Por:
John Montilla.
La casualidad hizo caer en mis manos una
pequeña revista del aniversario 425 de la ciudad de Mocoa; La fecha de su publicación
es de 1988, es decir el folleto tiene ya sus veinticinco abriles encima y por ello está un poco deteriorado y lo que
es más triste: con algunas páginas faltantes.
La
publicación tiene varios artículos de interés,
pero entre los que me llamó la atención está uno llamado: MOCOA
ELECTRIFICADA Y CON CARRETERA AL HUILA en el que se encuentra una caricatura en
la que se puede ver en primer plano a tres pollitos que le preguntan a su progenitora: Mami ¿Qué futuro nos espera con la vía a Pitalito?,
los críos no saben que la gallina se imagina tristemente una olla para un
sancocho. La imagen acompaña el
encabezado de una reflexión de la señora
Luz Ángela Flórez de Rivera que titula: Sancocho mocoano y algo más; y esta
inicia así: “Se equivocan quienes creen que la carretera a Pitalito nos situará
en la condición de…” (y aquí es donde
lamentablemente falta la página siguiente, y por eso, me atrevo a terminar la
frase) : “un almorzadero”.
La
anterior afirmación me lleva a analizar según otros de los apartes del mismo artículo,
lo que los habitantes de Mocoa
pronosticaban por aquellas fechas. En
otro encabezado titulado: Barreras que limitan el cambio; la
autora antes mencionada señala: “Si la historia no nos miente, Mocoa fue
fundada hace 425 años. Y a pesar de
llevar tantos años a cuestas, no es una ciudad vieja porque no ha terminado de
nacer. Aislada, sin servicios adecuados, sin servicio de luz permanente, se le
han negado los recursos mínimos para llegar a ser adulta.”
Entonces
uno se pregunta, veinticinco años
después, ¿Cuántos de esos obstáculos aún
persisten y cuántos de ellos ya han sido
superados?, ya que la radiografía que se
hacía por esas épocas es muy cruda, como se puede leer en el siguiente
fragmento que es la continuación del mismo texto:
“Dependiendo de la burocracia oficial – que en
muchos casos ha frenado sus posibilidades - ha condicionado su libertad, convirtiendo al mocoano en un esclavo que
tiene miedo de pensar, miedo de hablar, y miedo de reclamar sus derechos, por
el peligro de perder el puesto y con él, el sustento de su familia.”
De
ahí que uno puede inferir, que para los
habitantes de la capital “la gallina de
los huevos de oro” siempre ha sido el aparato burocrático, según lo plantea
Alfonso Quiroga otro de los autores
que aparecen en el folleto. En su
artículo titulado: Algunos rasgos económicos y sociales, él escribe: “El dinero
que circula en Mocoa proviene - en una gran proporción - de los pagos que hacen
las diferentes entidades estatales a sus empleados, obreros, contratistas, y
suministradores… de ese modo, la subsistencia del mocoano depende básicamente
del dinero que brota del aparato estatal y
del comercio que se deriva de la demanda que nace de esa fuente de
ingresos… ”
Entonces,
ante está coyuntura, la señora Rivera,
también se refiere a los aires de cambio que se esperaban por aquellas épocas, basados
principalmente en el punto de quiebre
que significaría la apertura de la nueva
vía a Pitalito y la electrificación del departamento del Putumayo, ella anota :
“Hay que hablar de la esperanza de romper
esas barreras que limitan el horizonte, permitiendo desarrollar
industrias que generen empleo y estimulen la formación interna de personas con
capacidades y con una visión distinta del progreso.”
Esa
es la misma visión que en cierto sentido compartía el señor Quiroga al plantear
el dilema: “Seguimos siendo un centro administrativo (consumidor) o movilizamos nuestros recursos y los combinamos en empresas productivas (urbanas o rurales) que generen empleo y
riqueza regional propia.” En otras
palabras: Seguimos explotando la gallina de los huevos de oro, o nos ponemos a
criar gallinas para venderlas con huevos incluidos.
El autor previamente citado es muy claro al sentenciar: “… Es preciso decidirse: Cambiamos nuestra
fisonomía económica o nos quedamos de
almorzadero de todos los que pasaran por la capital.”
Pues
bien, un cuarto de siglo después, habría que analizar que tanto han cambiando
esas perspectivas de entonces; de lo que
sí somos testigos ahora, es de cómo esa
carretera que se visualizó como la gran esperanza de la capital, ha servido principalmente para que los conductores de grandes tractomulas se
detengan a almorzar
en Mocoa el famoso sancocho mocoano, mientras sus habitantes nos quedamos
viendo como la riqueza sale ante nuestras narices y únicamente nos va quedando el malestar por todos los inconvenientes que se han
venido presentando, entre ellos el
deterioro de la vía que tantos años tardó en construirse: A Mocoa
por ahora sólo le queda el plumerío.
(Portada
y caricaturas tomadas del folleto de la celebración del aniversario 425 de
Mocoa)
Coletilla:
Si alguien tiene el folleto completo y quisiera compartirlo quedaría muy
agradecido.
John
Montilla
Esp.
Procesos lecto-escritores
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