miércoles, 31 de julio de 2019

PLUMA NEGRA

Por. John Montilla

 “En una bandada de blancas palomas, un cuervo negro añade más belleza incluso que el candor de un cisne.”  (Giovanni Boccacio)


El gallinazo apareció muerto en la parte trasera de la escuela, cerca de una zona a la que alguien, no se sabe quién, bautizó como la “cueva del oso”, quizá por ser el sitio de más difícil acceso de nuestras instalaciones; es un pequeño reducto escolar que aún conserva algo de agreste en medio de los laberintos de cemento que nos rodean. Es una porción de terreno bastante húmeda, hay mucho fango, matas espinosas, escombros, pedazos de vidrio, chamizas, restos de naturaleza muerta de nuestros jardines y por supuesto algo de basura, allí hay muchos insectos, y de vez en cuando se ven unas hermosas lagartijas corriendo bajo el sol de las mañanas, y también se puede observar que está invadida de caracoles africanos.  A ese “pedacito salvaje” le llaman los estudiantes la cueva del oso.

Pues bien, fue al borde de ese sitio, donde se encontró a ese ser de las alturas tirado en el suelo; ¿Quién mató al gallinazo?... No se sabía, por eso nos pusimos en la tarea de averiguar hasta encontrar al culpable.

El cadáver del ave yacía en el piso, su cuerpo rígido y sucio se veía recogido, y eso lo hacía ver más pequeño de lo que era. Algunas grandes moscas negras ya revoloteaban a su alrededor y se posaban de cuando en cuando sobre él.


Me dije que sería necesario buscar la forma de enterrarlo rápido para evitar el inconveniente de los malos olores, que pronto se incrementarían debido al inclemente sol que hacía esa mañana.

Algunos muchachos se estaban congregando curiosos alrededor de los negros despojos del ave muerta; uno de ellos tomó una delgada vara que por ahí estaba e intentó moverlo, pero no pudo; la frágil vara se partió en dos, algunas moscas levantaron el vuelo. Luego otro chico más atrevido trató de moverlo con la punta de su zapato, mientras que algunas de las niñas le decían escandalizadas: “Cochino, deja eso:” y otras hacían gestos de repulsión mientras se cubrían las narices con sus manos. Al mismo tiempo, muchos de ellos ya habían sacado sus celulares y le estaban tomando fotos desde varios ángulos. El infortunado gallinazo era el centro de atención de esa calurosa mañana.

Les recomendé que no lo tocaran y además les conté que en cierta ocasión había visto a un gallinazo morir electrocutado en las cuerdas de energía de alta tensión, que esté había caído pesadamente justo en frente donde estaba y por eso había visto como al instante decenas de moscas salían con rapidez de su cuerpo, les dije que este quizá haya estado igual.  Las niñas contemplaban la escena con asco.

Luego me fui de allí, a buscar a alguien que nos ayudara a disponer de ese gallinazo muerto, pero no encontré a la persona indicada, únicamente pude hablar con uno de los celadores, a quien le conté la novedad y él me aseguró que le iba a pasar el dato al personal del aseo para que se hicieran cargo del no muy agradable asunto. 

Al rato regresé al sitio y vi que los estudiantes habían intervenido sobre los restos del gallinazo: Lo habían cubierto con algunas piedras y fragmentos de  lozas de cerámica, le habían improvisado una cruz  con dos  pedazos de palos amarrados con una cuerda,  y además le habían hecho una lápida con un pedazo grande de  cerámica y  sobre ella habían escrito con marcador: “Descansa, Chungolais”:  Aún habían bastantes muchachos alrededor riéndose de las ocurrencias y al mismo tiempo rindiéndole tributo al muerto. El click de los celulares indicaba que los estudiantes seguían activos registrando la novedad del momento.

 En esas estábamos cuando le escuché a uno de los muchachos decir: ¡Yo sé quién lo mató !

Me volví hacía él con bastante interés, y le pregunté: ¿Estás seguro ?

-Sí – Respondió él- Yo lo vi.

Entonces, lo llamé a la sombra y le volví a preguntar lleno de curiosidad: ¿Quién fue?... Había que llamarle la atención a aquel que estaba atentando contra la fauna regional.

Entonces, el chico me dice con toda tranquilidad: “¡ Fue un gato gris !  Yo vi como lo emboscaba cuando el gallinazo estaba tomando el sol con las alas abiertas, pegó un gran salto, lo atrapó entre sus garras y le destrozó el cuello con sus dientes.” Y luego agregó, que ese no había sido el único, que en la mitad de la cancha de futbol encontraría otro gallinazo muerto. Le agradecí el dato y fui a la cancha, pero por más que busqué e indagué y a pesar de que el chico me repitió que el vio como el gato gris atrapaba a otro gallinazo, no lo pude hallar. Lo único que pude encontrar fue una pluma negra, como prueba de lo que él decía era verdad.

El caso es que hay un gato gris cazando estás benéficas aves, no necesito mencionar los favores que nos hacen; y además no puedo dejar de pensar que en alguna parte, alguien, quizás a esta hora este acariciando al felino que pone sus garras y boca sobre los gallinazos




"Deseo poder escribir algo tan misterioso como un gato." Edgar Allan Poe


John Montilla. Texto y fotografías.
31-VII-2019
jmontideas.blogspot.com


viernes, 12 de julio de 2019

CONEJO DE PIEDRA


Por. John Montilla

“El sueño es un arte poético involuntario.” Kant.

Cierta noche soñé que estaba participando en una singular competencia, y ya estaba entre los finalistas, la última prueba consistía en correr hasta el río, y formar con piedras un conejo de un tamaño grande y luego correr de regreso a la meta cargando las piedras para armar la figura ante el jurado: Ganaría no sólo quien llegué primero si no quien presente la mejor imagen.

Mi contrincante era una dama, ambos llegamos casi que iguales a la orilla del río y comenzamos a buscar las piedras más apropiadas para darle la forma a la figura requerida.

Para las patas traseras agarré dos piedras de forma alargada y sobre ella monté una casi cuadrada que tenía una protuberancia que bien podía servir para la cola. Acto seguido busque otro par de rocas para las patas delanteras, procuré hallarlas más largas porque quería mostrar la imagen como si el animal estuviera agarrando una zanahoria; a toda prisa corrí por entre un cúmulo de piedras y elegí las más apropiadas, y por suerte encontré una casi que perfecta que podía servir como cabeza, después completé el cuerpo con otra piedra proporcional al tamaño de la figura que estaba creando . Agarré un par de piedras planas y alargadas para las orejas, sólo me faltaba la zanahoria y luego a correr.

Estaba tan concentrado en lo mío que no había reparado en lo que hacía mi rival, que al igual que yo, también estaba armando la figura en la arena y también estaba cerca de terminar. Entonces me di cuenta que había elegido para su figura unas piedras un tanto más pequeñas que las mías. Deduje que la carrera de regreso, me iba a resultar más difícil. Calculé que quizá tendría que cargar en promedio unos 25 kilos de peso.

Por tanto, decidí afanarme en encontrar la piedra que me faltaba, cuando la encontré opté por llevarla sin siquiera medirla en la figura que estaba armando. Metí todo lo que había recogido en el saco que nos habían dado, me lo eché sobre los hombros y salí corriendo; de soslayo alcance a ver a mi contrincante aún buscando entre los montones; tenía que aprovechar la pequeña ventaja.

Al poco rato pude percatarme que mi adversaria, ya venía atrás, pero yo ya tenía avanzado un buen trecho, si mantenía ese ritmo a pesar de la fatiga del peso que llevaba, tenía muchas posibilidades de conseguir la victoria. Aunque la meta aún estaba muy distante. La carretera, por la que íbamos se veía desolada, no se veía ni un alma por los alrededores, y por extraño que pareciese, la tarde caía, y las primeras sombras de la noche se hacían evidentes. La competencia se teñía de un aspecto lúgubre. Pero yo llevaba la delantera y eso era lo que me importaba en ese momento.

De repente, de la nada apareció una motocicleta, lo supe por el ensordecedor ruido a mis espaldas, y a los pocos segundos el rayo de la luz frontal dibujaba mi sombra en la carretera, y pude más que ver, adivinar que mi contrincante se había montado en ella cuando pasaron junto a mí como una exhalación en la ya oscura vía, y en un santiamén se perdieron en la distancia. Mientras yo  resignado pese a todo, decidí continuar  el recorrido.

Pero, ¡Oh sorpresa ! , pasos más allá, me percaté que se le había caído una de las piedras a mi rival, la recogí, la eché en mi saco, y en la oscuridad de la noche proseguí la marcha con mi carga a cuestas, animado por la curiosidad de ver cómo registrarían el grito de la victoria.

Imagen Pixabay


John Montilla. Texto e imagen N°.1 creada con fotografías tomadas de internet.
jmontideas.blogspot.com 
12- Julio- 2019