jueves, 28 de diciembre de 2017

Apuntes tragicómicos sobre el desastre de Mocoa

Por. John Montilla 

El dolor y  la tristeza  que nos dejó la tragedia lo sabemos casi todos,  pero que en medio de eso existan hechos que hoy  uno pueda  encontrarle cierta gracia, creo que valen la pena de ser contados.




FUERA DE LUGAR

La tarde siguiente al día de la tragedia, como ya estaba oscureciendo  muchas personas andaban en búsqueda de elementos  para alumbrar; el problema era que no habían tiendas abiertas, por eso varias personas coincidimos en un pequeño local, cuya propietaria es una persona de tradiciones religiosas muy arraigadas, por eso mientras comprábamos fósforos, encendores, velas y baterías para las linternas, ella nos decía que todo lo ocurrido eran designios de Dios. En esas estábamos cuando ingresó a  la tienda una dama de la “vida alegre” y con todo el  desparpajo del mundo  preguntó: ¿Vecina, tiene condones?, la señora puso cara de asombro, se santiguó  y le dijo: “Que te vas a poner a pensar en esas cosas ahora; hay que guardar duelo, hay que orar.”… Entonces la otra le respondió de forma descarada: ¡ Que hps, también hay que pichar.”  Y se fue.


HINCHA FIEL

Nacho es una persona muy popular en Mocoa, hincha furibundo del América de Cali, me lo encontré un día después de la noche de la tragedia; nos saludamos de manera efusiva, pues cada encuentro era un motivo para alegrarse. Luego el hombre me dice: “Anoche nos fue bien.”   Y yo que estaba enterrado en el barro hasta las rodillas; con asombro le pregunto: ¿Cómo así  ?, y Nacho con toda la inocencia  del mundo me responde. “Anoche ganamos.”  … yo simplemente le dije no me jodas con eso ahora.


ARROZ CON HUEVO

En el caos que se armó con el desastre, a unas personas que fueron a visitarnos a la casa, les dimos de comer arroz y huevos con azúcar,  ni nosotros nos dimos cuenta, ni ellos nos lo dijeron. No hubo tiempo para delicadezas.


REMEDIO

Una de las secuelas de la tragedia fueron las enfermedades, entre ellas las de la piel ya sea debido al continuo contacto con el lodo y el agua no potable que  se tenía que usar, de ahí que la aparición de sabañones y hongos en los pies fue  muy natural.  Lo que no era común fue la receta que le escuché a alguien recomendarle a otro para curarse los hongos: “Echate brilla metal, a mí se me quitaron con eso.”


TENDERO MALGENIADO

A un ex vecino, quien era  tendero, parecía que uno fuera a pedirle regalado, cuando iba a comprarle, y si te faltaban 100 pesos, el hombre ponía una cara que uno prefería ir a buscar lo faltante, que quedarle debiendo. Un par de meses antes de la tragedia se había ido a vivir a uno de los barrios de Mocoa que fueron arrasados por la avalancha. Todos lo dábamos por muerto, por eso cuando tres días después de pasado el desastre me lo encontré en la calle, sucio y lleno de barro; y a pesar del mal genio del hombre, no pude resistir y le di un gran abrazo por el reencuentro.



PUERTAS ABIERTAS

A un amigo que estaba bastante furioso le escuche está frase: “Que el diablo se lleve a esos hps que el día del desastre en Mocoa cerraron sus puertas para no dar refugio a la gente que lo buscaba, pero que las abrieron de par en par cuando llegaron toneladas de ayuda, y que luego cuando se llenaron, las volvieron a cerrar. ¡ ?$*#%h"*#*ps !". ”


CHARLA EN LA PANADERÍA

La señora que estaba colocando los panes en la vitrina decía: " *M... sí sabía ordenar los panes , le quedaban bien bonitos en la vitrina." Ella estaba hablando de una de sus familiares que falleció en la tragedia de Mocoa. Luego agregó: " Me gustaría que viniera de nuevo a ordenarlos por mí." Ante ello, la mamá de la finada dijo: "¿Qué harías si viene una noche y los encuentras puestos en la vitrina ?, La señora sin pensarlo dos veces respondió : "Entonces le dejaría trabajo todas las noches." ... y se pusieron a reír espontáneamente de una forma alegre; pero luego agregó la mamá con una gran carga de nostalgia: "Pobrecita mijita, ella ya trabajó, dejémosla que descanse en paz." ... Yo no pude evitar opinar que me parecía bien que recordaran con alegría a su ser querido.  



EL HOMBRE DE LOS ZAPATOS

La noche de la tragedia en horas de la madrugada vi a un señor caminar descalzo entre las anegadas calles de la ciudad; cuando  le ofrecí un par de zapatos, él declinó mi oferta diciendo: "muchas gracias pero yo soy comerciante de zapatos, en el hotel tengo varios". El problema fue que a esa hora  ninguno de los dos sabíamos que el agua había arrasado el hotel donde se había hospedado.



TIPS PARA UN BAÑO CON TAZA

Como nos tocó bañarnos por varios días con taza o totuma, algunas personas sugirieron una pequeña lista de recomendaciones para tener en cuenta:
-Hay que empezar a echarse agua en los pies y subir progresivamente, así hace menos frío
-Hay que conseguir  una pequeña  taza  para no emocionarse al echarse agua  y quedar con el jabón en la piel.
-Alguien sugiere que es mejor echarse el agua sin pensarlo dos veces para que  no le haga mucho frio
- Hay que mojarse con poca agua para que le sobre bastante para poder enjuagarse el jabón.
-Alguien más  práctico sugiere empezar por la cabeza a pesar del frío , y mantener la postura erguida para poder aprovechar el agua al máximo.


PUBLICIDAD MOJADA

Un texto que leí  sobre Mocoa, hablaba de un local llamado "Billares el Diluvio", esto me llevó a investigar un poco y encontré que muchos negocios de ayer y de hoy en Mocoa tienen un "campo semántico" muy relacionado con el agua. Ejemplos: Bar el Volga, Bar Danubio Azul, Discoteca el Niagara, Bar Sirena Azul, Bar la última lagrima, Lluvia de Moda y no podía faltar un negocio paisa que se llama el Gran Vendaval.


DISCUSIÓN

Un  conductor me refirió el siguiente episodio. Había mucha gente con la necesidad imperiosa de llegar a la ciudad ; entre los pasajeros venía una pareja, en la cual se notaba con mayor nerviosismo  al señor; quizá por esa misma ansiedad,  la señora al notar eso le había dicho de forma grosera al señor:: “ ¿Qué te pasa ? … seguramente estas preocupado en que le pudo haber  pasado a  alguna de tus mozas.”



JUEZ DE CANOTAJE

Entre la ropa que llegó como parte de las ayudas para mi gente de Mocoa, había un chaleco de color rojo, nuevo, con etiqueta incluida  y con un letrero  a la altura del corazón que decía: "Juez de Canotaje". ¿ A quién diablos se le habrá ocurrido enviar un elemento así,  ante la magnitud de la emergencia  que estábamos sufriendo ?



CARGAR EL CELULAR

Nunca habíamos sentido tanto la necesidad de comunicarnos, el problema era que  casi no  había donde recargar los celulares, por eso en  las primeras horas del desastre algunos hicieron negocio con ello. Alguien refiere lo siguiente: “Unos lagartos me cobraron tres mil pesos, y como andaba mal vestido, sucio, lleno de barro y  con botas de caucho me miraron  primero y me cobraron por adelantado,  él sentencia:  Dios se encargará de toda esa gente avara que se aprovecha de la necesidad de los demás.”





LA MUERTE TE DA SORPRESAS

En la búsqueda de crónicas de la tragedia de Mocoa una amiga me contó esto: "No hace mucho le encontré por casualidad unas cartas a mi nieta, las había escrito para *Angelita* , una de sus amiguitas que falleció en la avalancha." Ella dice: " Esto me dio una profunda tristeza." El hecho me llamó la atención y le pregunté si me permitía acceder a esas cartas y si me podía contar algo sobre el trágico episodio de la niña, me dijo que sabía poco, pero que conocía a alguien que me podía contar la historia. Le agradecí el dato , y me fue fácil encontrar a la persona referida; cuando la contacté, lo primero que le pregunté fue si conocía a *Angelita*. La respuesta que ella me dio, me estremeció de pies a cabeza: 
"Sí", dijo "ella murió junto a mi madre." 
A ambos se nos aguaron los ojos.



 ABRAZOS DE ABRIL

En abril vi a muchos vecinos darse esos abrazos 
que sólo se guardan para repartirlos en año nuevo.


LLUVIA EN MOCOA

Llueve y cada gota en el tejado 
es una piedra en el corazón.



John Montilla. Esp. Procesos lectoescritores
jmontideas.blogspot.com


sábado, 29 de julio de 2017

Renacer

Renacer:  Crónicas de Mocoa



Por.  John Montilla


                                                                      “El roble duerme en la bellota;
                                                                       el ave espera en el huevo
                                                                       ... Los sueños son las semillas de la realidad.
                                                                                                                            James Allen   


Como una semilla guardada brota un pedacito de mi historia de la noche de la tragedia de Mocoa.







A pesar de que íbamos huyendo ya con el agua hasta la cintura,  mi hermana, quizá por el susto debido a la increíble  circunstancia que estaba viviendo,  aún no era consciente de la magnitud de lo que estaba sucediendo;  por eso no me causó extrañeza que en esos vitales minutos de angustia me dijera:  “Olvidé cerrar la  puerta del apartamento”. Yo  para tranquilizarle en algo el nerviosismo simplemente le respondí: “No te preocupes, más tardecito la vengo a cerrar.” Mientras la agarraba más fuerte de la mano, y la forzaba a apresurar el paso por entre las lodosas aguas.

En esos instantes  de miedo, por todas partes miraba gente correr desesperada buscando evacuar la zona; segundos atrás mi hermana había perdido uno de sus zapatos, y por simple inercia habíamos volteado a ver, pero no nos detuvimos, al contrario, aceleramos la marcha;  cada uno con sus pensamientos, mi hermana pensando en que aún tendría casa, y yo con la certeza de que no había esperanza esa noche  después de lo que había presenciado al estar parado en medio de tenebrosas aguas y a quince metros  de un puente, minutos antes que pasara  la avalancha que devastó la ciudad.

Por fortuna, cuando las aguas desbordadas pasaron por ahí,  nosotros ya estábamos un poco distantes; pero no fue si no hasta la madrugada que nos atrevimos a ver los estragos que había causado en el sector donde vivía mi hermana; el resultado era catastrófico: Todas las casas del sector habían desaparecido desde los cimientos. Lo que antes era una concurrida calle, había quedado convertido en playa; contar todo el caos, el dolor y la desolación que allí se sufría, no es una cosa fácil de describir, por eso de todo este doloroso  evento, me voy a detener en un minúsculo episodio, que es la razón de este breve escrito:  








Pocos días después de ocurrida la catástrofe, en la casa de un vecino que quedó destrozada y llena de barro, comenzaron a germinar unas semillas de maíz,  arrastradas de que quien sabe dónde,  los delicados brotes estaban creciendo en un cuarto y por entre los restos metálicos de lo que alguna vez fue una cama, la naturaleza que había causado la tragedia volvía a manifestarnos su lado más tierno.

De igual manera, no hace mucho, en lo que era la vivienda de mi hermana y local de negocio familiar, miré que había crecido y dado frutos una pequeña mata de tomate. La planta a pesar de su tamaño tiene unos frutos grandes y en muy buen estado. Sin pensarlo dos veces decidí trasplantarla, ponerla en una matera y llevarla a casa.  Los frutos aún están verdes, al igual que el recomenzar de mis paisanos de  mi pueblo, pero espero que tanto los frutos como los sueños de mi familia y mi gente de Mocoa crezcan y maduren. Mocoa tiene que renacer, la naturaleza nos vuelve  a dar buenas señales.





John Montilla: Texto y fotografías

jmontideas.blogspot.com 

miércoles, 19 de julio de 2017

“Igor” vuelve a casa. Crónica

“Igor” vuelve a casa.  Crónica


Por.  John Montilla

Nadie se  imaginó que un  sencillo y tedioso viaje para un gatito, se convertiría en una odisea que tardaría casi unos seis meses en culminar.




Yo diría que IGOR es un gato cualquiera, lo que lo hace especial, es ser el consentido de un  niño, que por circunstancias que no vienen al caso,  se fue a vivir de Mocoa a la ciudad de Pasto; pues bien a la hora del trasteo, el gato no fue incluido en primera instancia; lo cual generó un pequeño caos familiar cuando el niño reclamó su mascota preferida; razón por la cual se tomó la decisión de llevar lo más pronto posible al animalito hasta el nuevo hogar.



Lo que nadie se imaginó fue, que este aparentemente, sencillo y tedioso  viaje de IGOR  hasta Pasto, la tierra del Galeras, se convertiría en una odisea que tardaría casi unos seis meses. He aquí los hechos:

A mediados de un diciembre, hace unos años atrás,  a IGOR se le acondicionó una caja de cartón y se lo metió en ella  para que viajara en la parte trasera de las tradicionales camionetas  que hacen el recorrido por la peligrosa vía Mocoa- Pasto. Todo iba bien hasta que en el punto denominado Las Planadas,   a unos 15 minutos de Mocoa; seguramente asustado por el encierro y el traqueteo del automotor, el gato había destruido su improvisada jaula y se dio a la fuga. De la cual dieron aviso unos pasajeros que iban en la parte trasera del vehículo.


El dueño hizo detener la camioneta, para intentar atrapar al felino, pero la tarea era complicada  porque el asustado animal se interno en los matorrales y  no prestó atención a los llamados del amo, además los pasajeros y sobre todo el conductor apremiaban para continuar el viaje; resultado tras unos infructuosos pocos minutos por capturarlo, no tuvo más remedio que abandonarlo a su suerte, no sin antes dejarlo recomendado a unos vecinos que en esos instantes atinaron a pasar por el lugar, con la promesa de una recompensa si lo atrapaban y se lo cuidaban. Conclusión el consentido animal quedó abandonado a su destino en el bosque.

El problema venía en la excusa que había que dar para explicar la pérdida del animal a su pequeño amo. Según me cuentan se le dijo que el animalito se había conseguido una pareja porque quería tener gatitos y que por eso se había ido de casa. Al parecer esto y la promesa de uno de los gatitos lo convencieron.

En Enero, de regreso de vacaciones, el dueño - que entre otras es un amigo- fue a darse una vuelta por el lugar y a preguntar por el animal, algunos vecinos, especialmente unos niños dijeron haber visto un gato merodear por esas vecindades. Entonces él decidió  levantar la recompensa si lo atrapaban, o si le daban información de él.

Una semana después volvió  por el lugar con una bolsa de comida para gatos, y se encontró con que un niño había atrapado un felino, pero cuando fue a verlo resultó que no era el que buscaba; sin embargo les dejo un anticipo de recompensa, así como también la bolsa de concentrado para que le dejen al alcance  por si lo veían. Pero a pesar de varias visitas que hizo al lugar, las pesquisas parecían no dar resultado.


Las fotografías que existían del gato  en sus buenos tiempos, se habían perdido  cuando al computador de mi amigo  fue atacado por un virus y en el proceso de reparación del sistema, esa fue una parte de la información que se perdió. Así que ni modo de repartir su imagen entre la gente de la vereda para que lo reconozcan.

Dos meses después, una agradable mañana de un sábado, fui invitado por mi amigo para que lo acompañara  a dar una vuelta por el lugar; total lo tomé como un pequeño paseo.  Preguntamos  en diversas partes, nos internamos por senderos, con el temor de que nos sacaran corriendo o nos atacaran los perros de las diversas fincas, afortunadamente la gente fue muy amable y cordial, unos vecinos nos dijeron que efectivamente había un gato extraño en el sector, que a ratos aparecía por diversos sitios, que se comía la comida de los perros, los cuales lo correteaban constantemente, por lo cual era muy arisco  y difícil de acercársele.

En una casa nos dijeron que habían atrapado al susodicho gato, pero  con el temor de ser heridos por el animal, no lo habían atado bien y este se les había fugado, además el perro de ellos lo había correteado y desde entonces no regresó por esos lados. No obstante dejamos repartiendo concentrado para gatos en varias casas y dejamos un número telefónico para que llamen en caso de que ellos tengan alguna información.

Casi tres meses después y luego de varias pesquisas y rondas sin resultado, mi amigo se estaba dando ya por vencido, (no olviden que un niño reclamaba con insistencia su mascota), cuando por coincidencia de un trabajo hizo amistad con el celador de la escuelita de la localidad, quien  hizo de intermediario con los niños del sector para difundir la voz de la infructuosa búsqueda, hecho que ayudó a mantener viva la  ilusión de recuperar al animalito que tristemente vagaba solitario por el sector.

Ahora eran más las personas que sabían que había un “gatico” de la ciudad extraviado por la vereda, hasta que un buen día llamaron de urgencia al dueño diciendo que el felino, estaba en determinada parte, mi amigo que afortunadamente tenía tiempo libre en ese instante, se apresuró a llegar hasta allí, no sin antes llevarse una bolsa de concentrado para gatos. Cuando llego al lugar que le indicaron, no fue sino llamarlo por su nombre y el animalito, cuatro meses después de haberse perdido reconoció  y corrió hasta los brazos de su amo.

Por tanto todos los esfuerzo realizados, habían valido la pena y mi amigo llamó a casa para dar la buena nueva, obviamente el pequeño propietario del animalito se sintió muy contento de recuperar su mascota  después de tanto tiempo de ausencia.

Sin embargo, surgió  otro inconveniente: ya no había suficiente espacio para cuidarlo mientras hallaba la forma de enviarlo a Pasto; ya que mi amigo ahora vivía  solo en un pequeño apartamento, por lo cual decidió dejarlo provisionalmente en su taller de trabajo, se le adecuó una caja de arena y por las tardes iba, y le dejaba su ración de comida y agua; pero acontece que de dicho taller  habían otras personas que también tenían entrada, pero que rara vez iban, pues parece ser, que fueron justo cuando  IGOR estaba allí, y no se sabe si lo ahuyentaron a  propósito o dejaron la puerta abierta, lo cierto fue que el animalito después de tanto esfuerzo por recuperarlo se volvió a perder; esta vez en el centro de la ciudad de Mocoa.

Recuerdo claramente las palabra de mi amigo cuando me refirió el hecho: ¡ No sabes lo que pasó: el gato se volvió a perder !, hombre dije yo, eso si es mucha mala suerte. Sin  embargo vuelve y juega la búsqueda: a preguntar por el sector, unos dijeron que lo vieron durmiendo por las escaleras de la casa de la cultura, otros que  lo vieron saltar por los tejados de la alcaldía, y no falto quien diga  que se lo vio cruzar por los  patios de la iglesia  con rumbo  a las orillas del Río Mulato. Lo cierto fue que su rastro se perdió completamente.

Imagínense la frustrante llamada a casa para decir esta infortunada noticia, ¿Qué excusa darle a un niño que había esperado tanto tiempo?, total no hubo más remedio que hacerlo; “este gato se me esta convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza” dijo mi amigo, “me va a dañar hasta el matrimonio”. Y a pesar de todo no hubo de otra que echarle tierra al recuerdo de IGOR.

Pero, el asunto no termina aquí; casi dos meses después de la huida de IGOR; resulta que el dueño de la casa donde antes residía mi amigo, que entre otras es todo un “caballero”,  y quien conocía el asunto, un día lo llamó para decirle que en la vecindad hay un gato que todas las  noches llega a maullar al tejado y que dicho maullido “le parecía familiar”, que por que no  se acercaba a dar una vuelta por la vecindad.

No obstante, estar mi amigo un tanto ya  cansado del  tema, decidió una tarde pasar por el lugar y acercarse a su antigua residencia, y cual no sería su sorpresa cuando justo a la entrada de ella se encontraba IGOR, como si  estuviera esperando como en los viejos tiempos a  que él, le abriera la puerta. Otra vez él lo llamó y el fiel animalito instintivamente corrió otra vez hasta su amo de siempre, ¿Cómo llegó el gato desde el centro hasta un extremo de la ciudad? Esa es la pregunta que aún nos hacemos, si ese recorrido no lo había hecho nunca.

Lo cierto fue que casi seis meses después la odisea de  IGOR llegaba a su fin, y fue embarcado esta vez con mayores precauciones y  rápidamente, para que culmine  su frustrado viaje a Pasto, donde unos cariñosos brazos lo estaban esperando.




(Adenda: las tres últimas fotografías corresponden a IGOR después de haber sido recuperado tras cuatro meses en el bosque, con un aspecto y un pelaje casi completamente  diferente a su original)

John Montilla: Texto y Fotografías. 2008
jmontideas@hotmail.com





miércoles, 21 de junio de 2017

Difuminado

Difuminado

Por. John Montilla





                                                                                   ***

                                             El ciclo de la vida en imágenes.























































 John Montilla. Fotografías
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jueves, 15 de junio de 2017

Tres sillas

Tres sillas

Por. John Montilla


Anécdota sucedida durante una jornada de clase.



Estábamos en las primeras semanas de inicio de año escolar,  periodo en el cual es normal, el movimiento de nuevos estudiantes; por lo general unos llegan y otros se van. Esta es una de las cosas maravillosas de la profesión docente siempre hay  personas especiales  por conocer y hecho memorables de recordar, he aquí uno de ellos.

La clase de inglés había comenzado hacía  más de quince minutos, cuando un joven, llegó hasta la puerta del salón y me llamó. Yo fui a atenderlo y él en pocas palabras me dijo, que era nuevo en el colegio, que ya había hablado con los directivos y   había sido asignado a ese grupo, y me pedía que le permitiera entrar.

Por supuesto que le dije que sí; pero una cosa maluca al comienzo de año es el déficit de mobiliario para los estudiantes; generalmente no hay suficientes mesas y sillas  disponibles para ellos. Le hice saber eso: “Pasa y te acomodas en lo que encuentres por ahora, luego vemos que se hace.”

El joven entro al aula, saludó de forma cordial al grupo; algunas voces dijeron que en la parte de atrás del salón había unas sillas libres. El chico fue hasta allá y esto fue lo que se encontró:

Había tres sillas disponibles pero ninguna estaba completa: a una le faltaba el asiento, a otra le faltaba la mesa y  a la tercera le faltaba el espaldar. El joven más que molesto, estaba perplejo y no sabía si  enojarse o echarse  a reír; por supuesto que el resto del grupo no pudo reprimir una carcajada  al percatarse de la tragicómica situación; la clase se fue al traste. Mientras el recién llegado, me dijo: “Profe, yo mejor voy a hablar con el coordinador para que me colabore”. Y de forma tranquila se retiró del salón”.

Es una pena que nuestros estudiantes tengan que pasar a veces por este tipo de circunstancias.
                                       
                                                               


                                                                                 ***


                                                                        ***

Postdata:  ¿Usted amigo lector cual de las tres sillas elegiría ?


John Montilla. Texto e imágenes.

jmontideas.blogspot.com


martes, 6 de junio de 2017

Colcha de retazos

Colcha de retazos

Por. John Montilla

Pedazo a pedazo construí el siguiente articulo:


A raíz del desastre ocurrido en Mocoa, la solidaridad de Colombia y el mundo no se hizo esperar, de ahí que diversas formas de ayuda llegaron a la ciudad: comida, medicinas,  agua, entre otras y también ropa, mucha de la cual era nueva o en su defecto de segunda pero en muy buena condiciones, pero también se pudo evidenciar que llegó mucha ropa vieja y bastante deteriorada. Otra resultó manchada, rota, sucia e inservible, pero aparte de esto también hubo algunas particularidades como las siguientes:

Llegó mucha ropa ajada de uniformes de colegios de diversas partes del  país, zapatos incompletos o el par pero para el mismo pie, zapatillas taco puntilla de ocho o más centímetros, botas como de esas de bailarinas de cabaret, pero entre  los casos más estrambóticos que se vieron estuvo una tanga brasilera talla XXXL, de color  morado encendido adornada con bellos encajes; Incluso se vio hasta un sombrero mexicano el cual llegó a las manos de una señora que le gusta cantar y que luego usó en una fonomímica  durante un programa de recreación que se organizó en uno de los albergues de los damnificados. También hubo gorras militares, y un “kepis” de la policía nacional.



Alguien encontró tres corsés de distintas tallas, de esos que vienen con muchos broches con varillas incluidas como los que se usaban en la edad media, apropiadas como para dar un talle al estilo Blancanieves. Aunque lo bueno fue que dichas prendas, que parecían completamente fuera de lugar,  encontraron dueño en pleno domingo de ramos, cuando la persona que los tenía miró a una señora llorando y a la vez más que orando gritando a los aires en forma dramática: “Gracias Dios por tenernos con vida” “Gracias Dios por darnos otra oportunidad en la vida.” (La señora era una sobreviviente de la masacre del Tigre, ocurrida en  1999). Esta circunstancia llamó la atención de la persona que tenía los susodichos corsés, y  tras una corta charla, en cierto momento hablaron de esas prendas y cuando la señora en mención, las vio dijo sin dudar: “´Démelas, por favor que yo si me las pongo, porque todas mis fajas se me perdieron con la avalancha”.

Pero entre las cosas más excéntricas que se vio, estuvo  un vestido de novia de color azul cielo, con lentejuelas blancas y tul estilo princesa,  manga bombacha   y  manga tubo, largo hasta  los tobillos,  el cual llegó con la etiqueta de precio incluida: 109 mil pesos; ¿A quién diablos se le ocurre que la gente pensará en casarse en  medio de una catástrofe?

Aunque este vestido, bien podría haber servido para adaptarlo, para que lo  usara una niña, a quien  de manera humilde pero sincera, le celebraron su  cumpleaños número 15 en un uno de los albergues de damnificados. En esa significativa fecha  la cumpleañera lució un sencillo traje que una alma caritativa le consiguió, y luego bailo el vals “Danubio Azul” con quince improvisados edecanes: agentes de policía, voluntarios de la cruz roja, funcionarios de la oficina de riesgos y desastres, y algunos jóvenes vecinos  de  carpa en bermudas y camiseta, incluso un señor en muletas, hizo parte del ceremonial de manera simbólica durante unos segundos; luego se repartió una torta únicamente entre los niños, no alcanzó para darle a los adultos.

A una de mis sobrinas que únicamente quedó con las sandalias que tenía puestas; al otro día del desastre logré conseguirle un par de zapatos deportivos; cuando ella se los fue a poner se pegó tremendo chuzón, porque había clavada una gran tachuela en uno de ellos; luego cuando con unos alicates intentaba sacarla, no pude evitar que se me aguaran los ojos, porque en ese momento tomé conciencia de la miseria que debía sentir la gente al saber que habían perdido todas sus pertenencias.

En una jornada en que estaba colaborando en la entrega de  ayudas en ropa y frazadas miré como casi todo el mundo pisaba y trataba como trapero viejo a una colcha de retazos que estaba tirada en el piso; la mayoría de gente que estaba mojada y con los zapatos untados de lodo, le echaba mano a las cobijas y sábanas, pero a la pobre colcha nadie la determinaba porque estaba húmeda y manchada de barro; le dije a una señora: “Llévela, está buena; de todo lo que hay aquí para mi es una de las cosas más valiosas,  pues es una pieza artesanal.” La doña no me hizo caso, y yo me quedé pensando que quizá en algún distante  pueblo, alguna abuela con el corazón roto por nuestra tragedia, se desprendió con pesar  de ese objeto que con tanto cariño habrá elaborado, y entonces la recogí, la colgué sobre una silla, y como nadie decidió acogerla, al final decidí tomarla y llevarla a lavar a la finca de los abuelos.

Pero una de las cosas más singulares de las que puedo dar fe es la siguiente: en otra tarde de trabajo voluntario, en las que estábamos repartiendo la ropa que llegaba por montones, en medio de ese mar de trapos encontramos un chaleco rojo, nuevo, con etiqueta incluida y con un letrero a la altura del corazón  que  decía : “Juez de Canotaje”, confieso que eso me llamó mucho la atención y  a pesar del barullo en que estábamos a eso de las seis de la tarde, no pude evitar encontrarle gracia y reírme a carcajadas, ¿ A quién diablos también se le  ocurre enviar un elemento así ante una emergencia en la que estábamos ?, luego sin pensarlo dos veces,  a pesar de que era un poco chico para mí , lo cogí y me lo puse, al instante quedé impregnado con un aire de autoridad de funcionario importante, y  le dije a la gente en voz alta, mientras me  señalaba el pecho para  indicarles  el letrero “Ahora yo soy el Juez”, “Vamos a ponerle orden a esta vaina”, quizá alguien en algún lugar del país pensó en que era necesario  hacer sentir la autoridad en medio del caos en el que estábamos naufragando, y por eso había enviado un chaleco de juez, aunque sea sólo de un simple “Juez  de Canotaje”.









John Montilla. Texto y Fotografías
 jmontideas.blogspot.com