sábado, 30 de mayo de 2015

PAÍS ENREDADO

Por: John Montilla



Eran las 10 de la mañana, un domingo radiante  alegraba la luz; la ventana hace ratos  se asomaba por el sol, pero a esa hora mi cama aún estaba durmiendo, cuando escuché el canto del vecino  desde el gallo de al lado. Mi cama se levantó y vio que habían tirado la puerta por debajo del periódico.  Alarmado leí que el peligro estaba en proceso de  paz. La guerra decía que no era fácil  terminar con los políticos. Entonces las elecciones me recordaron el día. Así que el baño corrió hacia mí. Tome una ropa fría y apresuradamente me vestí con la ducha sin planchar. Después el chocolate y el pan me prepararon un rápido desayuno. Acto seguido le lave los dientes al cepillo, luego el celular y las gafas me metieron en la mochila. Antes de marchar el libro “Neic Soña ed Dadelos .” me agarró  y me metió debajo de su brazo. Al salir,  la puerta me cerró la casa, y le ladré al andén que estaba durmiendo sobre un perro. Ya en la calle, me puse en  la cabeza una canción  y  tarareando una gorra me fui  por  las elecciones hasta el lugar donde se estaba desarrollando el camino.

 En el trayecto agarré  un balón que iba corriendo detrás de un niño para que no lo atropellara  la velocidad que iba con un conductor a todo vehículo. Regañé al carro, que se había puesto pálido del susto, luego el  humo rugió  con estrepito y se marchó dejando una estela de oscuros  choferes en el aire. Indignado llegué a un puesto de información, pero con cortesía  le pedí a un número  de la mesa que me diera un computador, y me dieron una secretaria. Muy  agradecido me fui de allí,  la mesa me pidió que no votara por su candidato.

Cuando llegué con el portón hasta el centro de votación, saludé a la seguridad que estaba prestando unos  policías. Requisé a uno y le pedí que se identificara, luego lo deje entrar. Ya en el interior, me dirigí al jurado y salude a las mesas, me pasaron las cédulas y  el partido político me preguntó por cual jurado iba a votar. ( La consulta democrática de ese día era de los azules , por eso yo iba  vestido de rojo, así que  pedí un tarjetón verde para marcar por  los amarillos.)  Uno de los tarjetones me pasó un jurado firmado.

El cubículo vino hacia mí, y allí el candidato con mi lapicero me dibujo una X en el  rostro; acto seguido  doblé el  lapicero, lo eché en la urna y luego me metí el candidato del tarjetón en el bolsillo. Fui a la cédula y una mesa me pasó mi jurado,  saqué mi bolsillo  y  metí al jurado en la billetera. Le di las gracias a los tarjetones y  me marche tranquilo  para la casa.

Al llegar,  me abrió la puerta y la casa entró en mí, la radio me encendió. La nevera vino hacia mí  y  un jugo con trozos de hielo me pusieron en un vaso. Un sillón se sentó sobre mí, y  mientras el jugo se puso a esperar a sorbos el resultado de las elecciones,  el hielo  preocupado  se iba tomando   el recrudecimiento del conflicto, mientras yo me iba derritiendo lentamente  ante el tremendo enredo que envolvía  a nuestro país.


John Montilla 
Esp. Procesos lecto-escritores








EL PREMIO CABALLO

Por: John Montilla



“Cállate vos, … caballo”   escuché que le dijo una estudiante a un compañero que  la estaba molestando. Se lo dijo con tanta precisión y con una armonía  tan especial en la entonación, que por primera vez en la vida me hizo encontrarle un sentido poético a la palabra “caballo”. El viaje cadencioso de esa palabra me sonó como el suave trote de un caballo sobre un viejo puente de madera en un paraje solitario. El vocablo cabalgó durante bastante tiempo en mis oídos hasta llegar a dar origen al nombre de un premio; he aquí la historia:

Empiezo diciendo que este pequeño episodio sucedió hace unos años, mientras yo estaba sentado cómodamente en una banca de madera a la sombra de un fresco y frondoso árbol de pomorroso. No voy a entrar a explicar la connotación que  entre estudiantes tiene este tipo de actos, ya que no es el propósito de este escrito; pero de forma breve anoto que como docente no me está permitido pasar por alto este tipo de situaciones, por tanto les llamé la atención como es debido a ambos, escuché sus razones e hice las indicaciones pertinentes del caso.

Ellos parece que al fin de cuentas olvidaron el asunto, pero yo no olvidé la cadencia de la palabra caballo cuando ella la pronunció; tanto así que pensando en la sonoridad del vocablo  me puse a revisar diversa literatura e historia  sobre este noble animal, fue así como entre esas búsquedas me encontré este hermoso verso de una antigua  leyenda árabe: “…y Dios tomó un puñado de viento del sur;… sopló su aliento sobre él y creo el caballo”.

La susodicha palabra cual potrillo inquieto me llevo a deambular por diversos textos en los que pude recordar algunos de los más famosos equinos de la historia;  pues según dicen algunos estudiosos,  la historia de la humanidad es también la historia del caballo, y tampoco faltan quienes lo consideran el animal más bello de la creación y el que, sin duda, prestó más y mejores servicios al hombre, esto lo demuestra cualquier pasaje o cualquier página de cualquier año y cualquier siglo de nuestra historia.

Alguien refiere que  el gran poeta Nicaragüense Rubén Darío decía  que "No se concibe a Alejandro Magno sin "Bucéfalo"; al Cid campeador, sin "Babieca"; ni puede haber … Quijote sin "Rocinante", ni poeta sin "Pegaso". A esto le agrego  que quizá no habría patria sin Palomo, el caballo de Simón Bolívar. Pero si hay uno, que siempre me ha llamado la atención, es el famoso Incitatus, el caballo que el emperador romano Calígula nombró como cónsul en su imperio.

Mis pesquisas en pos de los caballos me llevaron a un escrito fabulesco en el que varios notables equinos dialogan, y  cuando le toca el  turno al famoso Incitatus, este  se queja de que a él, no lo nombraron para honrarlo, sino para decirle a los  cónsules humanos que eran de su misma especie; en otras  palabras, todos los cónsules del imperio eran unos grandísimos caballos. (Al escribir esto no puedo dejar de pensar en ciertos honorables y caballerosos padres de nuestra patria).

Fue así, como cierto día, pensando en Caligula y su caballo; y meditando sobre quién de los dos fue el más bestia; se me ocurrió la extravagante idea de crear el “Premio  Caballo”, el cual  se originó de este interrogante: ¿Por qué no otorgar un premio a una burrada notable(o un hecho caballuno),  y darle un galardón  a la persona que tuviera el carácter y el valor civil de reconocer su errores? Y entonces eché a galopar mi ocurrencia que luego se desarrolló así:

En primer lugar diseñé una urna de cartón con la forma de la cabeza de un caballo y les dije a mis estudiantes que  de manera voluntaria escribieran todas las metidas de pata, errores, maldades y travesuras que recordaran haber cometido en su vida escolar, les dije que el nombre era opcional, pero que si no lo escribían  no tenían la posibilidad de ganar el obsequio que había prometido a aquellos que fueran sinceros consigo mismo y que  depositaran su confesión en esa caballuna urna dispuesta para tal fin. Además a aquellos que participaron de manera anónima  los inscribí en una lista  de la cual hice un sorteo para sacar un segundo ganador.

Durante el proceso de esta actividad lúdico creativa les di mi palabra que no iba a leer el contenido de lo allí escrito, pues esa no era la intención;  ya que el propósito final era motivar una reflexión sobre los errores cometidos.  Les dije que cuando terminara el tiempo estipulado para la actividad iba a tomar al azar uno de los papeles escritos y que ese si lo iba a leer de manera confidencial, entre otras para saber el nombre de quien escribió y  luego  la urna con todo su contenido restante al final sería arrojado al fuego con algunos de ellos como testigos.

Hoy se me ocurre pensar, que hubiera sido interesante poder descubrir esos secretos confesados libremente, ya que en una de la dos ocasiones en que realice esta caballuna actividad, recuerdo que salió seleccionado un escrito, en el que  un estudiante decía que su burrada (o caballada) había sido destruir de manera adrede uno de los controles del televisor de la sala de audiovisuales, y hubo otro que manifestó que había invertido las teclas de los números del teclado. Tampoco podía faltar la clásica travesura  de dejar encerrado en el baño a un compañero.

Es posible que en ese entonces me haya estado equivocando en esa descabellada  (o des-caballada) propuesta, porque de una u otra manera alcance a percibir que estaba generando cierto impacto, esto lo pude comprobar cuando de vez en cuando escuchaba a alguno decirle a otro: “Con eso que has hecho podrías ganarte el Premio Caballo”; que entre otras, la no muy honrosa distinción consistía en  ganarse un regalo que yo compraba con mis propios recursos. Debo subrayar que tal actividad tuvo en términos generales un balance más positivo que negativo, ya que lograr que alguien admita sus errores y esté dispuesto  a corregir, es algo que de por si vale la pena intentar.

El caso es que  la idea dejó de galopar cuando me resultó la oportunidad de trasladarme a otro colegio, y ya prácticamente había olvidado esa jocosa actividad, pero recientemente se presentó un hecho no muy inteligente a nivel nacional, que me hizo recordar esa caballuna distinción. Y esto sucedió a raíz del fallecimiento de Gabriel García Márquez; cuando una honorable e ilustrísima representante a la cámara, tacó burro al “mandar al infierno” a nuestro Premio Nobel; entonces me dije: He aquí una perfecta candidata para el Premio Caballo.

La señora antes mencionada cuyo apellido Cabal, es desde el punto de vista fonético  muy acorde con el nombre de mi Premio Caballo; esa sonoridad me trae a la mente una recua de  palabras: “cabalgar, cabalgata, cabalgadura y caballo”; el  premio le vendría no como anillo al dedo, sino como herradura para un caballo. Sin lugar a dudas sería una gran nominada con muchas opciones  para adjudicarse el galardón de las metidas de pata; (esta vez no incluiría regalo), la elección no sería muy difícil, al fin y al cabo como reza un viejo dicho: “A los caballos blancos y a los pendejos, se los distinguen desde lejos”.


John Montilla.
Esp. En procesos lecto-escritores

Imágenes tomadas de internet



















FAMOSAS PORCINAS VIDAS

Por: John Montilla



“…de todos los animales, el mejor amigo del hombre es el cerdo.”
Da Vinci


La historia del cerdo, según se afirma en varios portales de internet está íntimamente ligada a la del hombre, tanto que sería imposible imaginar el desarrollo de algunas  civilizaciones  sin la participación en la dietética, de este animal, que por sus características lo hicieron ideal para cubrir las necesidades de aportes de proteínas y grasas a gran parte de nuestros ancestros.

Este animal tan controvertido desde sus comienzos, tan odiado por unos y tan deseado por otros, siempre ha sido motivo de discusión debido a su aporte de colesterol que puede hacer mella en la dieta y la salud; y que  hoy en día  se enfrenta a un nuevo reto: Limpiar su desprestigiada imagen, de toda el “agua sucia” que le ha caído encima últimamente.

Pues bien, ahora, se le atribuye al cerdo el haber sido el foco generador de un nuevo y mortal virus que tiene en jaque a la humanidad, de lo cual derivó para su desgracia el nombre de la “gripa porcina”, hecho que tiene en crisis a la economía porcicultora mundial. Y aunque los gobiernos trataron de arreglarlo cambiando el nombre del virus por el de “AH1N1”, ya el daño al pobre cochino ya está hecho y casi todos nos referimos a la  pandemia como la “gripa porcina”

Dadas así las cosas, nos proponemos “asearlo” o defenderlo un poco, no desde el punto de vista científico y médico, pues ese no es nuestro campo, pero si lo vamos examinar desde el punto de vista cultural y literario para que repasemos las participaciones  que este noble y grasiento animal ha tenido en la cultura y en las letras. (Y no en las letrinas).

Empezando con el gran genio inventor Leonardo Da Vinci, de quien se tienen estos apuntes culinarios enalteciendo a este animal:

“No hay ninguna parte del cerdo que no pueda tomarse, excepto dos. Su sangre puede secarse al sol para hacer con ella una salchicha. Sus huesos, hervidos en agua con ajos y pimientos, dan sabor a una sopa de cerdo. Su piel puede fundirse para preparar grasas. Todas sus carnes pueden cocinarse y comerse solas o en un pastel de cerdo, y todas las partes de su cabeza pueden cocinarse, si no es por dos, porque nunca ha llegado a mis oídos que los ojos del cerdo formaran parte de plato alguno….Así que yo digo que de todos los animales, el mejor amigo del hombre es el cerdo.”

El que se use hasta la última de sus partes, no impide que sea vilipendiado. Tal es así que su nombre se convierte en adjetivo para definir algunas de las más deleznables cualidades en varias partes del mundo. Las personas sucias no pueden ser sino guarras, cochinas o marranas, y su casa no es otra cosa que una pocilga, chiquera o zahúrda. Cualquier mala faena es una guarrada (cochinada) y quien la hace, un cerdo. Quienes comen sin educación son gochos o puercos. Cuando nos queremos defender de alguien que nos quiere embaucar, decimos que no nos crean tan marranos; y los billaristas utilizan el término “marranear” para referirse a  alguien a quien se  le puede ganar la partida fácilmente.

De las anteriores despectivas palabras, llevemos a nuestro animal a otros campos, por ejemplo, de cierta manera tiene representación en la mitología griega: Cuando Adonis, el mito griego de la belleza más perfecta, fue muerto por un jabalí, pariente del cerdo y en este caso una representación de la fealdad. También este animal tiene representación en la milenaria cultura china ya que hace parte del calendario chino en donde a las personas que nacen en el “año del cerdo” se le atribuyen  cualidades como ser unas muy buenas personas, las más honestas y bastante tranquilas.  Gracias a  Cristóbal Colón (y no colon) este animal fue traído a América, esto a petición de la Reina Isabel La Católica. No la podemos culpar a ella de los presentes problemas cinco siglos después.

Dentro de la cultura no se puede dejar de mencionar el clásico cuento de Los Tres Cerditos: Tres cerditos hacen sus casas, pero para tardar menos y jugar más los dos primeros las hacen de paja y madera respectivamente, mientras el otro se esfuerza más y la hace de ladrillo; luego a la hora de defenderse del lobo ya sabemos las consecuencias; un original cuento que nos enseña la importancia del  trabajo planificado  y bien hecho.

Quizá uno de los más famosos cerdos  es Porky. Se trata de una de las superestrellas de los dibujos animados, que debutó en el lejano 1941 junto al conejo Bugs Bunny. Desde entonces, su indescifrable tartamudeo ha acompañado y divertido la niñez de varias generaciones. Al igual que la famosa cerdita Miss Peggy, quien junto a la Rana Rene han enseñado  y entretenido a muchos niños con sus ocurrencias.

Uno de los más publicitados es “Babe, el cerdito valiente”; Una película que cuenta la historia de un cerdo que no está contento con su destino, pues no quiere servir únicamente para hacer chicharrones, y decide rebelarse contra  ello; este trastorno de personalidad no será bien recibido en la granja donde vive lo que  provoca una serie de celos y tensiones entre los demás animales; según sus productores "la película habla de los prejuicios que existen en una granja en que cada animal tiene su lugar predeterminado. Entonces aparece un cerdo que trata a las ovejas y a los demás animales como iguales.” Podríamos decir un cambio para bien.

Caso contrario sucede en  la  novela satírica “Rebelión en la granja” (Animal Farm) del inglés George Orwell  donde una granja es tomada por un grupo de animales, los cuales expulsan a los humanos y crean un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal dirigida por los cerdos, al mando de  un cochino líder llamado Napoleón, el cual personifica todo lo que de malo y cruel tiene el hombre; como quien dice los tiranos y dictadores son unos cerdos.(Recomiendo el libro)

Otro escritor inglés William Golding escribió la alegoría infantil” El Señor de las Moscas” para ilustrar el juego peligroso de la lucha por la supervivencia entre dos grupos de niños rivales: Los civilizados y los salvajes  quienes bajo el símbolo de la máscara  del “Señor de las Moscas” una careta de cerdo y cabeza de jabalí, clavada en un palo, cubierta de moscas que acuden a libar en la sangre, instaura el principio de la crueldad, ¿Que se puede esperar de un régimen cuyo insignia es la cabeza de un cerdo sanguinolenta  y llena de moscas?, El español Pío Baroja lo sentenció así: El hombre: un milímetro por encima del mono cuando no un centímetro por debajo del cerdo.”

Como se habrán podido dar cuenta el cerdo, no sólo ha estado  en  nuestra mesa, sino que también ha hecho presencia en otros espacios de nuestra vida. Para concluir esta frase de John Stuart Mill: “Vale más ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho.”,  de mi parte espero salir “pulcro” de este “cochino” discurso para ir a buscar un chicharrón y ver qué pasa.

John Montilla:
Esp. Procesos lecto-escritores

Homenaje escolar a la obra de Gabriel García Márquez

Por: John Montilla

La sentida partida de nuestro más insigne escritor Gabriel García Márquez, nos trae a la memoria el gran homenaje que la Institución Educativa Pio XII en el año 2012, con motivo de la celebración de su aniversario  número 55   rindió  a la  literatura colombiana con la representación creativa, mágica y festiva de algunas de las más ilustres  obras de las letras colombianas.

En esa insigne fecha conmemorativa   se hizo énfasis  en las novelas de Gabriel García Márquez, pero de manera especial se tomó la obra maestra “Cien años de soledad” de nuestro Premio Nobel como eje central de la celebración.

Para tal efecto  la comunidad educativa de la Institución Educativa Pío XII echó mano de todo el contenido mítico, realidad, espiritualidad, festividad, ambiente social y  cultural del fantástico Macondo descrito allí; y echamos a volar nuestra imaginación para recrear algunos de los pasajes más sobresalientes de la obra cumbre del Nobel  y de esa labor resultó el que en su momento se denominó: El gran desfile multicolor del realismo mágico.

Del fruto de ese trabajo creativo se presentaron cuadros muy representativos de la novela  “Cien años de Soledad”; como el de las mariposas amarillas, Melquiades el gitano paseando un gigantesco imán en Macondo, la violencia partidista, la llegada del tren a Macondo, las fiestas de  Macondo, la peste del olvido, la masacre de las bananeras, los diecisiete Aurelianos hijos del Coronel Aureliano Buendía, y muchos otros cuadros de otras obras de nuestro genial escritor.

En está ocasión mi motivación al presentar estos recuerdos tiene como propósito subrayar que siempre hemos enseñado y dado a conocer  la obra del gran maestro y lo seguiremos haciendo  para que su legado  perdure para siempre.

Finalmente hago mías estas palabras al decir: “… No voy a hablar de esta novela y no voy a intentar resumirla, pues me gusta demasiado como para comentarla en apenas unas líneas. Solo querría rogar a los que no la hayan leído que la lean sin demora. Yo he pasado … días sin apartar realmente mi pensamiento de sus páginas, metiendo de vez en cuando la cabeza para ver los lugares y las caras de los que vivían allí, como contemplamos en silencio las huellas y escuchamos en nuestro corazón las voces de las personas a las que queremos”. (Natalia Ginzburg . Abril de 1969)









John Montilla (Texto y fotografías )
Esp. En Procesos lecto-escritores


PERIPECIAS PARA SALVAR UNA VACA

Por: John Montilla



Cuando ya todo parecía perdido, milagrosamente apareció una fórmula muy poco convencional  para salvar de la muerte al indefenso animal. He aquí la crónica.
Pasado el mediodía un trabajador  había llegado  con la noticia a la casa: “Patrón, la vaca recién parida está enterrada allá en el potrero.” Efectivamente, cuando fueron a mirar, comprobaron que el pobre animal se encontraba profundamente atascado en un gran lodazal, el cual se había vuelto mucho más cenagoso e inestable de lo normal debido a los esfuerzos desesperados de la pobre bestia  por liberarse de su trampa mortal.

El dueño de la vaca, intento en un primer momento sacarla de allí con un par de obreros más, pero sus esfuerzos resultaron  en vano. El animal  no tenía fuerzas para intentar salir por sí mismo. La conclusión de todos fue: “Debe estar encalambrada.” Ya que le calcularon que el animal debería llevar postrado allí más de unas cuatro horas.

Entonces el dueño se dijo: “Hay que ir por más gente”, pero  a esa hora de la tarde y con el  tremendo aguacero que estaba cayendo en la región, casi no había nadie dispuesto a dejar la comodidad de sus casas para ir nadar en el barro, simplemente para ir a salvar una vaca. Pero, el dueño no se resignaba a perder su animal, y por tanto tuvo que ofrecer una buena paga para ir a ejecutar ese trabajo.

Después de no pocos esfuerzos consiguió reunir una tropa de más de media docena de “rescatistas” que fueron ataviados con manilas y palos. Los hombres se enterraron en el pantanoso lugar; según palabras de uno de los obreros, el lodo les llegaba casi hasta la cintura, pero pese a todos los intentos; de nuevo, todo estaba resultando inútil. El animal estaba completamente inerme y casi a punto de sucumbir debido a la fatiga y  a las lastimaduras que le estaban ocasionando los obreros en su intento de salvarla. El tiempo de la pobre vaca se estaba acabando.

Ahora, cada minuto que pasaba estaba resultando definitivo. Tanto así, que ya había llegado, según el propietario del animal: “Un gallinazo  de dos patas en botas  y sin alas, pero con un tremendo cuchillo mataganado.” y quien ya había sentenciado: “Para esa vaca, no queda  otro remedio sino el sacrificio para que no sufra más. Si quiere yo le hago patrón.” El festín de carne que se veía venir ya estaba reuniendo más gente que esperaba el desenlace del episodio. Yo me atrevo a conjeturar que quizás a la hora de los intentos del rescate seguramente algunos con sus manos estaban empujando hacia afuera y con su mente haciendo fuerza para que la desdichada bestia se entierre más.

Pero el patrón no estaba aún dispuesto a rendirse. Me cuenta: “Yo no quería que se muriera mi vaquita”; y  a eso de las 5 de la tarde, y después de toda una tarde de  trabajos infructuosos para ellos y de un largo día de tormento para la infortunada vaca; y cuando el dueño estaba pensando pedir la ayuda del cuerpo de bomberos como último recurso para lograr el rescate de su animal, entonces apareció en ese gris y frío día la persona que le puso una luz de esperanza y calor al suceso.

Pues bien en el  ir y venir del dueño, por buscar la forma de salvar su preciosa vaca, había llegado caminando bajo la lluvia hasta el borde de la carretera  y de pura casualidad se había encontrado con un veterinario que venía de hacer una visita profesional en una finca cercana y a quien le contó de forma apresurada el problema y a quién también le ofreció pagarle por sus servicios si le ayudaba a salvar a su animal. Entonces el hombre le dio una fórmula  no muy convencional para solucionar el asunto:

Lo primero que pidió el veterinario que viajaba en moto en ese día lluvioso, fue media botella de aguardiente, quizás por aquello del clima, pensó el dueño y a esa hora y en la vereda cosa difícil de conseguir; luego pidió tres litros de aguapanela caliente. El dueño se dijo que el hombre estaba resultando  muy flojo para el frío y por último pidió una gran jeringa. Bueno por fin algo de medicina para la pobre vaca, seguía pensando el dueño, quien se dio sus mañas para obtener las cosas que el nuevo rescatista requería.

Pues bien tanto el aguardiente como la aguapanela no eran para el veterinario sino para la vaca. Mando a mezclar los dos componentes en un recipiente y acto seguido dio las instrucciones para que le dieran a beber en un único trago toda  la caliente pócima a la vaca. Luego con la jeringa inyectaron parte del aguardiente en el cuello del animal.  Diez minutos después de que la bebida hiciera su efecto, y con el último esfuerzo de los rescatistas, el animal que se había despertado de su letargo, de un enérgico impulso salió por sus propios medios de su  trampa mortal. El dueño había logrado su propósito mientras algunos se quedaron con ganas de comer carne.

Para terminar nos queda la duda: ¿Cómo está la leche de la vaca ahora?... Esa pregunta habría que hacérsela al ternero.

 John Montilla
Esp. Procesos lecto-escritores.




ODISEA DE UN MOTOCICLISTA: (Crónica)

Por: John Montilla

“Tiene cara de llamarse Esteban.” (Gabo)

Estaba cayendo la tarde de un plácido viernes, y *Esteban* se desplazaba en su moto a una velocidad prudente debido al gran número de vehículos pesados que  transitaban por la vía; y al pasar por una zona de bastantes curvas el tráfico se hizo más lento; por tal razón el motociclista marchaba detrás de  esas aparatosas tractomulas con mayor precaución ante la imposibilidad de adelantar; cuando de pronto surgió como de la nada una motocicleta negra de alto cilindraje, y entonces en cuestión de segundos la tarde se puso gris para el protagonista de nuestro relato.

En la motocicleta fantasma viajaban dos ocupantes que portaban chaquetas oscuras con su respectivos  cascos; de repente de una rápida maniobra se colocaron al mismo nivel  de Esteban y  lo arrinconaron contra un extremo de la vía; al tiempo que el parrillero  lo encañonaba con un arma de fuego, se subió de un salto en la parte trasera de la moto de la víctima y le ordenaron seguir la marcha  como si nada estuviera sucediendo.

En un primer momento nuestro personaje sintió mucha zozobra ante la crítica situación en la que el destino lo había puesto, pero rápidamente recobró un  poco su tranquilidad. (En fracciones de segundo recordó que muchas de las cosas trascendentales de su vida las había hecho solo y esta era una de las más difíciles pruebas  a las que se había enfrentado y las posibilidades de salir bien librado dependían exclusivamente de lo que él de forma inteligente lograra hacer.) Por eso, pese a sentir un aliento caliente y desagradable en su nuca, lo primero que les pidió fue que se llevaran todo lo que tenía, pero que no le fueran a hacer ningún daño, pero los insultos y amenazas de una voz áspera le ordenaron callarse y seguir conduciendo.

Pero pese al fracaso de su primer intento, y  mientras viajaba con el delincuente a sus espaldas apretándole las costillas con una pistola,  mentalmente se repitió a si mismo que la mejor forma para poder salir de allí ileso, era tratar de mantener al máximo la calma; empezando que no sabía aún el porqué de esa situación contra él. A Esteban se le agolpaban en la cabeza las razones que tendrían los delincuentes para asaltarlo, en un primer momento guardó cierta esperanza al pensar que si hubiera sido para matarlo ya lo hubieran hecho; así que pensó también  en un secuestro, y  por ultimo concluyó que necesariamente sería un atraco para robarlo.

Su mente estaba hecho un caos con todo lo que se imaginaba, Y en ese bullir de ideas recordó con indignación que su motocicleta era nueva, no hacía mucho la había sacado del almacén y  aún no había terminado de pagarla. De ahí que por un instante al  ver por donde transitaba -había viajado muchas veces por esa vía- pensó en acelerar la moto y tirarse barranco abajo junto con su indeseable pasajero, o chocar adrede con algunos de los vehículos que pasaban. Pero, al pensar que podría ser asesinado en el intento o lo que es más quedar malherido o inválido, le hizo descartar esas desesperadas ideas.

Minutos después sin que ninguno de los conductores y  viajeros que pasaban por la carretera se percataran de su situación, llegaron a un desvío y lo obligaron a dirigirse por allí. Luego en un paraje solitario siempre bajo la amenaza del arma y los insultos lo bajaron de la moto y lo obligaron a  caminar monte adentro, donde le ataron las manos con cable plástico y luego de rodillas lo amarraron al tronco de un árbol. Esteban por precaución intento no mirar a los hombres en ningún momento  a la cara.

Las primeras sombras de la tarde caían y ahora completamente a merced de los delincuentes lo primero que le robaron fue el celular, el dinero que portaba en la billetera; uno de ellos le había preguntado por el precio de su reloj, y él les mintió que apenas había pagado quince mil pesos, pero aun así decidieron quitárselo. Después con amargura recordó que había dejado las llaves  en el vehículo, lo cual facilitó que minutos más tarde uno de los delincuentes se marchara llevándose su motocicleta, dejándole la propia a su cómplice que se quedó a cargo de la víctima de su delito.

Mientras Esteban seguía amarrado al árbol; por un momento, pese a lo crítico de su situación celebró un par de pequeños puntos a su favor, en primer lugar cuando lo estaban atando había tenido la precaución de tensar un poco las manos haciendo puños firmes, con lo cual había logrado que en cierta medida le diera un poco de movilidad a sus dedos y gracias a ello había logrado salvar su anillo de oro, el cual de manera muy disimulada había desprendido de su dedo y de igual forma había enterrado entre la hojarasca y la tierra, aunque no sabía, si tendría la oportunidad de poder recuperarlo, por ahora la prioridad era tratar de salvar su vida y con ese propósito estaba luchando para intentar liberar sus manos de la tensas ligas plásticas que lo ataban.

Aprovechando las primeras sombras de oscuridad Esteban forcejeaba con las ataduras, él cuenta: “Intenté soltarme, pero vi que la correa más se apretaba.” Pero tanto insistir y con el sudor frío que le bañaba el cuerpo el plástico se hizo resbaloso y después de unos minutos eternos logró zafarse una mano; todo esto ocurría dice Esteban: “Mientras  el man me estaba vigilando. Me hacía preguntas y yo en medio de esas preguntas le rogaba que no me vaya a hacer nada.” Hasta que el cautivo logró liberarse, él relata: “Pero no me solté de una. Hice como si siguiera amarrado.” “Porque si el man me veía, me daba temor que me pegara un tiro.” El drama de Esteban  iba llegando a su punto cumbre, el tiempo se agotaba y había que dar el paso decisivo.

El timbre del celular del delincuente fue como la campana que anunciara el asalto final y el prisionero pudo escuchar que el bandido recibía una información confirmando algo y entonces dice Esteban: “En ese momento me dio miedo, miré  que el hombre estaba distraído hablando y de un salto me puse de pie, eché a correr, y  sin pensarlo dos veces me tiré por un barranco que había a mis espaldas y mientras caía en la maleza, pensé que me iba a disparar, pero no lo hizo, el hombre se asomó con el arma en la mano hasta el borde, yo me escondí, y luego rápidamente el tipo dio media vuelta y se fue a toda velocidad en la motocicleta de su cómplice.” Con lágrimas por toda la emoción contenida Esteban se escabulló en los montes, buscando la forma de llegar a un lugar seguro para salir a contar su historia.

Al otro día Esteban regresó bien acompañado hasta el lugar de los hechos para recuperar su anillo, y al mismo tiempo enterrar de forma simbólica las dudas e inquietudes sobre este escabroso asunto, pero sobretodo buscaba enterrar para siempre la desagradable experiencia de haber tenido como pasajero a un demonio, que quizás aun debe andar rodando por las carreteras del Putumayo - Colombia.

John Montilla
Esp. Procesos lecto-escritores





AVALANCHA DE SUCESOS : (Crónica)

Por: John Montilla


Las primeras palabras que escuché sobre el evento fueron éstas: “La gente anda como loca corriendo porque dicen que se viene una avalancha”, salí a la calle y en efecto vi que había bastante gente afuera, casi todos en un gran estado de  nerviosismo  y ansiedad. Me acerqué a un vecino quien me aseguró que lo acababan de llamar y que le dijeron que había un represamiento de un río y que era eminente una catastrófica avalancha; el problema era que él no sabía cuál de todos los ríos que circundan a Mocoa (Colombia) era el que podía ocasionar el desastre. Este hecho era el que tenía a la gente en el dilema de no saber para donde salir corriendo.

No era cuestión de alarmar, pero sí de estar alerta;  una abuela sabia me dijo que lo primero que hizo fue abrir el grifo del lavamanos, y como vio que el agua salía clara no encontró razón para alarmarse. Por mi parte al pasar junto al puente del río Sangoyaco, con cierta precaución le eché una rápida mirada a las aguas; vi que éstas bajaban algo turbias pero el flujo de la  corriente era normal; lo cual era un buen síntoma de que no había posible represamiento. No está de más anotar que hace algunos años hubo el mismo rumor de avalancha, y en aquella ocasión apenas bajaba un hilo de agua en el mencionado río, prueba de que algo no andaba bien, por tanto esa vez, si hubo una razón para que la gente evacuara las zonas aledañas al cauce.

Como iba camino a una exposición de arte y pintura infantil, pude percatarme de que había mucha gente desalojando el Barrio San Agustín. La alarma iba creciendo y cada vez era mucha más la  gente que se movía apresuradamente, y ya el tráfico vehicular comenzaba a hacerse mucho mas agitado. Con esa incertidumbre llegué al lugar de destino  y le comenté de forma discreta a la organizadora del evento cultural: “Hay un rumor de avalancha y la gente anda muy nerviosa”, ella me miro de forma seria, lo tomó con tranquilidad, sin embargo no dijo ni una palabra, yo mentalmente ya me imaginaba lo que podría  suceder.  

Cuando la sala de exposición estaba  prácticamente llena, y justo cuando  los invitados especiales estaban haciendo sus discursos de apertura del evento, empezó a crecer el incesante  trepidar y pitos de motocicletas y  carros que pasaban completamente llenos de pasajeros y con tremendo alboroto, esto hizo que la palabra avalancha se regara en voz baja, pero de forma efectiva y en un santiamén la sala quedo prácticamente desocupada, ante esto una voz prudente se alzo para decir “ los papás no se olviden de agarrar a sus hijos”. Unos músicos extranjeros que iban a ambientar el evento también entraron en pánico y no sabían para donde ir, alguien les dijo que corrieran para donde se dirigiera la mayoría de la gente.

Ya en la calle el caos vehicular era inmanejable y peligroso, los motociclistas hacían retumbar sus aparatos; los pitos  de motos y carros  ante el trancón que se armó en pleno parque principal le agregaban dramatismo a la situación. Alguien me refiere que el embotellamiento que se dio al encontrarse los vehículos en direcciones contrarias era caótico y no había quien ayudara a controlar la situación, ya que mientras unos iban huyendo de la ciudad otros se adentraban en ella para ir en busca de sus seres queridos.

Los nervios hacían estragos: Una señora presa de pánico había dejado tirada su motocicleta en la vía y le había pedido a una amiga  que iba en carro que  la llevara a recoger a su hija que estaba en una fiesta en el otro extremo de la ciudad.  Me cuentan de una señora que resbalo y cayó en plena calle y que un motociclista le pasó por encima y que algunos ciudadanos que aún mantenían la calma corrieron a auxiliarla. Igual suerte no corrió otra señora que se desmayó en plena Avenida Colombia y que nadie se digno a socorrerla pues todo el mundo andaba en carreras. La dueña de un restaurante me dice que prácticamente echó a la calle a sus clientes sin siquiera cobrarles la cuenta y que apresuradamente cerro su negocio para ir en busca de  su familia.

Por la calle pude observar a muchos niños y señoras llorando; una humilde y aterrada mujer suplicaba entre lágrimas por un taxi, cosa prácticamente imposible en ese pandemónium que se había creado; Un testigo que estuvo en el hospital a la hora del desorden cuenta que vio como más de un enfermo salió despavorido del hospital mientras ellos mismos se sacaban las agujas y se desconectaban de sus medicamentos, pues según él, más de una enfermera salió corriendo  rumbo al Instituto Tecnológico del Putumayo; lugar que dicen se llenó de muchos asustados conciudadanos que buscaron ese lugar como posible refugio ante el inminente desastre. Por su parte alguien que vive junto a un parqueadero me cuenta que se armó tremendo alboroto cuando los dueños fueron a sacar a sus vehículos y que ese estrepito le asustó a los hijos, y que ella pese a vivir cerca a un río, mejor cerró la puerta de su casa y se puso a orar junto a sus niños.

Una de mis estudiantes me cuenta que salió con su familia con rumbo a la salida a Pitalito y que en el camino vio a mucha gente llorando y a unas señoras desmayadas. Un vendedor de chorizos y pinchos de pollo me dice que el miraba como la gente se apresuraba en todas las direcciones y que fue testigo de dos accidentes de motocicletas, y que los implicados  en el afán de huir, conciliaron así: “Mañana arreglamos”. Me cuentan que los hoteles del centro de la ciudad se llenaron de inesperados e intranquilos huéspedes. Alguien cercano a la familia me dice que la avalancha le costó 30 mil pesos de una noche de hotel.

Un familiar que venía de Puerto Asís refiere que justo cuando pasaba por Villagarzón se dispararon las alarmas y que muchas personas  también corrían frenéticas hacia las partes altas del pueblo; para completar el cuadro los mensajes de texto y las redes sociales terminaron por llenar de pánico a casi todo el departamento.  Por fortuna o por desgracia en pleno apogeo del pánico colectivo se destapó tremendo aguacero que tuvo la virtud de paliar un poco el desorden, ya que enfrío los ánimos de los más enardecidos y terminó por crispar más los nervios de los más asustados.
Afortunadamente todo se trató de una falsa alarma, y el asunto no paso a mayores. En este punto recuerdo que alguna vez me contaron que hace más de un par de décadas sucedió algo similar en la ciudad de Neiva cuando unos borrachos en un carro armaron tremendo alboroto al gritar por las calles que la represa de Betania había colapsado, y  al igual que acá se había generado tremendo pánico colectivo, lo que trajo como resultado que a partir de ese hecho se valorizaran las tierras más altas, prueba de ello, dicen, es que hoy son los sectores más caros y exclusivos de esa ciudad.

¿Qué le quedará de ganancia a Mocoa después de este singular suceso? …Primero que todo, seguir el consejo de las abuelas: “Hay que tener agüita de valeriana en casa”, y lo segundo: no sabemos. Por lo pronto, nos queda claro que  el examen que nos hicieron, para saber cuan preparados estamos para afrontar una contingencia de esta magnitud, NO lo pasamos.

John Montilla. Texto, publicado el 30-5-2015
Fotografía:  www.flickr .com
Esp. Procesos lecto-escritores