domingo, 16 de agosto de 2015

AQUELLAS MÍTICAS E INOLVIDABLES VIEJAS REVISTAS

Por. John Montilla

Del baúl de los recuerdos  les traigo  la magia de las revistas de antaño, para rendirles tributo por el legado que nos dejaron.

Si usted lee de principio a fin las siguientes líneas. Me atrevería a asegurar que quizá fue un afortunado que alguna vez tuvo entre sus manos aquellas míticas, fantásticas e inolvidables revistas de antaño.




Enumero algunas. KALIMAN “el hombre increíble”, ARANDÚ “el príncipe de la selva”, TAMAKÚN “el vengador errante”, AGUILA SOLITARIA, MEMIN, JUAN SIN MIEDO, FLASH GORDON, STARMAN, VAQUEROS, etc. etc.


Al hacer una comparación con el presente; ¿que valor se les puede dar hoy?, yo diría que muchísimo, ¿por qué?,… la respuesta es sencilla y contundente: porque mediante estas aparentemente “inútiles revistas”  algunos nos iniciamos en el gusto voluntario por la lectura.




Ese tipo de “cosas” se leía por puro placer, “perdedera de tiempo” según algunos, pero su magia, repito, estaba  en el goce y atracción por la lectura.




Si usted es padre de familia, abuelo, tío, profesor, (o joven o niño), le pregunto: ¿Tienen los jóvenes o niños en la actualidad la lectura como pasatiempo?, ¿Existe en ellos el amor por la verdadera literatura?, en mi calidad de docente me atrevo a afirmar que un gran porcentaje la respuesta es negativa.




Ahora bien, ¿Que tienen que ver esas “insignificantes” viejas revistas con la verdadera literatura?: La conexión es de nuevo evidente, mediante ellas una vez adquirido el hábito de  leer, era muy fácil pasar  a la lectura de cualquier tipo de texto, este  fue el gran favor que estas revistas nos hicieron.




En el entretanto, dichas revistas en medio de sus fantasías, también nos dejaron sus enseñanzas; a manera de testimonio puedo citar varios ejemplos: Las primeras nociones que tuve  de la increíble y maravillosa mitología griega, fue gracias a una revista de KALIMAN, que situó al personaje en una aventura llamada “el viaje fantástico” y una vez despierta la curiosidad  por ese mundo mágico, no fue muy difícil pasar a los clásicos de Homero: La Iliada y La Odisea.; igualmente mis primeros apuntes acerca de la cultura Inca se los debo a este personaje de ficción.




Por otra parte, que decir de los mensajes que en el trasfondo  nos dejaban, o sino que tal este lema de TAMAKÚN, un héroe ya desaparecido de la memoria de muchos:


Donde el dolor desgarre…
Donde el peligro amenace…
Donde la miseria oprima…
Allí estará Tamakún,
el vengador errante.




 Así mismo, que decir del lema del mítico KALIMAN: “No hay fuerza más poderosa que la mente humana y quien domina la mente lo domina todo”… en síntesis: el estudio; así se lo repetía constantemente a su pequeño e inseparable amigo Solín: “Recuerda que el estudio es la superación del hombre y le permite ser superior a las fieras, cuanto más sepas, más vales”, o  este sabio consejo “Toda la sabiduría del mundo está en los libros”.


Especial mención merecen los principios de KALIMAN, entre los cuales estaba la vida por encima de todo, pues pese a los mil enemigos y sin fin de aventuras, jamás mató a nadie, luchaba en pro del bien y la justicia, pero sin mancharse las manos de sangre. Ojalá Colombia entera lo hubiera  leído y sobretodo se hubiera  apropiado de estos preceptos.


 Otro legado de esas revistas radica en los apuntes geográficos  que de ellas se podían obtener, ya que toda aventura necesariamente se desarrollaba  en  un lugar determinado: África, el Polo Norte, La India, China, la selva de Borneo o del Amazonas, etc. Aquí también la curiosidad lo llevaba a uno a echarle  una mirada al Atlas Universal, y listo, cortas pero eficaces clases de geografía.




Gracias a una aventura de ARANDÚ, pude enterarme que alguna vez existió un gran único  continente llamado Pangea, ya que los personajes buscaban un cementerio perdido de elefantes en el Amazonas basados en la teoría  de que alguna vez África y América estuvieron unidas.





Podría escribir todo un ensayo sobre este asunto, (lo dejo pendiente), por ahora simplemente resumo diciendo, que en últimas lo menos que pudieron dejarnos este tipo de  lecturas fue la ortografía, ya que la manera más eficaz de aprenderla es leyendo. Por tanto, sólo me resta volver a agradecer  ese pequeño gran legado que aquellas viejas revistas nos dejaron.

Coletilla: Me queda valioso material que me hicieron llegar unos lectores para un nuevo artículo; espero escribirlo pronto y compartirlo. 

John Montilla: Lic. en Lenguas Modernas
Esp. Procesos lecto-escritores.
























viernes, 7 de agosto de 2015

EL PRÍNCIPE DE AZUL (Mini cuento)

Por. John Montilla



Ella: ¡ Veo que hoy vino de azul !


El:  Sí, es que hoy quiero estar a “zu” lado.




CUENTITO DIBUJADO: EL BARQUITO

Por. John Montilla 


Para Marcela, mi sobrina




Un barquito de papel periódico navegaba
solitario en un pequeño charco
que había camino a la escuela.


El barquito estaba muy contento
al principio, flotando de un lado para otro; 
pero pronto se dio cuenta
que el espacio era muy reducido
y empezó a sentirse triste.

El barquito estaba tan triste
que dejaba que el viento lo golpeara
con las orillas para que lo destruyeran
y así convertirse de nuevo en una hoja
de periódico para poder irse a volar por el mundo.


De pronto llegó un pajarito
a beber agua del charco
y al ver al barquito tan triste prometió ayudarle
cuando este le contó su problema.

























El pajarito voló hacía  la nube mayor
y le contó el problema del barquito.
y ésta dijo que mandaría una lluvia
para ayudarle a salir de su recinto.














Una gotita de agua fue enviada como mensajera
para advertirle al barquito
que la lluvia estaba en camino.



El pajarito se ofreció a proteger al barquito
bajo sus alas mientras caía la lluvia.


La lluvia inundó el charco,
formó muchos arroyuelos
y por uno de ellos se deslizó el barquito,
llegó a un río, luego se fue a navegar libre
por el mar. 




















John Montilla. Texto e imágenes
Esp. Procesos lecto-escritores

CULEBRERO, VENDIENDO FE

Por: John Montilla

La gente ya estaba reunida a su alrededor cuando me acerqué  y pude observar en el centro del grupo a un hombre de rasgos indígenas de larga cabellera, con un moderno amplificador de sonido y un  micrófono que le permitía tener las manos libres para maniobrar todos los objetos esotéricos que tenía desparramados con un determinado orden en el piso  junto a una pequeña maleta de color negro.


Justo en ese momento el culebrero estaba mostrando a la concurrencia un trajinado álbum de fotos en el cual se veían imágenes explicitas de periódicos sensacionalistas, con grandes titulares rojos. Alcance a ver la imagen de un hombre con una barriga descomunal como si hubiera tragado un sapo gigante, creo que les decía que eso no había sido fruto de una enfermedad sino de un maleficio y que el hombre había logrado curarse gracias a la sabiduría de un chaman.

Por un momento me desentendí del largo discurso que se echó sobre brujerías, maleficios, mal de ojo y otro tipo de cosas similares mientras le iba mostrando a su público todas las chucherías que tenía a mano; dijo que la magia roja era para atraer, la verde para alejar, la blanca para hacer el bien y de la negra dijo con gran énfasis que era para hacer el mal. Y por ese camino se metió de que así como hay el bien, también existe el mal, e igualmente hay personas que nos quieren y otras que no, y que para esos que nos desean el bien hay que abrirles nuestro corazón,  pero contra aquellos que nos desean el mal debemos protegernos y que él había regresado quince años después a este pueblo para demostrarles cómo hacerlo.


Acto seguido pide a los presentes más interesados que le presten una moneda, un anillo, una llave u cualquier objeto metálico pequeño. Un grupo significativo de personas accede a ello, con lo cual logra “atar” ya, a un sector de la concurrencia. Su lengua es una soga para sujetar oídos  incrédulos. Le dice a un niño que  se ha sentado que se  levante y se vaya  a dormir a la casa. Cuenta con gran elocuencia que cuando los hombres se toman una cerveza en un bar, a la hora de ir al baño le echan porquerías en el licor. Habla del mal de ojo, de gente con sangre pesada que marchita las flores con sólo tocarlas. Cita un clásico ejemplo: “¡Señora le compro el perro! - ¡No se lo vendo! y que al otro día el perro amanece muerto.” Les habla de cómo se preparan diversos tipos de bebedizos con unos componentes casi imposibles. Su prodigiosa verborrea no se detiene.

Luego sacando un pequeño recipiente de plástico les muestra un supuesto brebaje de un color oscuro que tiene de ingredientes algo así como: “Cabellos de  persona, sangre de gallinazo, lengua de sapo, babas de suegra, tierra negra, lagañas de mala vecina, tierno corazón de golondrina, pelos de aquí y de allá, , etc, etc.” Remacha diciendo que cuando le quieren hacer el mal a alguien todas esas porquerías sino se las dan a beber, se las van a enterrar con su nombre y fotografía en el cementerio. Y que por tanto hay que estar protegido contra esos males.

Después el culebrero pone los objetos que el público le prestó dentro de un vaso de vidrio con agua clara, luego echa unas gotas del “sucio brebaje” dentro del vaso; al diluirse la mezcla el agua se pone   turbia. En seguida le pregunta a uno de los espectadores si quiere tomar un  poco, obviamente la persona sorprendida se niega a hacerlo. Entonces el culebrero mete un pequeño crucifijo y un amuleto en una bolsita de tela y lo introduce en el vaso de agua oscura, y con mucho misticismo y convicción se pone a recitar una oración en lengua indígena, algo así como: “ Guachi chamuri salvarati chocha…echa noche e chango y  echo chingo ocha la noche con el chavo del ocho ...”

Luego le pide a una señora que ponga el vaso de cristal en su mano, la mujer tímidamente da un paso al frente y toma el vaso. El culebrero, le pide a ella que con una mano lo sostenga y que con la otra lo cubra  para que el agua no se derrame y que  de un movimiento rápido le dé la vuelta y lo ponga de nuevo derecho. Ella así lo hace y milagrosamente al instante el agua turbia se pone clara y trasparente. El público esta maravillado de la sabiduría del culebrero.

Para intensificar su presentación, le pide a alguien que abra una bolsa de agua  que tiene a mano  y se tome un sorbo de esa agua limpia y fresca, luego le pasa la misma bolsa  a un par de persona más, a quienes les pide que también se tomen un poco, y para reforzar la tranquilidad de las personas, él también se toma su sorbo. Después, toma el frasquito  de su oscuro brebaje y echa unas gotas dentro de la bolsa; el agua lógicamente se torna turbia, y  le pregunta a una atractiva joven del público  si se anima a tomar un poco de esa agua, la joven ríe nerviosamente mientras niega la invitación con un gesto.
Naturalmente,  otros también se niegan a beber ese desagradable liquido, acto seguido  el culebrero toma la bolsa de agua turbia y la va vaciando en el vaso que antes se había aclarado y al ir echándola, ésta  al instante se va tornando cristalina, la gente sigue maravillada la demostración, luego toma el vaso y  rocía un poco de agua dentro de la bolsa y esta también se torna transparente. El hombre ya sudado y sediento por tanto discurso se  bebe por completo el agua de la bolsa mientras habla incansablemente de las maravillas del talismán dentro del vaso que es el escudo contra  los males divinos y terrenales. Y entonces viene el punto central del asunto.

El culebrero sigue su monólogo: “¿Cuánto vale ese mágico amuleto que te puede proteger de todos  los males.” Empieza diciendo que su padre en el Amazonas cobra 100 mil pesos sólo por la consulta, y   70 mil pesos más por el talismán, pero dice que él no está allí para  cobrar la consulta, que únicamente va a cobrar lo del talismán. Es decir  70 mil pesos, le pregunta a  todos los que le pasaron su moneda u objeto personal si estarían dispuestos a pagar esa cifra y sólo una persona bien convencida levanta la mano. Los demás permanecen expectantes, luego dice que no; que él  no va a cobrar esa cifra, que él únicamente va a cobrar 20 mil pesos por la milagrosa piedra. Vuelve a preguntar a las “personas que tiene atadas” a su presentación y sólo tres alzan la mano. Un cálculo rápido, nos muestra que le convenía más, vender un solo amuleto en 70 mil pesos y no tres en  veinte mil pesos.

Pero como buen comerciante, remacha diciendo que no, que él tampoco va  cobrar esa cifra, mientras repite que su papá en el amazonas cobra 170 mil pesos,  dice: “Yo a los que me pasaron esos objetos con buena fe, sólo les voy a cobrar lo que valen cinco cervezas, es decir 10 mil desvalorados pesitos.”  Pregunta quién va llevar el talismán por ese precio y está vez el resultado es mucho mejor: cerca de veinte personas levantan la mano en señal de afirmación, luego procede a entregar el talismán de la buena suerte en la mano derecha cerrada mientras que  con la mano izquierda le pasan el dinero, al mismo tiempo que pide que le digan: “Indio no te pago, sino que te regalo estos diez mil pesos.”  Y finaliza la entrega con una oración en lengua desconocida.

Como el hombre ya se  mueve en su terreno, vuelve a preguntar: ¿Quienes quieren llevar el talismán y no tienen los diez mil para pagarlos?, unos pocos alzan la mano, entonces el culebrero  dice: “Como mi intención es ayudarles entonces se los dejo a 5 mil pesos.” Con lo cual consigue vender algo más. Para rematar su función ante la expectativa de los que adquirieron el amuleto dice con voz profunda y llena de convicción: “Yo sé quien de ustedes tiene una enfermedad venérea que no ha podido curar en seis meses, se quien tiene un hijo desaparecido, se a quien le están haciendo una hechicería, y a quien y con quien le están poniendo los cuernos.”

El morbo de la gente crece en atención,  pero el culebrero afirma que eso no la va decir en público, en vez de eso termina el acto invocando  una oración y haciendo la señal de la cruz, la gente lo imita. Luego dice que esas cosas son privadas, y que si quieren  saber lo que tienen que hacer  lo acompañen a su consultorio provisional en un hotel de la ciudad. La gente que le compró el amuleto lo sigue, mientras su ayudante recoge toda la parafernalia usada en el acto de pescar clientes. El ayudante devuelve los objetos y las monedas a aquellos que no compraron el amuleto y arroja por el piso del parque las monedas que sobraron en el vaso y que nadie reclama. Una señora que presenció todo el espectáculo se siente temerosa de tomarlas, pero una inocente niña recoge las monedas del suelo, completa mil pesos y veo que sale corriendo feliz  a  comprarse un helado de crema.

Para terminar mi  resumen de este típico suceso callejero, me atrevería a afirmar que bien podrían los estudiantes de secundaría realizar un ejercicio de química en el que manipulen algunas sustancias para obtener resultados como en el acto del culebrero. También podría asegurar que el hombre no los estafó, simplemente les ofreció FE y ellos compraron. Pero lo qué sucedió en  la consulta privada con el culebrero, a mí también me gustaría saberlo.

John Montilla
Esp. Procesos lecto-escritores.