John Montilla
El siguiente relato
me lo llevó a clase hace varios años uno de mis estudiantes con el título de “La
leyenda de los aserradores.” Me he tomado el atrevimiento de redactarlo y
publicarlo.
Cuentan que hace
varios años, un par de aserradores se
internó en las montañas en búsqueda de árboles de madera de buena calidad. Ellos como buenos expertos en esas lides
llevaban consigo sus herramientas primordiales: hachas, cuñas, mazos, machetes, y unas buenas sierras, así como
también un buen pertrecho de los elementos
más indispensables para sobrevivir
en los bosques; no les podía faltar panela, sal, arroz, varias cajas de fósforos, cuerdas,
linternas, escopetas y munición para la
cacería; además de unos grandes plásticos para guarecerse de la lluvia.
Dicen que cuando
ellos llegaron al sitio donde encontraron el material que buscaban, procedieron
a armar un campamento mucho más estable, por cuanto el trabajo prometía demorar
un poco; de ahí que ellos habían decidido cambiar sus improvisados cambuches mediante
la construcción de una cabaña, aunque un poco destartalada, mucho más cómoda.
Le habían puesto tanto empeño a su refugio que la construyeron de dos plantas,
dejando en la parte baja la hornilla de la cocina, y la parte alta para guardar los víveres y dormir
con mayor seguridad.
Con el paso de los
días con su duro trabajo, se fueron
percatando de lo solitario de sus vidas en lo profundo del bosque, y que en
esas soledades ellos se había puesto a pensar en la necesidad de tener la
compañía femenina. Y quizá por fruto de
esos deseos una noche apareció como salida de la nada una mujer. La enigmática aparecida había llegado
directamente a la cabaña y ellos deslumbrados por su figura no habían atinado a
preguntarse de lo insólito de su presencia, pues era muy bonita con una dulce y
sensual voz y además poseía una hermosa y
larga cabellera negra.
Sin detenerse a
pensar de dónde ni cómo llegó, uno de
ellos bajo el influjo que su presencia emanaba, se las arreglo para que ella se
fuera con él a la parte alta de la
casucha, mientras el otro se quedaba durmiendo en el piso de abajo. El
hombre que quedó sólo en compañía de la noche, un poco más sosegado, pero dubitativo se puso a pensar en lo misterioso de la aparición de esa mujer por esos inhóspitos parajes. Y mientras
él estaba preocupado, pensando en lo que podría estar ocurriendo allá arriba,
sintió que le caían unas gotas calientes en el rostro al mismo tiempo que escuchaba unos extraños jadeos y gritos agónicos,
se levantó alarmado y con cautela encendió un fósforo y se dio cuenta que estaba manchado de sangre, entonces, con mucho temor, pero con
resolución alistó rápidamente una linterna y se
puso sus botas - las armas no estaban al alcance de su mano - ahora escuchaba ruidos más extraños arriba,
como si un perro estuviera triturando
huesos. El terror que para entonces se había apoderado de él le impidió ir a
cerciorarse que estaba sucediendo con su compañero de aventuras y únicamente pensó
en huir lo más pronto posible de ese lugar.
Pese a que el miedo
lo atenazaba, el procuró conservar aún la calma y despacio, muy despacio, él
fue saliendo para que la criatura, monstruo, espíritu maligno o lo que fuera no lo sintiera y cuando llegó
al exterior, él arrancó a correr despavorido. Y que él escuchaba que esa aparición le gritaba: “espérame, espérame”;
con una voz lúgubre que retumbaba en el silencio de la montaña. El desesperado aserrador
protegido con la luz de su linterna, corrió y corrió hasta llegar a un potrero, donde había un
rebaño de ganado y él como último
recurso se había metido en medio de las
vacas para protegerse de ese espectro que lo perseguía.
Por fortuna para el
aterrado hombre el espíritu que estaba alrededor no pudo entrar en medio del rebaño porque cada
vez que lo intentaba el ganado lo rechazaba con profundos resoplidos. Esa lucha entre hombre, animales y espantó
había durado hasta el amanecer, y luego con la llegada de la luz había
desaparecido tan misteriosamente como llegó, y entonces, el sobreviviente buscó una vivienda
cercana para pedir ayuda; unos
campesinos lo habían auxiliado y
gracias a ellos se puede contar aún esta
historia.
Redacción : John
Montilla
Recopilación: J. J. Huaca
jmontideas.blogspot.com
Excelente historia,hay mucho drama y suspenso...
ResponderEliminar