domingo, 16 de junio de 2024

VENDEDORES DE LLUVIA

 Por. John Montilla

 “Churumbelo nublado, Mocoa mojado”

 Muchos años después frente al parque General Santander trataría de recordar la primera vez que mis padres me llevaron a curiosear en las ferias ambulantes. Mocoa era entonces un pueblo emergente de casas de barro coloniales y las más recientes ya se estaban construyendo con ladrillos de cemento. El pueblo estaba ubicado a orillas de varios ríos de corrientes claras que corrían por lechos de piedras limpias y grandes como monstruos antediluvianos que dormían adormecidos por el arrullo de las aguas. 

 Todos los años por los meses de abril y mayo, un grupo de vendedores ambulantes armaba sus casetas con maderos, plásticos y techos de lata en el parque y con tremenda algarabía de flautas, quenas y tambores artesanales ante la curiosidad de propios y extraños comenzaba a desempacar su mercancía y daban a conocer las más recientes chucherías que traían para cada ocasión:  Hacían grandilocuentes demostraciones con los más novedosos cacharros o artilugios que sacaban de sus cajas y costales; como el sorprendente aparato que alguna vez llevaron y que servía  para pelar y hacer papitas en diversas y atractivas formas. También solían mostrar mágicos quitamanchas que funcionaban a la perfección en las manos de los vendedores, pero eran inútiles ya en casa. Se exhibía incontable cantidad de bisutería: como aretes, anillos, candongas, collares, pulseras, y se vendía música en los “casettes” de antaño y por supuesto no podían faltar las golosinas y las infaltables obleas untadas de arequipe. La clientela solía acercarse de forma medrosa pero expectante a las casetas de venta de productos creados para conseguir o atrapar al amor de la vida como el “quereme”,  “el atrapamozas” “el amansa suegras” y los productos afrodisiacos, junto a los exóticos  libros de magia de todos los colores: blanca, negra, verde y roja. Y como gancho especial, estaba la venta de “regalos sorpresa”, que no era otra cosa, que la venta disimulada de baratijas que se compraban a ciegas, a veces con tan mala suerte que los vendedores se habían olvidado ponerle algo adentro de la bolsita de papel.

 Pero hay un producto que nadie anunciaba pero que según el folclor popular desde la primera fecha que comenzaron a llegar al pueblo, también esto llegaba con ellos: La lluvia.

 Por irónica casualidad, cada vez que las ferias llegan, llueve en el pueblo. Por eso es muy común, que siempre que la gente vea a los vendedores ambulantes dando los primeros martillazos para armar sus casetas, que se comiencen a hacer vaticinios de invierno.

 Por esas cosas azarosas de la vida, el día que ocurrió el desastre de la avalancha en Mocoa, las casetas de las ferias, estaban no el parque, sino junto a uno de los coliseos. Los testigos dicen que ellos también fueron afectados con la inundación; quienes ante la magnitud del desastre no tuvieron más remedio que recoger sus bártulos e irse a buscar mejor fortuna en otros lados.

 Pero hubo uno de ellos que no se fue, es más se quedó mucho más tiempo del que seguro él tenía presupuestado: fue el vendedor de utensilios de cocina y recipientes para almacenar agua. Todos sus baldes, potes, tarros, tanques, bidones, jarras, cacerolas, termos, ollas, cazuelas, pailas, calderos, fueron de las cosas que más se buscaban y se vendían. En los primeros días pasado el desastre la gente le hacía cola para adquirir sus productos, porque se los necesitaba con urgencia y la mayoría de almacenes locales estaban cerrados, ya sea por temor a los saqueos o porque sus dueños andaban heridos, de luto o buscando a sus muertos. Total, el vendedor de cacharros con en ese trágico amanecer de abril, “hizo su agosto”. El diluvio que nos cayó encima y que nos quitó a tanta gente a él le sirvió para ganarse la vida.

 Por supuesto nadie le echó la culpa del desastre a ellos. La gravedad de la situación dejó a un lado el folclor popular. Aunque a ratos me pongo a pensar, no será que de esas bolsitas de “regalos sorpresa” vacías se escapan las nubes que mágicamente anuncian siempre su llegada.

Bienvenidas siempre las ferias,

bienvenida siempre la lluvia.  

John Montilla (24-V-2024)

Relatos de mis memorias.

Fotomontaje: Imágenes tomadas de internet

Historias: jmontideas.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario