domingo, 19 de abril de 2020

SANTO REMEDIO

Por. John Montilla 
“Cuando se sugieren muchos remedios para un solo mal, quiere decir que no se puede curar.”  Antón Chéjov
“Come hierba, millones de vacas no pueden equivocarse.” Escribió el gran  Walt Whitman en su célebre obra  “Hojas de hierba”, quizás sería por eso, que otro grande como Pink Floyd quiso inmortalizar a la vaca y le dedicó una portada de uno de sus discos. Alguna vez le escuché decir a alguien que de esta manera el hombre le rendía pleitesía por los viajes sicodélicos que se daba gracias a lo que crecía en los restos que  dejaba el rumiante con toda la hierba que se comía.

Siguiendo con el tema vacuno, muchos sabemos que en la India a la vaca se la tiene como un animal sagrado, y por estos días viendo noticias en diarios extranjeros, leí que en ciertas poblaciones de ese país, algunas personas están tomando orines de vaca como remedio para prevenir el coronavirus, por  supuesto la ciencia médica no avala este tipo de procedimientos, pero  quien le quita a la gente las creencias, máxime cuando no hay la contra para la peste. Algunos incluso consideran medicinales hasta la misma boñiga. Me pregunto como será el proceso de recolección, el consumo se hace bebiendo unos buenos tragos.

Alguna vez escuché, que con el popo de vaca seco se puede hacer un zumo o brebaje , no recuerdo si para bajar una fiebre intensa o mermar el brote severo de la varicela. Vaya uno a saber si es cierto. Aunque, creo que después de que este bien hervido  y si es milagroso como dicen, bien podría pasar por el gaznate.  

¿Quién dijo asco ? En mi familia hay una frase que he escuchado por años cuando los niños no quieren tomar una medicina: “Los remedios se toman, no por ser ricos, sino por ser  remedios."  Aunque con el tema de la boñiga hay que tener un estomago bien duro para digerir esas cosas y no escupirlas. Vale recordar que la vaca tiene cuatro estómagos , engulle todo el día y luego se echa a rumiar para que cuando necesites un hervido con sus restos te quede mejor que el que viene en las bolsitas de aromáticas. Tal parece ser esa la solución desesperada que están buscando en algunas zonas deprimidas de la India. Como quien dice con el culo de las vacas intentan plantarle cara al coronavirus.

Parece que en la India pretenden arreglar las cosas bajándola con tragos amargos, tan amargos como la situación que están sufriendo unos colombianos varados en ese lejano país.  Los agarró la cuarentena mundial allá y no han podido encontrar la fórmula para salir. Un desesperado compatriota narraba las peripecias que tuvo que hacer para librarse de una garrotera por parte de la policía y civiles, todo por tratar de conseguir una botella de agua. Angustiado narraba que estaba sobreviviendo con agua y galletas. A sol de hoy ignoro, si le le hallaron remedio a su complicada situación en el país de las vacas sagradas.

Prefiero referirme a cosas más amables como la fórmula de leche de una yegua  negra contra la tosferina en los niños. Suena hasta poético, dicen que es un secreto que funciona.  

Estos días he escuchado y leído sobre varias curas milagrosas contra el enemigo invisible que nos acecha. Alguien díscolo propuso hasta buscar un pelo en la biblia, para que con él se prepare una especie de agua aromática santificada, lo cual bien  podría calificarse como una “cura de burro” tanto por lo estrambótica como por lo absurda.

Pero la mayoría le apunta al uso de la medicina tradicional y sus plantas. He visto como en el Ecuador cargaban montañas de eucalipto en un intento desesperado por enfrentar la pandemia mediante infusiones e inhalaciones calientes de dicha planta, y a nivel local he leído a algunos que mandan a tomar limonadas y agua de la planta del limoncillo, unos que esta planta, otros que aquella planta, pero la mejor receta que he leído y que la dio una amiga es esta: 

“La mejor planta para prevenir el Covid-19, es:
 Planta tu culo en  casa y no salgas.”
 Como quien dice he aquí un santo remedio.



John Montilla (  19-IV-2020)
Imágenes tomadas de Internet

lunes, 6 de abril de 2020

LA CASA NO ES LA MISMA DESDE LA CUARENTENA


Por. John Montilla
“Sólo por su luz la casa es humana. Ve como un hombre. Es un ojo abierto a la noche.” Gastón Bachelard


La casa no es la misma desde la cuarentena
Las paredes se han llenado de ruidos y silencios cotidianos.
El sofá ha envejecido varios años en pocos días.
La puerta de entrada se inclina ociosa,
y de reojo ve que la nevera presta su puerta luminosa
para que por ahí se escape el tedio de cada día.
El televisor se ha mudado al cuarto,
pero ahora duerme menos, su rostro luce cansado.
La cama está un poco molesta porque la miran con fastidio.
La vieja hamaca se ríe disimuladamente,
nunca había estado tan bien consentida.
Las llantas de los vehículos se han prestado
para que la arañas anclen los extremos de sus redes.
La vieja sombrilla abandonada en su percha
se muere de sed,
extraña la lluvia.
Parece un gran murciélago embalsamado.

Las gafas oscuras están pálidas,
extrañan la luz del sol.
Y se maquillan con el polvo de la nostalgia.
El sombrero está muerto,
ha perdido su cabeza.
Algunas medias se han escabullido por algunos de sus agujeros.
A sus compañeras solitarias las cobija la nostalgia.
El ropero parece un sarcófago antiguo,
cerrado herméticamente,
anhela ser encontrado por un explorador de tesoros ocultos.
Los abrigos tienen frío,
evocan un cálido abrazo.

El computador está extenuado,
alarga la cara pidiendo un respiro.
El celular se ha quedado asfixiado,
tiene mucha presión de manos y dedos ansiosos,
que lo usan como pies para salir a caminar el mundo.


Sólo los libros están alegres,
lucen felices,
están radiantes,
el polvo ha volado de sus cubiertas.
Manos amigas los acarician.
Los lápices de colores han saltado alegres de sus cajas.
Los olvidados pinceles,
que eran plantas inertes en los estuches,
han vuelto a florecer con la humedad de nuevas pinturas.
Las fichas de dómino están de carnaval,
sus puntos bailan de gozo,
arman coreografías en mesas familiares.
Los dados están quedando redondos
de tanto dar volteretas en los tableros.
La efímera felicidad estalla en frágiles burbujas,
las mismas que extinguen al resignado jabón
que lamenta su suerte.

En la oscuridad de la noche,
los zapatos aplastados por el tedio
promueven una silenciosa revolución,
planean escaparse a la calle
llevándose consigo a sus dueños.  


John Montilla. Texto. (6-IV-2020)
Imágenes tomadas de internet. Pixabay.
jmontideas.blogspot.com

jueves, 2 de abril de 2020

MEMORIAS DEL CINE SCALA

Por. John Montilla

“El cine es un espejo pintado.” Ettore Scola 


No sé si cada uno de ustedes recuerda la primera película que vio en su vida, pero yo si tengo el recuerdo muy claro. Como podría olvidar algo que me impactó. Nos llevaron de la escuela en grupo, debió ser un mes de mayo, porque la película llevaba por título “Así era mi madre”, no recuerdo nada de la trama, pero sí el nombre. La tecnología me ha ayudado a encontrarla, creía que era una producción mexicana, pero me encuentro que es española; o mejor dicho una coproducción entre los dos países del año 1961, y también he logrado conseguir una sinopsis:

“Lucy trabaja como profesora de música en un colegio y tiene un niño muy especial que canta como los ángeles. Al volver a las clases tras las vacaciones de verano, se entera de que Joselito, el alumno, no volverá porque su padre ha fallecido hace poco. A Lucy le afecta mucho esta noticia y decide ir a ver cómo está. La situación que se encuentra es trágica. Joselito vive en la ruina y absolutamente solo. Lucy decide acogerle en su casa y cuidarle como si fuese su propio hijo, aquél que perdió hace muchos años.”

Lo cual promete ser un buen argumento sentimental y con mucha música, pues está interpretada por Libertad La Marque y el mismo Joselito. Habría que verla con los ojos de hoy para poder un juicio sobre ella. Ese es mi primer recuerdo como cinéfilo.

Pero la segunda película que vi en mi vida marcó para siempre mi forma de ver la las cosas, llevaba por título: “Hércules” y me metió de golpe en el mundo de la mitología griega. Amé desde un principio esa carga de héroes, monstruos y cosas míticas.  De niño, más que aterrorizarme por ser la primera vez que miraba en pantalla gigante a un dragón de tres cabezas, casi que lamenté cuando Hércules se las cortó. Con esa película descubrí la magia de la fantasía. Eso ayudó mucho en mi temprana afición por los libros de aventuras. Debe ser por eso mismo que le encuentro tanto gusto al contemplar carrozas de fantasía en carnaval, por supuesto que muchas veces he ´participado en la creación de varias de ellas.  Esa película me dejó encandilado, fue la misma sensación que tuve al salir de la oscura sala de cine al sol de aquella mágica y remota mañana.

Anuncio tomado de la Revista Cultural KAIPI, del año 1976.

De las películas que seguí viendo, no puedo dar razón. Pero si puedo anotar algunas cosas más del lugar al que íbamos los habitantes de Mocoa a ver películas se llamaba Cine Scala, propiedad de la familia Dávila, muy conocidos en nuestra localidad. El teatro era un sitio al que uno entraba subiendo unos cinco o seis pequeños escalones, y se daba de frente con una alargada sala, provista de dos largas filas de bancas de madera. organizadas en sendas hileras, separadas por un angosto pasillo. El salón tenía un desnivel que permitía que el espectador de frente no le tape la vista al de atrás, el resto se componía de unas altas y desnudas paredes grises y nada más. Al frente, cerca de donde daba la proyección de la imagen y a mano izquierda quedaban unos estrechos baños. No podía faltar a veces aquel que en mitad de la película se atravesara para ir a hacer sus necesidades, lo cual solía despertar el murmullo de desaprobación de los espectadores. Y de vez en cuando algo pasaba con la proyección y esta se apagaba, lo cual generaba el disgusto de la audiencia que hacían sonar golpes en las bancas, chiflidos, palabras de grueso calibre y el repetido estribillo de “la cortaron, la cortaron”, como si hubiese sido fácil mochar una película.

El salón de proyección quedaba justo en la parte alta de la entrada. Lograr que los dueños le permitieran ver la película junto a los proyectores, era un privilegio de pocos. Era algo así como el palco de honor. Pero, algunos se daban las mañas para ver cine por todo lo alto: Son famosas las historias de aquellos que se “colaban al teatro” subiéndose por la parte alta de las casas vecinas   para ver las películas sentados en el tejado, para lo cual tenían que abrir de manera disimulada una alta ventana que había a mano izquierda de la sala. 

Voy a hacer una mención especial a su portón de hierro, ya que, a través de él, uno de niño agarrado de las varillas, podía mirar y leer los grandes y llamativos carteles de las películas que se estaban presentando, pero se miraba con más emoción aquellos que tenían encima un gran letrero con letras rojas que decía: “Próximo estreno”.
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Para muchos era una forma de pasatiempo asomarse al portón a contemplar los carteles de promoción. En mi memoria tengo, el inolvidable cartel de “El último dinosaurio”, la fantasía siempre fue mi favorita, también eran famosos los clásicos carteles de Bruce Lee. Los incontables de películas mexicanas. Los impactantes de las películas de terror, confieso que jamás entré a ver una de esas. Y con el motivo de la pandemia, recuerdo a uno escalofriante que llevaba por título: “Virus”, siempre me impresionó la imagen, lo cual dio origen a estas líneas de evocación en esta cuarentena.

También cabe anotar, aquellas memorables filas que se hacían cuando se iba a estrenar una película muy famosa o bien promocionada, no se podía ni soñar a la “premier” con la cantidad de que gente que se aglomeraba, se atropellaba y se abría paso, casi que a codazo limpio para poder acceder a una minúscula taquilla. Para tratar de paliar en algo eso, los dueños mandaron a instalar unos tubos de hierro, para que la gente llegue ordenada por los menos a la taquilla a comprar su tiquete de entrada. Nunca dejo de sorprenderme la desbordada cantidad de gente que solía aglutinarse en tiempos de semana santa para ver las mismas historias de siempre, era casi que una tradición más de esas fechas. Para mí mas que un goce, me parecían una penitencia. Debo decir, que jamás ingresé a una función de 
esas.

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Mención especial merece un famoso portero que era sordomudo, llamado Jaime; con él, el único discurso válido era tener la boleta de entrada. No había de otra, durante muchos años estuvo en esa labor hasta que el teatro cerró sus puertas. Un amigo me dice que: “Cuando el teatro se acabó, Jaime trabajó en la empresa de aseo en la recolección de basura. Según dice la gente, él se chuzó con una jeringa, se descuidó, se le infectó la herida y que parece ser que esa fue la causa de su muerte.” Nadie tiene la certeza de como terminó la película de la vida de ese personaje.

De lo que si se tiene certeza es cual fue la razón principal que acabó con la existencia del Cine Scala, un lugar de antaño que nos sirvió de punto de entretenimiento y diversión en la Mocoa del ayer: Cuando la tecnología fue introduciéndose en la región, de manera paulatina fue cerrando el portón hasta que el candado se aseguró y la llave que abría la fantasía en la pantalla gigante se perdió para siempre.

John Montilla. Texto.
Imágenes: 2 y 3 tomadas de internet.
Jmontideas.blogspot.com