que deshacerse de las cadenas de “la perra de la desgracia”, romper el florero del estigma, pegar un grito rebelde, liberarse y de una vez por todas, encontrar el día para hacerle honor al nombre:
“La Independencia”.  


John Montilla: Texto y fotografías 1,4,5,7,8,9.

Víctor Hugo “El chape”: Fotografía 3.

Fotografías 2 y 6 tomadas de internet. 

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(20 -Julio -2021)

martes, 15 de junio de 2021

SACAR "LA PIEDRA"

Por. John Montilla

“Cuando el río Mocoa era grande, yo era pequeño; ahora soy grande y el río se ha ido haciendo pequeño.”


Palabras de un paisano que encajan con la realidad. Ya que, hasta la que algún día fuera una inmensa piedra semejante a un gigantesco animal prehistórico, parece que se ha reducido con el paso del tiempo; tanto así que hay que salir a buscarla con ojos atentos para poderla encontrar y a pesar de que hoy en día queda a escasos metros de una vía nueva, no se la puede observar a simple vista, si uno no tiene idea donde era que quedaba el hermoso pozo que dio origen a su nombre: “La Piedra.”

Pues bien, con un grupo de amigos nos propusimos sacar “La Piedra” a la luz de nuevo, para que quienes alguna vez disfrutaron de este idílico lugar en el Río Mocoa puedan rememorar algo del ayer, y también para darle a conocer a las nuevas generaciones y al mundo que las cosas se van perdiendo y por tanto hay que luchar por conservar lo que aún nos queda.

Iniciamos la breve expedición charlando sobre lo que antaño vivimos en el río. El primer punto en el que nos detuvimos fue, en la que otrora fuera una quebrada de aguas claras y limpias, y en las que solíamos nadar de niños, de eso ya sólo quedan las memorias.

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En el sector donde desemboca la quebrada años atrás las señoras del barrio acostumbraban a lavar la ropa y sabían ponerla a secar extendiéndolas sobre las piedras, lo cual daba un despliegue de colorido que difícilmente se podrá volver a presenciar. Me pregunto cómo harían las doñas de antaño para no confundirse en ese mar de prendas que no les pertenecían, pues muchas de ellas lavaban ropa por encargo para ganarse unos pesos.

En el recorrido pasamos por lo que antes denominábamos como “Los Chiparos”, donde alguna vez hubo un buen pozo para nadar, de eso ya no queda nada tampoco. Uno de mis amigos apunta que los árboles que se ven ahora “son los nietos de aquellos verdes gigantes del ayer.” Los padres sucumbieron en una tremenda crecida del río hace ya varios años.

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Un poco más arriba, encontramos un deteriorado árbol que quizás ya haya pasado más de medio siglo de existencia, es de los pocos que sobreviven de aquella época feliz del río. Y unos pasos más allá tomando como punto de referencia un viejo camino señalamos otro lugar donde alguna vez existió un pozo llamado “El Remolino”, luego mis acompañantes hablan de otro pozo que se conoció como “Las Gafas”, debido a una piedra que tenía esa forma; de eso tampoco ya no hay nada para ver, los matorrales y el olvido lo cubren todo.

Y luego por fin llegamos al lugar esperado. “La Piedra”, El peso de la nostalgia le cae encima a uno, ya no hay nada. Lo que otrora fuera un gigante, parece que se hubiera encogido. Y de lo que alguna vez fue un pozo profundo y ancho tan sólo queda la maleza y una turbia agua encharcada que rodea el lugar.  Plantas acuáticas proliferan a su alrededor, y de lo que fue el curso del río tan sólo son piedras y diversa vegetación que ha invadido el agreste suelo.  Del resto nada tan sólo recuerdos.

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Mis amigos refieren como ese pozo en sus momentos de grandeza le dio cabida a tanta gente a la vez y muchos se atrevían a arrojarse en clavado desde lo alto de la piedra pues la profundidad permitía ese tipo de maniobras. Aquí se quebró la nariz - tal persona dice uno de mis amigos- el día que un conocido cometió una imprudencia, o tal persona le pasó esto. Nunca supimos de alguien que se hubiera ahogado allí.

Como en aquellos tiempos la corriente de agua había socavado gran parte de las bases de “La Piedra” los más osados se atrevían a nadar debajo de ella, esos intrépidos se sumergían en un lado e iban a aparecer en el otro. Pero también hubo aquellos que la tomaron para otro tipo de juegos, recuerdo a unos amigos que se inventaron el juego de tirarse en clavados desde lo alto de la piedra de la manera más vertical posible con el objetivo de que el agua les sacara la pantaloneta para quedar en calzoncillos. Inolvidable fue la vez que uno de ellos salió sin nada y no pudo recuperar sus prendas porque el agua se las arrastró mientras estaba sumergido y luego para llegar a casa tuvo que irse nadando aguas abajo hasta llegar cerca al barrio y de ahí pedir ayuda para que le presten ropa para poder salir.

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Varias personas refieren con cierta picardía que “La Piedra” se prestó para los romances de agua y potreros y que muchas parejas usaran el lomo de la “bestia descomunal dormida” para entregarse a los goces del amor que el idílico lugar permitía.  Si “La Piedra” hablara podría mencionar “a sus hijos de los días felices”. Por fortuna en aquellos tiempos no existían tantas cámaras y los encuentros indiscretos que se cuentan por docenas, quedaron sólo en la mente de algunos testigos que a veces los recuerdan entre risas en algunos ratos de jolgorio.  Por supuesto no vamos a dar ningún nombre aquí de aquellos que le sacaron todo el jugo a “La Piedra” y los otros parajes. Esas cosas quedan, así como está “La Piedra” ahora: enterradas en el pasado y la arena.

Un lejano día, que nadie recuerda “La Piedra” se cansó de su propio peso y cayó con la ayuda del agua sobre el socavón que tenía debajo. La arena del río siguió haciendo la suyo para cubrirla otro tanto; luego cuando el cauce del río Mocoa fue desviado, y los últimos peces fueron sacados de todos los recovecos del río, la maleza se apoderó del lugar y el pozo desapareció para siempre. Pero la milenaria piedra, quizás con melancolía apenas se asoma para que quienes la conocimos en sus tiempos dorados podamos saludarla. No tengas pena, amiga “Piedra”, nosotros hemos venido a sacarte de las arenas del olvido para que el mundo te conozca.

 

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John Montilla. Texto y fotografías 3, 4,8,9. 

Jesús García . Fotografías 5,6,7.

Imagen portada. Tomada de Facebook. (Desconocemos el autor)

Imagen 2 : Tomada de internet. 

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15-VI-2021

martes, 1 de junio de 2021

AGUANTA PRIMERA LÍNEA

 Por. John Montilla

Dibujo: Nerieth Idrobo

Que vivan los manifestantes

que en la protesta ponen el pecho

son héroes que no se arrugan

reclamando los derechos.


Contra la injusticia que golpea

En la lucha van al frente.

Aguanta, aguanta Primera Línea

Que detrás viene tu gente

 

Que vivan los manifestantes

Que al pueblo sirven de escudo

Con decisión y coraje dicen

Venga hermano que yo te ayudo.

 


Los empujan notas marciales

de pitos y cacerolas

aguanta, aguanta Primera Línea

sin temor antes las pistolas

 

Que vivan los manifestantes

Que no buscan gloria ni fama

Tan sólo quieren justicia

Y los abrazos de su mama.

 

Y hacia la victoria marchan

armados de gritos y de canciones

aguanta, aguanta Primera Línea

bien amarrados los pantalones

 

Que vivan los manifestantes

Que sus libros han cerrado

Para reclamarle en la calle

A aquel que les ha fallado

 

Son trabajadores e intelectuales,

desempleados, madres y artistas

aguanta, aguanta Primera línea

todos están en mi lista.



Que vivan los manifestantes

Que en la calle están luchando

pueblo sin miedo a los golpes

Si el hambre en casa lo está matando.

 

El apoyo que esperabas

Ya no se encuentra muy lejos

aguanta, aguanta Primera Línea

suma la fuerza de tus viejos.

 

Que vivan los manifestantes

Que en la refriega están adelante

Ya no son de frágil cristal

Sino de puro diamante

 

Contra la injusticia que golpea

En la lucha van al frente

Aguanta, aguanta Primera Línea

Que detrás viene tu gente

 

Aguanta, aguanta Primera Línea

Que detrás viene tu gente.

                                                          ***

Adenda: El texto se escribió siguiendo la tonada de la cantautora argentina Mercedes Sosa en la canción “Me gustan los estudiantes”. 



 

John Montilla: Texto

Imagen de portada: Dibujo de Nerieth Idrobo. (Facebook)

Imágenes restantes tomadas de Facebook e internet.

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1-VI-2021  

 

sábado, 15 de mayo de 2021

ME RECORDARON ESTAS FRASES

Por. John Montilla

"Todos los días son días de enseñar, y de aprender, también." Anónimo.  

De algunos de mis exalumnos tengo una pequeña colección de frases que me han dejado de recuerdo antes de irse del colegio. Ellos dicen que soy exagerado en algunas de mis expresiones y les contesto, que quizás eso se deba a la lectura de la obra de García Márquez, soy un gran admirador de nuestro Nobel y las hipérboles me han servido mucho para hacer mi trabajo.

Estas frases si se sacan de contexto pueden sonar un poco presuntuosas o egocentristas, pero son sólo eso; frases que en su momento tuvieron su razón de ser y yo como coleccionista de ellas, voy a aprovechar la ocasión para compartir mi regalo de frases que he ido soltando en mis clases a lo largo de estos años de mi trabajo docente. Lamento no tener los datos de todos aquellos que me las recordaron son frutos de las semillas que he ido regando en mis clases.

                                                                      ***

1.“Primera vez que me equivoco en mi vida.”  

 Pero, profe, eso mismo dijo ayer, después de que cometió un error.

“Bueno, entonces primera vez que me equivoco hoy.”

2. “Soy como un dios y en clase no cometo errores.”

3.Mi profesor de inglés dijo:  “Yo tengo ojos en toda parte y puedo ver todo, cuando él me agarró copiando en un examen.”

4.Un día el profe de inglés le dijo a un estudiante que estaba mal sentado con las piernas atravesadas por donde él iba caminando en el salón.

“Tenga cuidado, siéntese bien, que yo piso más duro que un caballo, el último que pisé ya va para tres meses usando muletas.”

5.Mi profe de ingles dice yo nunca me equivoco mientras lee la lista de estudiantes de otro curso.

Miguel

6. “No tengo agua en casa, pero me bañé, soy un mago.”

7. “No se lamente que vivir enojado es feo.”  Daniela.

8. “Muchachos, permítanme decirles tres cosas:  (Cantando)

La primera que tú no eres salsera…

La segunda tus trucos no no me asustan

La tercera nunca me hagas esas cosas

No, esto no es de lo que quiero hablarles.

9. Hoy la agarré. No con las manos en la masa, sino con los dedos en la masa. (mientras una chica le sacaba los mocos a otra)

 


10. “Tu nunca sabes, cuando puedes necesitar el inglés.”

11. “Quien no conozca esta palabra “…” no merece graduarse.”

Steven

12. “Uno tiene que estar donde es feliz, con está lluvia se hubiera quedado durmiendo en casa.”

13.El profe de ingles dice que el tanque de agua del colegio está tan sucio que incluso, puede tener dentro hasta un caballo muerto.  ¡No tomen agua del grifo !

14.“Si quieren pueden presentar el trabajo mañana o el año entrante.”

Valeria

15. “¿Ramirez sigue con sus arbolitos? “    Ramirez.

16. “Ojo , hay una pregunta que tiene una cascarita, no se vayan a resbalar allí.”

17. “Me gusta la palabra caballo, porque creo que suena bonito.”

18. “Menos un punto por respirar.”

19. “A algunos les voy a bajar puntos por sospecha.”

20. “Con sólo verle los ojos sé que tiene el celular en la mano.”

21. “En sus ojos puedo leer los mensajes que está leyendo en el celular.”

22. “Saque las manos de debajo de la mesa o le disparo un 1.0.”

23. “Si amenaza con matarse, dile que en tu casa tienes una pistola.”

24. “Domingo en Facebook, Hoy no me pregunten nada. No tendrán ninguna respuesta.”

25. “Menos cinco décimas para el próximo examen.”

Diego

26. “No pidan ayuda al espíritu santo, porque él no está donde yo estoy.”

27. “Siempre voy un paso adelante de ustedes.”

28. “Se me olvidó que te olvidé, a mi que nada se me olvida.”

29. “Las mejores historias son las que uno vive.”

30. “En clase nunca pierdo, siempre gano.”

31. “No le tengas miedo al diablo, enfréntalo.”

32. “Que va a extrañar el colegio si ni siquiera venía clases.”

33. “No se lleven únicamente el diploma, lleven también el conocimiento.”

34. “La vida es corta; se feliz.”

Gracias a todos mis estudiantes que me dejaron estos recuerdos

John Montilla: Recopilación e imágenes

jmontideas.blogspot.com

15- mayo-2021