Por:
John Montilla:
¡El
Buque en el Río Mocoa! …Me pregunto
cuántos de sus habitantes tienen la fortuna de recordarlo o de haberlo
visto, y a aquellos que no lo han hecho los invito a conocerlo. No es un buque
cualquiera hecho de madera o de metal, este es especial, pues está hecho de
roca pura. Puesto a la orilla del río por obra y gracia de la naturaleza.
Ignoró
quienes fueron los primeros en descubrirlo, y mucho menos sé, quien fue el que bautizó a esta bella y maciza roca con
el nombre de “El Buque” ya que se asemeja
a un antiguo y poderoso buque semihundido, el cual queda ubicado río arriba a
la salida del Barrio La Independencia en Mocoa (Colombia) ; en otras épocas el
peñasco era de un tamaño más imponente, pero los años han hecho mella en su
superficie y se nota la roca más
desgastada y erosionada por la acción de la lluvia, el sol, el viento y lógico la corriente de su misma agua; el
inexorable peso del tiempo ha caído sobre el gigante de piedra.
Seguramente
todos aquellos que tuvieron el privilegio de posar sus pies sobre su “cubierta
de piedra”, también debieron haber gozado el pozo que así se denominaba. En
otras épocas era muy usual escuchar la expresión: “Vamos a bañarnos al Buque”. Por
supuesto, eso era cuando las aguas del Río Mocoa aún eran suficientes y sobre
todo no estaban tan contaminadas. Pues
bien, para la gente de la localidad este era uno de los lugares de
esparcimiento de las tardes y los fines de semana.
Antaño
caminar por el sendero que llevaba al
viejo Buque encallado era una aventura diaria, por ejemplo para llegar hasta el
lugar había que pasar por un potrero lleno de vacas; cuantas veces tocó
correr a campo traviesa cuando uno de estos animales lo correteaba a uno, ya
sea porque eran muy ariscos o porque algún osado bromista le diera por
provocarlos.
Sendero
arriba solía haber al pie del camino un veterano y frondoso árbol de limas,
eternamente cargado; por años brindó sombra
al ganado y sus jugosas frutas a cuanto transeúnte pasara. Aún hoy me sorprende
el vigor de ese árbol que soportó
estoicamente a cuanta mano inquieta se le posara encima.
En
ese recorrido hacia El Buque, no faltaban los audaces que cruzaban el río
buscando las dulces cañas de azúcar y las
suculentas naranjas en los terrenos de un indígena popularmente llamado “el amigo Daniel”; muchas veces lo vimos salir azuzando a los
perros y blandiendo su machete contra los atrevidos. No con la intención de herir
sino simplemente de asustar a más de un travieso invasor de sus terrenos.
N°, 3 |
Nunca
olvido la anécdota que me contaron acerca de una ingenua propuesta que le
hicieron a un amigo: “Anda a decirle al
amigo Daniel que me regale dos cañas y te doy una”, como si eso hubiera sido cosa fácil en esos
tiempos.
También
en el camino que llevaba al destino del Buque; ya sea a las orillas del río o
adentrándose un poco por los matorrales no podía faltar ese fruto exótico que llamábamos vulgarmente
“churimbas” (para los que no la conocen es una especie de guama pequeña
cuyos frutos
se hallan contenidos en una vaina de color verde oscuro, sobre las que
tengo un capítulo aparte), con las cuales en épocas de cosecha solíamos
atiborrar las camisetas o cuanto recipiente
tuviéramos a mano. Algunos simplemente quebraban las parcas de los árboles y se
echaban al hombro las ramas llenas de frutos.
Para
darle un toque más realista a la aventura no podía faltar una cabaña en el
bosque construida básicamente con ramas
de caña brava, planta que posee por flor un hermoso penacho semejante o quizá más
bello que una flor de maíz; del árbol de cachimbo solíamos recoger sus flores que parecen
pequeños gallos para simular hacer
peleas, no podía faltar las piedras con formas curiosas o colores llamativos;
con todo esto, no perdíamos el objetivo del recorrido que era llegar hasta “el
barco de piedra” en el que cual piratas depositábamos todos los pequeños tesoros
que habíamos recogido en el camino.
Pero
el inapreciable tesoro de esos tiempos era poder disfrutar de las aguas del Río
Mocoa; y eso, al igual que el milenario Buque es algo que va camino a
desaparecer, aquella imponente peña de
antaño , se ve nostálgicamente enterrada
entre piedras y arena en lo que otrora
fuera un mar de diversiones para la gente de Mocoa.
John
Montilla: Texto y fotografías 1, 2, 4 y 5.
Fotografía N°. 3. Vannebar Fabian Meneses Betancourt
Fotografía N°. 3. Vannebar Fabian Meneses Betancourt
jmontideas,blogspot.com
2013
Que buena narrativa John Montilla, muchas gracias por este blog y por las historias que cuentas, sin duda son parte de nuestra identidad como habitantes de Mocoa. que bueno continuar con este gran trabajo y lograr que llegue a muchos mas habitantes de nuestra capital. proximamente se iniciará a formular el plan de desarrollo turistico de Mocoa y veo pertinente que contenidos como estos sean los que hagan parte de ese plan.
ResponderEliminarCasi lloro recordando mi niñez y adolescencia en el barrio Independencia.
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