martes, 20 de octubre de 2020

EL POZO DE DON RAÚL

 Por. John Montilla

“Lo bello del desierto es que en algún lugar esconde un pozo.”

Antoine de Saint-Exupéry

Don Raúl, era el hijo de una vecina, que hace muchos años decidió dejar su terruño para ir a forjar su futuro en otras tierras. Y de quien muy raras veces volvimos a ver, tanto así que cuando su madre murió llegó un par de horas después de que hubo pasado el funeral, no lo pudieron esperar más porque los hubiera agarrado la noche en el sepelio, de eso ya hace varios años, también. Quizás el inconveniente se debió a que no fue fácil darle la triste noticia, en ese entonces la comunicación no era tan eficiente como en la actualidad. Vagamente puedo intuir la amargura con que el hombre debió lamentar este episodio.

La madre de don Raúl, mi vecina, como la gran mayoría de las personas de mi barrio fue una mujer humilde, y cuando yo la vine a conocer de niño, ya era una anciana, que se había traído de su tierra natal el arte de hacer sombreros de paja toquilla. Siempre me sentí atraído por el colorido de sus sombreros y por la habilidad que conservaba para elaborarlos pese a su edad; pero sobretodo tengo grabado en el recuerdo la cantidad de flores que tenía en su patio y en el frente de su casa. Algunas de las flores que ella sembraba no las he vuelto a ver nunca más, es posible que también hayan desaparecido para siempre. Tampoco puedo olvidar un hermoso árbol de naranjas que tenía en su solar y por supuesto del cual tantas veces disfrutamos aprovechando que los linderos de los solares estaban divididas por matas de flores. Nuestras fronteras estaban llenas de colores y naturaleza, hoy nos separan las rejas y las paredes de cemento.

Pero algo que me quedó marcado siempre en el recuerdo fue “El pozo de Don Raúl”, siento curiosidad al pensar en quien más podría tener un recuerdo tan trivial. No creo que nadie más de mis amigos o vecinos de antaño lo recuerde. ¿En qué consistió esto? Voy a tratar de ilustrar el asunto: Primero que todo, debo decir que esa época decíamos simplemente “El pozo del Raúl” porque lo hizo cuando él era un muchacho, pero como los años han pasado, me parece prudente darle su título de señor.

Cerca del barrio pasaba  una pequeña quebrada en medio de potreros, montes y sobre todo de una mata que llamábamos “ajenjible” (no sé si sea el mismo jengibre, por lo menos, es muy parecida), salvo que la planta a la que me refiero tiene una flor blanca de un olor extravagante que fácilmente te ponía a estornudar. Lo cierto es que esta planta era muy abundante, y aprovechando de ella, y usando piedras. Don Raúl represó la tranquila quebrada, de lo cual resultó un hermoso, aunque poco profundo pozo para nadar. Don Raúl lo construyó, pero los niños de aquella época lo disfrutamos.

Con ocasión de este escrito fui a visitar la quebrada, aproveché para preguntar su nombre, tantos años pero me encuentro en que nunca supe cómo se llamaba; algunos vecinos me dicen que se llama Piñayaco. La vista ahora es triste, fue desviada un tanto de su cauce, y donde alguna vez quedó “el pozo de don Raúl” es ahora una planada rellena de material de río, la cual es aprovechada por muchos paisanos para tomar clases de conducción de carros y motocicletas y de vez en cuando se usa como parqueadero de ferias y por supuesto ahora está contaminada y  algunos pececillos luchan por sobrevivir.

Quebrada Piñayaco, estado actual.

Esa quebrada que antaño disfrutamos solía tener una fauna que no he visto en otro lado: Era el hábitat de un minúsculo caracol de color negro, mojarras  y  sorprendentemente había una especie de camarón, mis amigo les llamaban “ajices” (por decir “ajíes”, en ese tiempo no sabíamos gramática) porque al freírlos se ponían de color rojo. Yo solía pescarlos para irlos a cambiar por  lectura; había una señora que a cambio de ellos me prestaba revistas. ¡Cómo no  amar esa quebrada que me daba felicidad! … nada de eso existe ahora, al pozo de don Raúl quedó sepultado en el olvido.

Y de repente las circunstancias actuales me pusieron en una situación casi parecida, debido a la pandemia mis padres están aislados en una casa finca, y cerca del lugar pasa una pequeña quebrada y nos hemos dado a la tarea de construir un pequeño pozo para que jueguen nuestros niños, hemos estado removiendo piedras para ahondar el espacio e ir represando el agua. Cada piedra que sacó con mis manos es como escarbar un poco en los gratos recuerdos de mi niñez y cuando comenzamos dicha labor trataba de imaginar los pensamientos que tuvo don Raúl cuando construyó su pozo de antaño.

John Montilla. Texto e imágenes

jmontideas.blogspot.com

20-octubre-2020