sábado, 28 de diciembre de 2019

Cuando la risa es “pasajera”

Por. John Montilla

“La raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa.”  N.N

EL MALETÍN

Hace varios años viajábamos con un grupo de compañeros de colegio a una actividad que teníamos planeada para recoger fondos para nuestro curso. De repente en un tramo de la vía que va de Mocoa a Puerto Caicedo nos topamos con un reten militar y nos hicieron bajar a todos para una requisa de rutina. En aquellos tiempos este tipo de cosas era cosa frecuente, por aquello del orden público debido a la presencia de los grupos insurgentes.

El caso es que nos requisaron a todos, e igualmente nos pidieron nuestros documentos de identificación,  así como también nos interrogaron sobre nuestra procedencia y actividades; hasta ahí todo normal, pero la cosa se complicó un poco cuando a uno de los militares superiores le pareció sospechoso el maletín de una de nuestras compañeras: Este tenía prácticamente el mismo color y diseño de los que tenían los soldados que allí estaban, y entonces empezó el interrogatorio a la dueña, y esta no se amilanó y de una saltó al ruedo a defender su pertenencia, por algo le decíamos “la paisa” y una cosa que no le faltaba era carácter, así que en el tira y afloje que se armó demostró el porqué la habíamos escogido como nuestra líder.  

El teniente le dijo que le iba a decomisar el maletín porque era de uso exclusivo de las fuerzas militares, y “la paisa” le reviró que ella lo había comprado en un almacén, que ese no era problema de ella, que esas cosas se podían comprar en cualquier parte. El caso es que el militar se puso muy serio, y le dijo a nuestra compañera que ya estaba levantando la voz: “que el maletín se quedaba y que si ella no se calmaba también se iba a quedar.”  Viendo el caso ya perdido, nosotros decidimos tratar de convencer a nuestra compañera que dejarles el objeto de la discordia era lo más conveniente y que mejor nos marcháramos pronto de allí.

Entonces de algún lugar apareció una caja de cartón y “la paisa” llorando de rabia procedió a acomodar sus pertenencias, algunas de nuestras compañeras se pusieron a ayudarle en la tarea de ir sacando los talcos, potes de crema, shampoo , maquillaje, calzones, y el resto de ropa; algunos de los soldados disimuladamente se reían del drama de nuestra compañera, mientras el mandamás se mantenía inflexible en su puesto viendo como poco a poco el maletín iba quedando vació, cuando de pronto ocurrió lo inimaginado por ninguno:

Sin saber de dónde, apareció en la mano de “la paisa” una tijera, y de un súbito corte rasgó el maletín prácticamente en dos al tiempo que decía: “Ni para Dios, ni para el diablo.” y siguió dando tijeretazos hasta que convirtió al maletín en una piltrafa, lo dejó tirado en el piso, terminó de acomodar sus cosas en la caja, y muy digna y furiosa se subió al bus. El militar se quedó imperturbable en su sitio, mientras que los soldados, luchaban por disimular su risa y sorpresa.

Ya de nuevo viajando en el bus, todos nos reíamos a carcajadas de la jugada, “la paisa” no podía evitar reír y llorar al mismo tiempo.  
                                                               ***

El COSTAL DEL CAMPESINO

Cierta vez en el reten de la policía que hay junto al aeropuerto en Villagarzón al bus en que viajábamos le tocó detenerse para una requisa de rutina. A todos nos requisaron los equipajes de mano, y luego procedieron a revisar las bodegas. En esas estaban, cuando en la bodega de la parte trasera apareció un costal con un resto de ramas y otras cosas un tanto sospechosas.

Inmediatamente, un agente de policía comenzó a preguntar:
¿Quién es el dueño del costal?

Entonces de entre el montón de pasajeros surgió un humilde campesino, con sombrero y botas de trabajo y le dijo:

“Eso es mío señor, son unas cositas que traigo de la finca para ir a vender al mercado.”  

El policía siguió preguntándole, porque quería asegurarse de lo que llevaba el señor.  El campesino, con voz pausada y con toda calma le dijo que eran unas hierbas y remedios del campo, y unos pocos productos de la finca, y le pidió que por favor no vaya a meter las manos en el costal.

Pero al policía le pareció sospechosa la petición del campesino. e hizo caso omiso y metió las manos en el costal, para al instante pegar un grito y retirarla de un sacudón. Mientras el campesino, con toda la tranquilidad del mundo le decía:

“Yo le dije, que no metiera la mano señor agente, ahí también llevo unas matas de ortiga.”

El policía se retiro azarado y con su mano enronchada por la urticaria corrió a buscar agua para refrescarla. Mientras que algunos de los pasajeros no pudieron evitar reírse de su mala fortuna
                                                               ***
LA MALETA PESADA
En otra ocasión en el mismo reten que hay junto al aeropuerto en Villagarzón, también nos tocó detenernos para otra requisa de rutina.

Cada uno pasaba su equipaje por el puesto de requisa, y un agente se ofreció a ayudar a levantar la pesada maleta de una compañera que viajaba con nosotros. Al policía le pareció un tanto sospechoso el peso de la maleta, y procedió a revisarla con cuidado y se llevó su sorpresa cuando descubrió que contenía dos pesadas piedras envueltas entre la ropa; el hombre levanto la cabeza para decirle algo a la propietaria, pero uno de mis compañeros de manera rápida, le hizo un gesto para que se quedara callado y le dijo en voz baja que era una broma. Que se las habían metido allí cuando estaban esperando el transporte y ella la había encargado un momento para ir a traer algo que había olvidado. El policía dibujo una sonrisa cómplice en su rostro, la cerró y procedió a devolverle la pesada maleta a su dueña. 

Dicen que las benditas piedras llegaron hasta la ciudad de Pasto. Quizá la dueña aún las tenga de recuerdo.

John Montilla. Texto y fotomontajes. Imágenes tomadas de internet
28- XII- 2019
jmontideas.blogspot.com

lunes, 23 de diciembre de 2019

Mi viejo juguete

Por. John Montilla


“Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.” 
                                                                                                 G.K. Chesterton
                                                                                               

Fotografía. John Montilla

Conservó entre mis tesoros personales, algunos elementos de mi niñez, entre ellos un cuaderno de grado primero, un álbum de comics, y uno que otro objeto diverso, cada uno posee su propia historia, pero hoy me voy referir de manera breve a mi viejo álbum de comics. Me imagino que para los coleccionistas debe tener algún valor monetario, yo nunca lo he visto por ese lado, jamás lo vendería.

Por ahora, les quedo debiendo la historia que tengo del álbum, le tengo reservado un capítulo aparte. Únicamente me atrevo a adelantar que lo tengo hace varios años, y que el contenido y las imágenes son geniales. Y por supuesto estas son cosas que ya no se volverán a ver nunca más.

Mi viejo álbum, me sirve hoy como pretexto para preguntar si alguno de ustedes guarda en su casa algún elemento o juguete que los conecte con sus recuerdos de antaño. Nada más interesante que conocer las historias de aquellos preciados objetos personales. Voy a compartir unas tres historias sobre algunos tesoros del ayer que alguna vez me contaron:




                                                                 ***
MI MUÑECO

Mi objeto viejo es un juguete que me regalaron mis padres cuando tenía unos cinco años. Recuerdo que siempre jugaba y bañaba ese juguete al que le coloqué el nombre de “Banco Caja Social”, ya que era un juguete de plástico en forma de niño pequeño, pero a la vez con cuerpo de grande, era gordo y bien presentado con pantalón azul y camisa blanca, chaleco rojo y corbata.

MI muñeco me gustaba mucho porque en la cabeza tenía una abertura y era por allí por donde yo sacaba monedas para comprar dulces.  Obviamente las monedas que había allí eran las que depositaban mis padres y en los descuidos de ellos, yo aprovechaba para tomar dinero sin permiso.

Aún conservo ese muñeco, ya que cada vez que lo veo recuerdo muchas cosas de mi infancia que me traen gran alegría.   

(Nelly Cristina M.) 2015
Foto. Kienyke.com


MI FALDA DE BACHILLERATO

La falda para mi es un objeto preciado. La mantengo colgada en mi ropero como si aún la usara, porque cada vez que abro mi closet y la veo me llena de recuerdos muy bonitos que viví durante mi época de estudio de bachillerato en mi colegio, que en aquellas tiempos era únicamente de modalidad femenina, el cual era regido por monjas franciscanas, y a pesar de que la relación escolar era únicamente entre mujeres, pasábamos momentos muy divertidos que siempre viven en mi mente como si los hubiera vivido ayer.

Algunas veces mi madre intentó regalar mi falda, pero yo siempre me oponía, la recuperaba y la regresaba a su puesto correcto, es decir, estar entre mis cosas preferidas.

(Sandra Lorena T.) 2015.

Fotografía. Anny Acosta

LA  CHAQUETA  AZUL

Mi tío fue un hombre alegre y extrovertido, casi obsesionado por la felicidad, su estatura promedio era de 1.65 metros. Tenía ojos color miel, cabello negro. Viví con él poco tiempo. Un día mi tío se fue a la ciudad de Cali y me trajo una hermosa chaqueta azul, ese fue el primer regalo que él me dio. Yo estaba tan alegre que recuerdo tanto que casi me la ponía todos los días, no me la quería sacar, solía estar sucia y mi mamá me sabía regañar porque no quería sacármela, y que era un lío para lavarla porque yo lloraba mucho, y si la colgaban bajo, yo la agarraba sin importar que estuviera húmeda y así me la quería poner. Quería estar con ella todo el tiempo, así hiciera calor y cuando se descocía por tanto uso mi madre tenía que cosérmela; esto lo hizo varias veces.

Ahora, pienso que más que la chaqueta lo que me gustaba era la tela suavecita y fresca, aún puedo saborear ese recuerdo. Tristemente mi tío tuvo que partir a una nueva dimensión un 23 de diciembre. Recuerdo tanto el cariño por mi tío, que cuando me enteré de la triste noticia creo que me desmayé, dicen que mi familia tuvo que darme calmantes para que pudiera dormir. Mi madre al verme en tal mal estado no me quiso llevar al entierro porque era muy pequeña y me enfermaría. Lloré mucho. Entonces, me puse mi chaqueta azul como tres días seguidos y luego me la quitaron y la lavaron. Desde entonces la guardé. Aún conservo mi vieja chaqueta azul.

(Sandra Lizeth R.) 2015
Fotomontaje J.M . Imágenes tomadas de internet.

John Montilla. Recopilación y fotografías.
2019
jmontideas.blogspot.com



domingo, 8 de diciembre de 2019

El salto de la rana


Por. John Montilla
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Una vez la artista terminó de pintar su cuadro, el locutor que estaba animando el evento cultural la felicitó por su trabajo, ya que dijo que había sido testigo de cómo ella había trabajado toda esa tarde para terminarlo a tiempo. Él le pasó el micrófono para que se expresé y entonces ella hizo una breve historia de la pintura y por último pidió a los asistentes que le ayuden a darle un título. Como le puse cuidado a sus palabras, pensé que era una tarea fácil, así que me acerqué donde ella y se lo dije. A ella pareció encantarle mi propuesta y con una cordial sonrisa aseguró: “Me gusta, le voy a poner ese nombre.”

La tarde dominical había sido una agradable mezcla de arte, música y cultura en un parque infantil. Algunos artistas habían llevado a exponer algunas obras ya elaboradas y otros habían hecho una exhibición de sus cualidades pintando para el público presente; también a los niños y jóvenes curiosos se le había abierto el espacio para que plasmen sus ideas con las pinturas y los colores. Entre quienes estaban pintando en vivo, estaba la chica que estaba pincelando el sencillo dibujo de una colorida rana sobre un tronco. Pues bien, cuando ella terminó su cuadro, nos contó a los presentes la razón para haber hecho ese trabajo.

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Dijo, que esa idea, no era de ella, que era una idea de su padre, contó que hace años su papá había pintado ese mismo dibujo pero en un tamaño menor en un viejo poncho, pero que con el paso del tiempo, la figura ya estaba un poco descolorida, entonces, ella había tomado una foto de esa imagen, y como homenaje a su padre había decidido volverla a pintar. Y como se sentía satisfecha de haber logrado su propósito, había decidido invitar al público a ser partícipes de su trabajo, al pedir que le ayudemos a ponerle un título; y es aquí donde yo entro en juego.

Cuando ella, soltó el micrófono, varios nos aproximamos para tomarle algunas fotos. Y apenas tuve el chance le dije, como esa rana pasó del poncho de su papá a su lienzo, entonces ese cuadro se podría titular “el salto de la rana”. A ella le encantó mi idea.

3. Pintura original 

4.Nueva versión.


Adenda. Gracias a la artista por haberme enviado la foto de la rana pintada por su padre. 

5. Gabriela, mi hija pintando una estrella roja. 

               

6.Cuadro autor Oscar Sanda, y en la imagen John Montilla autor del relato.


John Montilla. Texto y fotografías 1, 4, 5 y 6.  
Mao Fajardo, fotografía 2. 
Artista: Fotografía 3. 
(8-XII- 2019)
jmontideas.blogspot.com