Por:
John Montilla
Las
primeras palabras que escuché sobre el evento fueron éstas: “La gente anda como
loca corriendo porque dicen que se viene una avalancha”, salí a la calle y en
efecto vi que había bastante gente afuera, casi todos en un gran estado de nerviosismo
y ansiedad. Me acerqué a un vecino quien me aseguró que lo acababan de
llamar y que le dijeron que había un represamiento de un río y que era eminente
una catastrófica avalancha; el problema era que él no sabía cuál de todos los
ríos que circundan a Mocoa (Colombia) era el que podía ocasionar el desastre. Este hecho
era el que tenía a la gente en el dilema de no saber para donde salir
corriendo.
No
era cuestión de alarmar, pero sí de estar alerta; una abuela sabia me dijo que lo primero que
hizo fue abrir el grifo del lavamanos, y como vio que el agua salía clara no
encontró razón para alarmarse. Por mi parte al pasar junto al puente del río
Sangoyaco, con cierta precaución le eché una rápida mirada a las aguas; vi que
éstas bajaban algo turbias pero el flujo de la
corriente era normal; lo cual era un buen síntoma de que no había
posible represamiento. No está de más anotar que hace algunos años hubo el
mismo rumor de avalancha, y en aquella ocasión apenas bajaba un hilo de agua en
el mencionado río, prueba de que algo no andaba bien, por tanto esa vez, si
hubo una razón para que la gente evacuara las zonas aledañas al cauce.
Como
iba camino a una exposición de arte y pintura infantil, pude percatarme de que
había mucha gente desalojando el Barrio San Agustín. La alarma iba creciendo y
cada vez era mucha más la gente que se
movía apresuradamente, y ya el tráfico vehicular comenzaba a hacerse mucho mas
agitado. Con esa incertidumbre llegué al lugar de destino y le comenté de forma discreta a la
organizadora del evento cultural: “Hay un rumor de avalancha y la gente anda
muy nerviosa”, ella me miro de forma seria, lo tomó con tranquilidad, sin embargo
no dijo ni una palabra, yo mentalmente ya me imaginaba lo que podría suceder.
Cuando
la sala de exposición estaba
prácticamente llena, y justo cuando los invitados especiales estaban haciendo sus
discursos de apertura del evento, empezó a crecer el incesante trepidar y pitos de motocicletas y carros que pasaban completamente llenos de
pasajeros y con tremendo alboroto, esto hizo que la palabra avalancha se regara
en voz baja, pero de forma efectiva y en un santiamén la sala quedo
prácticamente desocupada, ante esto una voz prudente se alzo para decir “ los
papás no se olviden de agarrar a sus hijos”. Unos músicos extranjeros que iban
a ambientar el evento también entraron en pánico y no sabían para donde ir,
alguien les dijo que corrieran para donde se dirigiera la mayoría de la gente.
Ya en
la calle el caos vehicular era inmanejable y peligroso, los motociclistas
hacían retumbar sus aparatos; los pitos de motos y carros ante el trancón que se armó en pleno parque
principal le agregaban dramatismo a la situación. Alguien me refiere que el
embotellamiento que se dio al encontrarse los vehículos en direcciones
contrarias era caótico y no había quien ayudara a controlar la situación, ya
que mientras unos iban huyendo de la ciudad otros se adentraban en ella para ir
en busca de sus seres queridos.
Los
nervios hacían estragos: Una señora presa de pánico había dejado tirada su
motocicleta en la vía y le había pedido a una amiga que iba en carro que la llevara a recoger a su hija que estaba en
una fiesta en el otro extremo de la ciudad.
Me cuentan de una señora que resbalo y cayó en plena calle y que un
motociclista le pasó por encima y que algunos ciudadanos que aún mantenían la
calma corrieron a auxiliarla. Igual suerte no corrió otra señora que se desmayó
en plena Avenida Colombia y que nadie se digno a socorrerla pues todo el mundo
andaba en carreras. La dueña de un restaurante me dice que prácticamente echó a
la calle a sus clientes sin siquiera cobrarles la cuenta y que apresuradamente
cerro su negocio para ir en busca de su
familia.
Por
la calle pude observar a muchos niños y señoras llorando; una humilde y
aterrada mujer suplicaba entre lágrimas por un taxi, cosa prácticamente imposible
en ese pandemónium que se había creado; Un testigo que estuvo en el hospital a
la hora del desorden cuenta que vio como más de un enfermo salió despavorido
del hospital mientras ellos mismos se sacaban las agujas y se desconectaban de
sus medicamentos, pues según él, más de una enfermera salió corriendo rumbo al Instituto Tecnológico del Putumayo;
lugar que dicen se llenó de muchos asustados conciudadanos que buscaron ese
lugar como posible refugio ante el inminente desastre. Por su parte alguien que
vive junto a un parqueadero me cuenta que se armó tremendo alboroto cuando los
dueños fueron a sacar a sus vehículos y que ese estrepito le asustó a los
hijos, y que ella pese a vivir cerca a un río, mejor cerró la puerta de su casa
y se puso a orar junto a sus niños.
Una
de mis estudiantes me cuenta que salió con su familia con rumbo a la salida a
Pitalito y que en el camino vio a mucha gente llorando y a unas señoras
desmayadas. Un vendedor de chorizos y pinchos de pollo me dice que el miraba
como la gente se apresuraba en todas las direcciones y que fue testigo de dos
accidentes de motocicletas, y que los implicados en el afán de huir, conciliaron así: “Mañana
arreglamos”. Me cuentan que los hoteles del centro de la ciudad se llenaron de
inesperados e intranquilos huéspedes. Alguien cercano a la familia me dice que
la avalancha le costó 30 mil pesos de una noche de hotel.
Un
familiar que venía de Puerto Asís refiere que justo cuando pasaba por Villagarzón
se dispararon las alarmas y que muchas personas también corrían frenéticas hacia las partes
altas del pueblo; para completar el cuadro los mensajes de texto y las redes
sociales terminaron por llenar de pánico a casi todo el departamento. Por fortuna o por desgracia en pleno apogeo
del pánico colectivo se destapó tremendo aguacero que tuvo la virtud de paliar
un poco el desorden, ya que enfrío los ánimos de los más enardecidos y terminó
por crispar más los nervios de los más asustados.
Afortunadamente
todo se trató de una falsa alarma, y el asunto no paso a mayores. En este punto
recuerdo que alguna vez me contaron que hace más de un par de décadas sucedió
algo similar en la ciudad de Neiva cuando unos borrachos en un carro armaron
tremendo alboroto al gritar por las calles que la represa de Betania había
colapsado, y al igual que acá se había
generado tremendo pánico colectivo, lo que trajo como resultado que a partir de
ese hecho se valorizaran las tierras más altas, prueba de ello, dicen, es que
hoy son los sectores más caros y exclusivos de esa ciudad.
¿Qué
le quedará de ganancia a Mocoa después de este singular suceso? …Primero que
todo, seguir el consejo de las abuelas: “Hay que tener agüita de valeriana en
casa”, y lo segundo: no sabemos. Por lo pronto, nos queda claro que el examen que nos hicieron, para saber cuan
preparados estamos para afrontar una contingencia de esta magnitud, NO lo
pasamos.
John Montilla. Texto, publicado el 30-5-2015
Fotografía: www.flickr .com
Esp. Procesos lecto-escritores
Fotografía: www.flickr .com
Excelente escrito, con su venia lo llevaré al aula para leerlo en voz alta relacionándolo con el cuento "La idea que da vueltas de Gabriel García Márquez, esto se hará en el espacio que tenemos de lectura diaria en la Institución Educativa Valle del Guamuez, La Hormiga. Gracias y éxitos en sus labores.
ResponderEliminarProfe aquí le dejo algunas conclusiones de los estudiantes después de leer los dos escritos:
ResponderEliminarLAURA CAMILA GÓMEZ: A veces la gente se descontrola al escuchar algún comentario, pero uno primero tiene que averiguar bien porque no siempre es verdad. Tenemos que saber bien lo que decimos porque hay gente que lo cree y empieza a hacer cosas de las que después se va a arrepentir.
JULIAN ZUÑIGA: A veces las personas pueden inventar un suceso, comunicarlo y comenzar a jugar al teléfono roto, le pueden agregar o reducir palabras a la idea de la catástrofe.
LAURA CAROLINA RICAURTE: Uno no debe dejarse llevar por los rumores, sin tener pruebas y si llegase a ocurrir algo así, en el momento hay que saber actuar calmada y responsablemente, con seriedad frente al caso, no tomar las cosas a la ligera, ojalá nos prepararan para un momento así.
SERGIO YANDAR: Los rumores no siempre son ciertos, a menos de que vengan de una fuente confiable o lo puedas confirmar tu mismo.
KARINA PARDO: En las dos lecturas la gente no controla su angustia frente a las situaciones planteadas y aunque los sucesos no son reales van creando situaciones conflictivas que si afectan a la población.
JHONNY ALEJANDRO DELGADO: Hasta un pequeño rumor puede cambiar el mundo, debemos ser cuidadosos con lo que decimos para no ocasionar problemas.
En general, la voz del grupo concluye que no estamos preparados para afrontar situaciones en las que se genera pánico colectivo; en nuestro pueblo por ejemplo todos nos sentimos temerosos de que algún día se disparen las alarmas frente al desvío del río Guamuez, sobre todo en ésta época de invierno, sería muy difícil mantener la calma, es más ni la agüita de valeriana nos serviría, por lo tanto después de realizar este análisis el grupo de 9°1 hará una petición formal a las autoridades para que se tomen cartas sobre el asunto, a la vez que nos enteremos de fuentes confiables en cuanto a las acciones que se están llevando a cabo para prevenir esta catástrofe que en La Hormiga está cantada desde hace muchos años, finalmente, esperamos que la negligencia no haga de este rumor una realidad.
Profesora Claudia, primero que todo gracias por leer.
ResponderEliminarMotiva el saber que mi escrito fue llevado a una aula de clases, máxime si fue trabajado en forma paralela con un texto de Gabo para enseñarle a los estudiantes a leer y apropiarse de su realidad.
Esto hace que me comprometa a seguir escribiendo.
Muchos éxitos a usted y sus alumnos.
J.M