Por:
John Montilla
Entonces por ese golpe de presión de mi conciencia
decido que le ayudaré a elaborar la
cometa, y ante el gesto de alegría y de
entusiasmo de ella, le prometo que no
será una cometa común y corriente sino una que nunca haya visto. Nos ponemos a buscar en internet un modelo novedoso y vemos
una en forma de pulpo. Ponemos manos a la obra; ella consigue lo más difícil:
Los palitos flexibles y livianos de guadua para el armazón, esto gracias a un
vecinito que está elaborando su propia cometa y le regala unas varitas de las
que le sobran.
El
proceso de creación de la cometa que parecía simple se vuelve complejo y lo que
se supuso duraría unos largos minutos, duró un par de horas, pero al final
tenemos el trabajo terminado. El modelo resultante no salió como lo habíamos
imaginado, pero lo hicimos y sólo nos
resta la prueba final: Echar la cometa a
volar. En este punto, hago otra reflexión;
el ejercicio de escritura que estaba realizando al principio, ya había pasado a
un segundo plano, los pensamientos que no alcance a anotar ya se me esfumaron y
el hilo de las ideas que tenía en mente ya se rompió, pero estoy firmemente
convencido que valió la pena haberlo hecho de esa manera
Hubiera
sido mucho más simple haberle dado
dinero para que se vaya a comprar una
cometa y yo podría haber seguido en lo
mío. En la actualidad todo parece tan fácil: Ir a las tiendas de chucherías y
comprar una cometa con los colores y diseños que quieras. El proceso dura lo
que te demoras en pagar, y si se te daña vas
y compras una nueva, y listo;
casi que ya no existe esa mística por la creación de los objetos más sencillos.
Todo lo tenemos fabricado de antemano; de ahí que, el aprecio por el valor de
las pequeñas cosas se haya ido
perdiendo.
Lo
anterior nos transporta a los tiempos en
que se le daba mayor importancia a las
cosas cotidianas de la vida. Nos hemos ido transformando en personas mecanizadas y por tanto, ya casi que se ha vuelto costumbre que todo
nos lo den hecho o fabricado. El
escritor checo Milan Kundera, en uno de sus párrafos se refiere así a la
pérdida de esos saberes: “Mi abuela, que vivía
en un pueblo… lo conocía todo por su propia experiencia: cómo se
hornea un pan, cómo se construye una casa, cómo se mata a un cerdo y se hacen
con él embutidos, y qué se pone en los edredones…” Quizá si hacemos memoria lo mismo podríamos
decir de nuestros padres y abuelos.
El novelista antes mencionado apunta que su abuela: “Tenía,
por así decirlo, un control personal sobre la realidad…” entonces yo recuerdo a mi abuelo y su
sapiencia para arreglar un viejo molino, o ese clásico truco para zurcir una media metiendo un bombillo dentro de ella, o para
no ir más lejos ese eterno y ecológico morral
que siempre cargó para ir a hacer la remesa, hoy es tan simple pedir una
anti ecológica bolsa plástica para cada compra. Alguien me refiere que antes
existía la profesión del “parchaollas”. No se alcanza uno a imaginar a una
persona voceando y ofreciendo por la calles,
ese servicio de poner un tapón a las ollas inservibles y a los vecinos
saliendo con los trastos viejos a la calle para que se los reparen. Hoy es tan
simple tirarlos a la basura e ir a comprar unos nuevos.
Por tanto, no es ningún descubrimiento decir
que antes la gente sabía cómo hacer algunas de las cosas más sencillas del
diario vivir: una muñeca de trapo, un juguete de madera y obviamente algunos
sacaban parte de su precioso tiempo no para comprar, sino para
elaborar hasta una sencilla cometa.
Llegados
a este punto es hora de echar a volar la cometa que dio origen a este discurso.
Queda esa satisfacción de haber compartido ese momento de creación. Quizá algún
día alguien le pida a ella una cometa y tal vez
recuerde este episodio y regale parte de su tiempo así como se lo brindaron a ella. Aunque es una bella
tarde, hay poca brisa, parece que hasta los vientos de agostos de antaño se esfumaron; de todas
formas la niña echa a correr con la cometa sujeta a un cordel buscando una
corriente de aire, el artefacto hace unas
cabriolas en las alturas, y cae precipitadamente al suelo, lamentablemente nuestra cometa no
vuela.
John
Montilla: Texto y fotografías
Esp.
Procesos lecto-escritores
No hay comentarios:
Publicar un comentario