Por:
John Montilla.
De cómo el trabajo académico de años se puede ir al traste en minutos por
cuestiones ajenas y ridículamente absurdas.
Para
empezar debo exclamar: ¡Que no es
posible que se les olvide instalar la alarma la víspera del día en que
tienen que madrugar para ir a presentar las pruebas ICFES! Porque esto implica
salir a las carreras de casa, sin
desayuno y con la tranquilidad ya
perdida.
Esta
situación de urgencia experimenté debido a que tuve que llevar de manera apresurada
a alguien de la familia hasta la puerta de entrada del establecimiento
educativo donde tenía la citación,
para que presentara las pruebas de
estado. Por eso pude ver a un gran número de estudiantes de grado once de
varias zonas del departamento, cuando se
disponían a presentar las pruebas saber
ICFES. El hecho de ser testigo me sirvió para percibir no sólo la las
expectativas y ansiedad de algunos, sino
también me percaté de ciertos detalles de cómo algunos jóvenes no toman las cosas con la seriedad
del caso.
Inicio
con el siguiente ejemplo: Justo cuando faltaban pocos minutos
para empezar la prueba, la jovencita a
quien yo había llevado hasta el colegio , me pide que haga el favor de llevar a
una de sus compañeras de clase hasta su
casa, porque había olvidado traer su documento de identificación. ¡No puede ser !, les digo: Porque esa es una
de las recomendaciones que más se les recalca. De todas formas accedí a
llevarla; el problema fue que ella vivía
en uno de los extremos de la ciudad; obviamente cuando regresamos,
la prueba ya había iniciado. Conclusión:
Preocupación ganada y minutos preciosos
perdidos.
Luego,
en el camino a casa veo a dos jovencitas
con sendos lápices en sus manos y también a las carreras, pero no en dirección
del colegio, sino para otro lado; obviamente deduje que iban retrasadas, me
detengo al lado de ellas y les pregunto: ¿Qué pasó, se equivocaron de
institución?, Respuesta: “Olvidamos los documentos de identificación”, Contraviniendo
las normas, me ofrecí a llevarlas y
traerlas a ambas a la vez; me pregunto qué
calma pueden tener después de ese trote.
Ya
de vuelta al colegio con las dos estudiantes - que por fortuna no vivían muy
lejos -, indago a los porteros por el asunto y me dicen que hay varios estudiantes en carreras por
diferentes circunstancias. Entonces, decidí pararme en la entrada y observar
más detenidamente, la cuestión de los
afanes de última hora.
Precisamente,
lo comprobé, cuando una joven se baja apresuradamente de un taxi, y justo cuando a la entrada le preguntan por el
documento de identidad, lo único que hace es agarrarse la cabeza a dos manos,
maldecir, y corra a agarrar el vehículo otra vez, ignoro a qué
horas regresaría.
Luego,
cuando veo a un joven desesperadamente buscando algo, se me sale lo del buen
samaritano, y le preguntó si le puedo
ayudar en algo; me dice que también olvido los documentos; el problema es que
vive en las afueras de la ciudad; por eso buscaba afanosamente –a esas horas-
servicio de teléfono para hacer una llamada a su casa, para que le envíen lo que necesitaba. Apostaría a que no presentó las pruebas.
A
propósito de llamadas, no obstante estar muy claro en el documento de citación
la prohibición del ingreso de celulares
y todo tipo de aparatos electrónicos, más de uno hace caso omiso de la
restricción; ojalá no se hayan olvidado de apagar esos aparatos pues esto puede
acarrear sanciones, además todo tipo de interrupción es un falta de respeto a los jóvenes que se toman las cosas con
seriedad. No está por demás anotar que
algunos no llevaban ni los elementos elementales para presentar la
prueba, por eso no me pareció extraño ver partir en dos un lápiz nuevo. Algunos de los que
llegaban retardados ni siquiera le
habían sacado punta al lápiz.
Otra
persona, llega con el documento de citación y todos los papeles en regla, pero
no tiene la certeza de la institución
educativa donde debe presentarse, ¿Por
qué no lo averiguó antes? Le permiten ingresar, y al rato se la ve salir a toda
prisa, pues le toca realizar el examen en otro colegio. A todas esta ya hace media
hora que inició la prueba. Alcance a notar que se subió en una buseta. ¿A qué horas llegaría?
Para
completar el cuadro, llega una estudiante en estado de embarazo, en compañía de
otra más jovencita. E igual: olvidó sus documentos, el problema es que no viven
cerca del colegio. Los porteros ya no saben que decir. La desafortunada chica
sólo atina a decirle a la niña que la acompañaba, que vaya corriendo por el
bendito documento. La muchacha sólo atina a hacer un gesto de resignación y
sale corriendo en dirección a su casa. Por mi parte ya me estaba cansando del
tema, pues me dije: “no es asunto mío”,
pero tras un par de minutos de vacilación,
decidí alcanzar a la niña, para ayudarle a cumplir su cometido. El problema
fue que cuando regresamos con la cédula, la futura madre se había ido en otro
vehículo. Al parecer ella no se percató de mi ayuda. Lo único que pudimos hacer fue decirle a la
niña que espere hasta que ella regrese.
También ignoro si alcanzó a ingresar hasta la hora límite.
Tampoco
puedo dejar de anotar que el día fue bastante caluroso, lo cual hace que sea un poco más fatigoso el estar
sentado varias horas contestando una prueba de ese talante. De ahí que la
curiosidad me lleva imaginar, en como la pasarían, aquellos que les dio por “darse
un escapadita” la noche previa a este
importante compromiso.
Más
tarde me enteré del caso de un estudiante que no presentó la prueba, simplemente
porque malgastó el dinero que sus padres
le habían dado para que pague la
inscripción previa. Pero el joven engañó a su familia, simulando presentarse a
la prueba: Madrugó, llegó al colegio, pero obviamente no pudo ingresar, en vez de eso se ausentó de casa
todo el día, y luego apareció a la hora de salida para tratar de encubrir su
farsa. ¿Qué irá a decir para esconder los resultados?... a
preparar otra mentira.
Todos
estas prisas estudiantiles narradas no
tendrían trascendencia, de no ser porque
el trabajo de años de instituciones, profesores y padres de familia se puede ir al traste en minutos, por
cuestiones completamente ajenas y casi que ridículamente absurdas, pues está demostrado
que si se toma la prueba muy en serio, un resultado óptimo en el ICFES bien puede llevar a los jóvenes a más saludables y provechosas carreras.
John
Montilla:
Esp.
Procesos lecto-escritores
(Imágenes
internet)
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