Por. John Montilla
Por
estas fechas, el Barrio San Agustín uno
de los más tradicionales y populares de Mocoa, celebró su aniversario 70, y
dentro de las actividades conmemorativas, organizaron otra vez y a su manera su ya característica y particular “corrida de toros”.
La
“fiesta brava” del Barrio San Agustín es especial porque se pretende divertir a la muchedumbre, pero tratando
en la medida de lo posible de no causarle ningún daño a los animales. La jocosa
corrida se realiza en un improvisado y artesanal ruedo construido con guaduas
en las instalaciones del polideportivo
de la localidad, y sobre el cual se esparce aserrín para evitar que los
animales se estropeen en el sólido suelo.
Este
tipo de evento que convoca a una gran multitud
es único en Mocoa. Ante el porqué se organiza en este barrio; nos
atrevemos a hacer dos afirmaciones: Una porque ya es un hecho probado el
carácter solidario, organizativo y de unión de sus vecinos. Lo otro que nos aventuramos a decir es, que quizá
esto se deba a la gran afinidad que tienen muchos de sus habitantes en el
trabajo con el ganado vacuno. Para ello es de recordar que hasta hace unos
pocos años el matadero municipal de la ciudad tenía su sede en el Barrio San Agustín;
de ahí que, tal vez por esa cercanía y por cuestiones del mismo
trabajo varios de sus habitantes son muy diestros en el manejo del ganado. Muchos
de sus veteranos residentes desde niños acostumbraban a observar las frecuentes
peripecias de los vaqueros en la calles cuando se arreaban o llevaban
reses muy ariscas para el sacrificio. Algo de todo eso debió quedarse aprendido
durante el trascurso de los años y que luego derivó en la organización de este
inusual espectáculo para la capital del Putumayo.
Como
se anotó antes la “fiesta brava” del Barrio San Agustín,
afortunadamente no tiene ingredientes de
crueldad para con los animales; sin embargo, no deja de tener su tinte
“morboso”, por cuanto me atrevería a afirmar que la gente no quiere que se le
haga daño al toro, pero “goza y se
desternilla de risa” cuando la bestia
atropella a los audaces e inexpertos que
se atreven a fungir de toreros; cuyo entrenamiento para estas
lides se basa en los años de experiencia en el trabajo como vaqueros, así como
también no pueden faltar aquellos que
muestran su arrojo cuando se han metido entre pecho y espalda más de una
copa que les hace disipar sus temores
para enfrentar con un simple poncho a las más que bravas , ariscas bestias.
Sobre
este punto, se me vienen a la mente las palabras de mi maestro de literatura
española, quien alguna vez afirmó en clase que para los españoles
el momento cumbre de la faena es cuando el toro embiste al torero, según decía él: “Los españoles van
a una corrida porque quieren ver el momento sublime en que al toro hiere al torero”. ¿Será que este es un sentimiento
colectivo universal?, Habría que documentarse muy bien sobre ese tema para
atreverse a dar una respuesta.
No
obstante en la “mansa fiesta brava” del Barrio San
Agustín, hubo momentos riesgosos en los que osados aprendices de toreros
estuvieron a merced de los animales, y contrario a lo que podría pensarse, me
atrevo a afirmar que esos fueron los instantes que más disfrutó la multitud. Muchos
de aquellos momentos de mayor gozo eran motivados por las arengas del animador
del evento y del público que impulsaba a los
valientes a ejecutar sus maniobras
más atrevidas frente a los animales. Otro apunte que no puedo dejar
pasar sobre este evento es el hecho de tirar una pesada oreja de res de un lado
a otro; la intención en si es sólo una: tratar de que le caiga encima a algún
parroquiano que este descuidado. Esta acción lejos de perderse cada año se va
consolidando entre los asistentes a la corrida.
De
todas formas, la celebración del aniversario del Barrio San Agustín -que ya se
está convirtiendo en una tradición; incluida, claro está, su original corrida
de toros y vacas-; nos deja las siguientes conclusiones: Primero que todo
hacerle un reconocimiento a sus habitantes por su capacidad de organización, en
segundo lugar ellos nos han demostrado
que es posible organizar este tipo de espectáculos sin que medie la crueldad
extrema de por medio.
Igualmente
cabe resaltar el poder de convocatoria que genera este tipo de eventos, con lo
cual se demuestra que el pueblo de Mocoa está ávido de distracciones diferentes
para su sana recreación y esparcimiento, y por último señalar una vez más lo
incomprensible y contradictorio que pueden llegar a ser los sentimientos
humanos.
Schopenhauer lo sentenció así: “La conmiseración con los
animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de tal manera que se
puede afirmar de seguro, que quien es
cruel con los animales, no puede ser buena persona.”
John Montilla: Texto y fotografías.
Esp. Procesos lecto-escritores
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