viernes, 7 de abril de 2023

DIME KARINE

Por. John Montilla

In Memorian:

“Si pudiera escribir como usted, quisiera contar esta historia.” (Karine Medina)

                                           

Y como ya no estás amiga para contarla, entonces lo haré yo mismo, tus palabras más que autorizarlo, me lo piden.

“Nos conocimos” el día que de manera cordial escribí una crítica en sus redes sociales, porque ella había publicado la foto de un paciente en una silla de una sala de odontología; ella era auxiliar. Creo haberle dicho algo así como que no estaba siendo discreta con la intimidad del paciente, que a muchas personas no les gustaría que les tomen y les publiquen una foto en esas circunstancias. No recuerdo bien cuál era el propósito de la publicación.

Ella no me respondió de forma tranquila, más bien diría yo, que salió con piedras en la mano a defender su fotografía. Recuerdo que dijo que le habían pedido al paciente que les autorice hacerlo y que él había estado de acuerdo y agregó otro tipo de cosas. Yo le rebatí su posición y nos agarramos en una discusión escrita, debajo de la publicación; nadie más intervino. Argumento iba y venía en tono firme pero cordial. Luego para no seguir el debate de manera pública decidimos seguir el tira y afloje en el chat privado. Al final, no estoy seguro de quien le dio la razón a quien. Fue una “pelea noble”.  Lo único cierto es que, a partir de ese día, seguimos compartiendo información, luego nos agregamos como contactos y de así creció una linda amistad virtual que duro varios años.

Ella un día la describió así:

“Extraña amistad, pero muy bonita.” “Le he contado a algunas personas.” “Les parece raro, pero dicen que son cosas que en la vida pueden pasar.” “Somos del mismo lugar, nunca nos hemos visto pero si hablamos por redes con mucha confianza.”

 Por cuestiones de trabajo se fue para Guatemala, y desde allá me contaba de sus ratos de nostalgia: 

“Tengo un par de negocios”, “Pero, me hace falta la tierrita.” Me decía que extrañaba mucho la cultura y sobre todo extrañaba la comida.

 Cierta vez le pedí que me contara de cosas típicas de allá que le gustaban y me menciono tres: Caldo de frijoles tradicional, hilachas de carne al estilo guatemalteco y una comida rápida a la que llamó “shuco”, cuando le pregunté que era eso me respondió:

“Es como un perro caliente, pero le ponen de todo.”

Cuando le puse este reto: “Shuco o tacacho”, me dio una hermosa respuesta:

“¡Tacacho!

“No lo dudo.”

“Y con plátanos del Putumayo.”

“Toda una vida.”

J.M 

Me decía que siempre leía mis publicaciones

 “Yo leo lo que sube.” Y yo le seguía sobre su vida en el exterior: trabajaba, conoció a alguien, se casó, la vida le sonreía, pero sus problemas de salud eran el principal obstáculo de su tranquilidad. A pesar de eso no perdía su carisma y talante positivo: “He estado viviendo en el hospital.”  En cierta ocasión regresó Colombia y estuvo en nuestro pueblo, pero no me enteré y por supuesto no pude verla ni conocerla. Sus problemas de salud y el tiempo no lo permitieron:

“Hasta paré en el hospital de Mocoa.” “No tuve tiempo ni para visitar a toda mi familia.”

 En la última conversación que tuvimos me pidió que le ayudara con palabras:

 “Tengo un grupo de Facebook de mujeres; antes era de ventas; pero ahora que yo lo administro quiero cambiar el propósito del grupo. quiero que sea para chismear, consejos, un espacio de desahogo, para subirnos el ánimo y cosas como esas.”

 “No sé qué nombre ponerle... tengo una palabra en mi cabeza, pero no logro darle forma.”

 Quedamos en retomar la charla ese día a media tarde, pero nunca lo hicimos.  Me escribió unos días después y me dejó de manera premonitoria sus últimas palabras:

 “Hola

Regresando desde el más allá.

Casi muero.

Pero aquí estoy de regreso.”

Pero, ya no regresó más al chat, me enteré de su fallecimiento dos días después de que había sucedido. No puedo describir la sensación tan extraña de vacío y nostalgia que me dio al enterarme de la noticia.  Estaba frente a la pantalla del computador buscando un cuento para leerle a mi hija. Entonces decidí contarle esta historia. Al terminar; la frase que mi hija expresó resumía mis sentimientos.

“Yo también tengo ganas de llorar.”

 Karine me dijo un día: “Yo le tengo mucha admiración y espero poder un día conocerlo.”

 Un día de carnaval del seis de enero de hace unos años, estuvimos a menos de 50 pasos de distancia, pero no pudimos conocernos. Lo supimos después de pasado el evento y cuando ella estaba de regreso en Guatemala y cuando hablamos de donde habíamos estado ese día.

 Alguna vez le escribí: “Me hubiera gustado poderle decir, aunque sea “hola”… pero en persona.”

 Eso ya no será posible; tampoco podré decirle el nombre que había pensado para su grupo, por eso decidí ponerlo de título para esta historia que me pidió que contara.

Descansa en paz amiga Karine Medina.

 


***

John Montilla (6-IV-2023)

Relatos de mis memorias.

Fotografía: Tomada del perfil de Facebook de Karine Medina. 

Historias en:  jmontideas.blogspot.com

  

domingo, 2 de abril de 2023

OTRA VICTIMA

Por. John Montilla


La otra víctima de la tragedia de Mocoa, es el río.  Lo digo en singular, pero refiero a todas esas aguas que por años han bañado a nuestro pueblo. Ahora le llaman monstruo, pero es una víctima más. Durante tiempos inmemoriables ha nacido en el verde lecho de los bosques bajo el cobijo de nubes grises y echado a correr cual niño alegre hacía abajo. Un infante que se aleja de las faldas de su madre la montaña. Una madre que no le corta su cordón umbilical, sino que lo estira en la lejanía hasta el encuentro con los mares.

Nosotros usurpamos su territorio, lo arrinconamos con muros, ladrillos, maderos y cuanto material se pueda. Él se recoge cual animal herido, pero no muerto, y de repente da un coletazo vital y para nuestra desgracia se llena de energía y recobra la memoria de su cauce y nos enseña que no es un simple juguete elástico que se estira y se encoje, sino que es una gran y bella serpiente azul durmiendo y que con las grandes lluvias que se escurren de las esponjas de los bosques, se nutre, se crece, se retuerce y se enfurece. Y entonces arrasa cuanto encuentre a su paso. Vuelve a recorrer sus terrenos ancestrales, pero ese recorrido otrora lleno de árboles está lleno de cemento, ladrillos, latas, tejados, paredes, armarios, mesas, sillas, neveras, cachivaches, ropa, juguetes y lamentablemente también muchas personas.  

El terrible recuerdo de las memorias de sus pasos antiguos, nos deja lágrimas, destrozos, huérfanos, dolor y tristeza.  Y entonces todos los dedos acusadores apuntan hacia él, como la gran bestia que hay que domar; y entonces lo queremos atrapar en jaulas de hierro y cemento. Monstruos metálicos amarillos y ruidosos se envían a su lecho. Hieren con palas mecánicas su estropeado cuerpo, se le extirpan su rocas, arena, piedras y barreras naturales, en un vano intento por moldear en líneas antinaturales su sinuoso cuerpo.

Fotografía: Mao Fajardo


Pretenden enjaularlo en un guacal hecho con alambres, piedras y cemento. Pero el se resiste, de cuando en cuando; se retuerce, y desajusta las trampas.  Es como un dinosaurio despierto en una jaula construida con palillos; un King Kong atado con cadenas de papel que se despierta de su letargo inducido con pócimas caras e inútiles. Un Godzilla acorralado con meras promesas y encandilado con pajaritos pintados en el aire. Pero no es un monstruo como aquellos, es una víctima más que reclama su espacio, una víctima más que reclama los árboles de cachimbo, chíparo y tantos otros ya perdidos; una víctima más que reclama esos frutos exóticos de antaño: churimbas, pomarosas y guayabas que solían encontrarse en sus orillas. Una víctima más que ya no volvió a tener peces. Una víctima más que reclama garzas, martines pescadores, renacuajos y caracoles.

Ese río no es un monstruo, es un ser indefenso, es como un milenario anciano que se está volviendo niño. Un viejo que vuelve sobre sus pasos. Un “Benjamín Button” decreciendo, pero que se resiste a desaparecer. Y por eso a ratos vuelve a crecer y entonces se baña el rostro con aguas turbias. Un ser de otros tiempos que lava con sus aguas su propio lecho e intenta quitarse de encima los pañales que le hemos llenado de inmundicia en décadas de indiferencia y abandono.  

A esta victima desamparada hay que mirarla con otros ojos y también hay que tenderle una mano amiga.

***

Fotografía: Mao Fajardo


John Montilla: Texto y fotografía de portada (1-III- 2023)

Crónicas de Mocoa

Imagen de portada: Tomada en una intervención artística hecha sobre las ruinas de una casa después del desastre. (

jmontideas.blogspot.com