sábado, 25 de enero de 2014

Mocoa: ¿Un almorzadero?

 Por: John Montilla.

La  casualidad  hizo caer en mis manos una pequeña revista del aniversario  425  de la ciudad de Mocoa; La fecha de su publicación es de 1988, es decir  el folleto  tiene ya sus veinticinco  abriles encima  y por ello está un poco deteriorado y lo que es más triste: con algunas páginas faltantes.

 La publicación tiene varios artículos de interés,  pero entre los que me llamó la atención está uno llamado: MOCOA ELECTRIFICADA Y CON CARRETERA AL HUILA en el que se encuentra una caricatura en la que se puede ver en primer plano a tres pollitos que le preguntan a su progenitora:  Mami ¿Qué futuro nos espera con la vía a Pitalito?, los críos no saben que la gallina se imagina tristemente una olla para un sancocho.  La imagen acompaña el encabezado  de una reflexión de la señora Luz Ángela Flórez de Rivera que titula: Sancocho mocoano y algo más; y esta inicia así: “Se equivocan quienes creen que la carretera a Pitalito nos situará en la condición de…”  (y aquí es donde lamentablemente falta la página siguiente, y por eso, me atrevo a terminar la frase) :  “un almorzadero”.

La anterior afirmación me lleva  a  analizar  según otros de los apartes del mismo artículo, lo que los  habitantes de Mocoa pronosticaban  por aquellas fechas. En otro encabezado titulado: Barreras que limitan el cambio; la autora antes mencionada señala: “Si la historia no nos miente, Mocoa fue fundada hace  425 años. Y a pesar de llevar tantos años a cuestas, no es una ciudad vieja porque no ha terminado de nacer. Aislada, sin servicios adecuados, sin servicio de luz permanente, se le han negado los recursos mínimos para llegar a ser adulta.”
 
Entonces  uno se pregunta, veinticinco años después, ¿Cuántos de  esos obstáculos aún persisten y cuántos  de ellos ya han sido superados?,  ya que la radiografía que se hacía por esas épocas es muy cruda, como se puede leer en el siguiente fragmento que es la continuación del mismo texto:

 “Dependiendo de la burocracia oficial – que en muchos casos ha frenado sus posibilidades - ha condicionado su libertad,  convirtiendo al mocoano en un esclavo que tiene miedo de pensar, miedo de hablar, y miedo de reclamar sus derechos, por el peligro de perder el puesto y con él, el sustento de su familia.”
De ahí que uno puede inferir, que  para los habitantes de la capital  “la gallina de los huevos de oro” siempre ha sido el aparato burocrático, según lo plantea Alfonso Quiroga  otro de los autores que  aparecen en el folleto. En su artículo titulado: Algunos rasgos económicos y sociales, él escribe: “El dinero que circula en Mocoa proviene - en una gran proporción - de los pagos que hacen las diferentes entidades estatales a sus empleados, obreros, contratistas, y suministradores… de ese modo, la subsistencia del mocoano depende básicamente del dinero que brota del aparato estatal y  del comercio que se deriva de la demanda que nace de esa fuente de ingresos… ”

Entonces, ante está coyuntura,  la señora Rivera, también se refiere a los  aires de  cambio que se esperaban por aquellas épocas, basados principalmente en  el punto de quiebre que significaría la  apertura de la nueva vía a Pitalito y la electrificación del departamento del Putumayo, ella anota : “Hay que hablar de la esperanza de romper  esas barreras que limitan el horizonte, permitiendo desarrollar industrias que generen empleo y estimulen la formación interna de personas con capacidades y con una visión distinta del progreso.”

Esa es la misma visión que en cierto sentido compartía el señor Quiroga al plantear el dilema: “Seguimos siendo un centro administrativo (consumidor) o  movilizamos nuestros recursos y  los combinamos en empresas productivas  (urbanas o rurales) que generen empleo y riqueza regional propia.”  En otras palabras: Seguimos explotando la gallina de los huevos de oro, o nos ponemos a criar gallinas para venderlas con huevos incluidos.

El  autor previamente citado es muy claro al  sentenciar:  “… Es preciso decidirse: Cambiamos nuestra fisonomía económica  o nos quedamos de almorzadero de todos los que pasaran por la capital.”

Pues bien, un cuarto de siglo después, habría que analizar que tanto han cambiando esas perspectivas de entonces;  de lo que sí somos testigos ahora,  es de cómo esa carretera que se visualizó como la gran esperanza de la capital,  ha servido principalmente para que  los conductores de grandes tractomulas se detengan  a  almorzar  en Mocoa el famoso sancocho mocoano, mientras sus habitantes nos quedamos viendo como la riqueza sale ante nuestras narices y únicamente  nos va quedando el malestar  por todos los inconvenientes que se han venido presentando, entre ellos  el deterioro de la vía que tantos años tardó en construirse:   A Mocoa por ahora sólo le queda el plumerío.

(Portada y caricaturas tomadas del folleto de la celebración del aniversario 425 de Mocoa)
Coletilla: Si alguien tiene el folleto completo y quisiera compartirlo quedaría muy agradecido.
John Montilla
Esp. Procesos lecto-escritores



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