“La raza humana tiene un arma
verdaderamente eficaz: la risa.” N.N
EL MALETÍN
EL MALETÍN
Hace varios años viajábamos con
un grupo de compañeros de colegio a una actividad que teníamos planeada para
recoger fondos para nuestro curso. De repente en un tramo de la vía que va de
Mocoa a Puerto Caicedo nos topamos con un reten militar y nos hicieron bajar a
todos para una requisa de rutina. En aquellos tiempos este tipo de cosas era
cosa frecuente, por aquello del orden público debido a la presencia de los
grupos insurgentes.
El caso es que nos requisaron
a todos, e igualmente nos pidieron nuestros documentos de identificación, así como también nos interrogaron sobre
nuestra procedencia y actividades; hasta ahí todo normal, pero la cosa se
complicó un poco cuando a uno de los militares superiores le pareció sospechoso
el maletín de una de nuestras compañeras: Este tenía prácticamente el mismo
color y diseño de los que tenían los soldados que allí estaban, y entonces
empezó el interrogatorio a la dueña, y esta no se amilanó y de una saltó al
ruedo a defender su pertenencia, por algo le decíamos “la paisa” y una cosa que
no le faltaba era carácter, así que en el tira y afloje que se armó demostró el
porqué la habíamos escogido como nuestra líder.
El teniente le dijo que le iba
a decomisar el maletín porque era de uso exclusivo de las fuerzas militares, y
“la paisa” le reviró que ella lo había comprado en un almacén, que ese no era
problema de ella, que esas cosas se podían comprar en cualquier parte. El caso
es que el militar se puso muy serio, y le dijo a nuestra compañera que ya
estaba levantando la voz: “que el maletín se quedaba y que si ella no se
calmaba también se iba a quedar.” Viendo
el caso ya perdido, nosotros decidimos tratar de convencer a nuestra compañera
que dejarles el objeto de la discordia era lo más conveniente y que mejor nos marcháramos
pronto de allí.
Entonces de algún lugar
apareció una caja de cartón y “la paisa” llorando de rabia procedió a acomodar
sus pertenencias, algunas de nuestras compañeras se pusieron a ayudarle en la
tarea de ir sacando los talcos, potes de crema, shampoo , maquillaje, calzones,
y el resto de ropa; algunos de los soldados disimuladamente se reían del drama
de nuestra compañera, mientras el mandamás se mantenía inflexible en su puesto
viendo como poco a poco el maletín iba quedando vació, cuando de pronto ocurrió
lo inimaginado por ninguno:
Sin saber de dónde, apareció
en la mano de “la paisa” una tijera, y de un súbito corte rasgó el maletín
prácticamente en dos al tiempo que decía: “Ni para Dios, ni para el diablo.” y
siguió dando tijeretazos hasta que convirtió al maletín en una piltrafa, lo
dejó tirado en el piso, terminó de acomodar sus cosas en la caja, y muy digna y
furiosa se subió al bus. El militar se quedó imperturbable en su sitio,
mientras que los soldados, luchaban por disimular su risa y sorpresa.
Ya de nuevo viajando en el
bus, todos nos reíamos a carcajadas de la jugada, “la paisa” no podía evitar reír
y llorar al mismo tiempo.
***
El COSTAL DEL CAMPESINO
***
Cierta vez en el reten de la
policía que hay junto al aeropuerto en Villagarzón al bus en que viajábamos le
tocó detenerse para una requisa de rutina. A todos nos requisaron los equipajes
de mano, y luego procedieron a revisar las bodegas. En esas estaban, cuando en
la bodega de la parte trasera apareció un costal con un resto de ramas y otras
cosas un tanto sospechosas.
Inmediatamente, un agente de
policía comenzó a preguntar:
¿Quién es el dueño del costal?
Entonces de entre el montón de
pasajeros surgió un humilde campesino, con sombrero y botas de trabajo y le dijo:
“Eso es mío señor, son unas
cositas que traigo de la finca para ir a vender al mercado.”
El policía siguió
preguntándole, porque quería asegurarse de lo que llevaba el señor. El campesino, con voz pausada y con toda calma
le dijo que eran unas hierbas y remedios del campo, y unos pocos productos de
la finca, y le pidió que por favor no vaya a meter las manos en el costal.
Pero al policía le pareció
sospechosa la petición del campesino. e hizo caso omiso y metió las manos en el
costal, para al instante pegar un grito y retirarla de un sacudón. Mientras el
campesino, con toda la tranquilidad del mundo le decía:
“Yo le dije, que no metiera la
mano señor agente, ahí también llevo unas matas de ortiga.”
El policía se retiro azarado y
con su mano enronchada por la urticaria corrió a buscar agua para refrescarla. Mientras
que algunos de los pasajeros no pudieron evitar reírse de su mala fortuna
***
LA MALETA PESADA
LA MALETA PESADA
En otra ocasión en el mismo
reten que hay junto al aeropuerto en Villagarzón, también nos tocó detenernos
para otra requisa de rutina.
Cada uno pasaba su equipaje
por el puesto de requisa, y un agente se ofreció a ayudar a levantar la pesada
maleta de una compañera que viajaba con nosotros. Al policía le pareció un
tanto sospechoso el peso de la maleta, y procedió a revisarla con cuidado y se
llevó su sorpresa cuando descubrió que contenía dos pesadas piedras envueltas
entre la ropa; el hombre levanto la cabeza para decirle algo a la propietaria,
pero uno de mis compañeros de manera rápida, le hizo un gesto para que se
quedara callado y le dijo en voz baja que era una broma. Que se las habían
metido allí cuando estaban esperando el transporte y ella la había encargado un
momento para ir a traer algo que había olvidado. El policía dibujo una sonrisa cómplice
en su rostro, la cerró y procedió a devolverle la pesada maleta a su
dueña.
Dicen que las benditas piedras
llegaron hasta la ciudad de Pasto. Quizá la dueña aún las tenga de recuerdo.
John Montilla. Texto y fotomontajes.
Imágenes tomadas de internet
28- XII- 2019
jmontideas.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario