Por: John Montilla
“Si hay gasolina, si hay gasolinita
a ocho mil pesitos la botellita,
no se
preocupe por la platica,
cómprela
ahorita
porque después le toca andar con la moto rodadita.”
Este
estribillo le alcancé a escuchar a un señor algo embriagado que estaba revendiendo el preciado combustible que
por estos días escasea en Mocoa y el
Putumayo entero a raíz del paro agrario.
Como están
las circunstancias una gran cantidad de conciudadanos se han visto obligados a
pagar estos escandalosos precios por el
combustible. Fui testigo hace un par de días de cómo en cierto punto
se estaba revendiendo y al preguntar, no
por un galón, sino por una simple botella de gasolina pedían doce mil pesos por
ella. Más de un necesitado al escuchar el costo daba la media vuelta y adiós.
Luego a corta distancia de ese sitio pude ver otro punto de venta en el cual
había una sustancial rebaja de cuatro mil pesos con respecto al anterior
precio. Pero, a escasos metros más adelante
había una ganga de siete mil pesos por botella y como era lógico esta
“mini estación de servicio” era la que más clientes recibía.
Las “mini
estaciones de combustible” que esporádicamente surgen en determinado momento y
en la esquina menos esperada, se pueden
percibir, no por los clásicos grandes anuncios de luces y color, sino por la imagen de una botella
plástica de gaseosa llena de gasolina
y un rústico embudo también elaborado de
otra botella recortada para tal fin. Estos objetos al igual que el vendedor
discretamente ubicados a las orillas de la calle. No necesitan mucha propaganda
mediática pues el voz a voz y la necesidad hacen que la gente llegue a ellos cual
abejas motoras en busca de su polen
carburante.
Entonces ante
la actual situación a la gente le quedan
dos opciones: Pagar por ello o en caso contrario guardar su
vehículo y echar a caminar; y los que aún tienen una pequeña reserva de
gasolina y quieren ahorrar les toca hacer lo mismo que un buen amigo confiesa:
“Con
la escasez de combustible en Mocoa, algunos aprovechamos las bajadas para
desplazarnos con la moto apagada.” Esta práctica y graciosa escena de rodar la motocicleta se ha
vuelto recurrente por estos días. Alguien apunta: “Y sí miramos
a un amigo a pie, nos hacemos los que vemos al otro lado para no tener que
llevarlo.” Todo recurso es válido en ese empeño de no tener que dejar guardado
el vehículo de transporte.
A esto debe sumársele algo peor; a cierta vecina que compró una botella
de gasolina le empezó a fallar la moto, pues al parecer la calidad de lo que le
vendieron dista mucho del precio que pagó. Ahora a pagar mecánico. Así que mejor va tocar seguir el consejo de un
amigo aficionado a dar pedalazos: “Cómprate una bicicleta, estas nunca se varan
por gasolina” y además agrega
“Deberían implantar en Mocoa la cultura de la bicicleta, empezando por la construcción de ciclo vías.” Yo le respondo que más fácil es que baje el precio de la gasolina o que a nuestros campesinos les solucionen los problemas.
Pues, no hay que olvidar que los inconvenientes temporales de estos
días se deben al actual paro del sector agrario que reclama sus derechos, y puestos a escoger es mejor que haya papa y
arroz para comer; total gasolina sí
hay. Lo que está es más cara que nunca.
John Montilla
Esp. Procesos lecto-escritores
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