Por: John Montilla
“Sólo voy, donde me lleva la guitarra.” Angus Young
El músico estaba cómodamente sentado en un sillón de la
sala de su casa viendo las noticias de la noche. Había dejado abierta la
ventana que daba a la calle y con la cortina recogida para que entrara la
fresca brisa de la hora. Cuando de repente sintió el trepidar de unas
motocicletas que llegaron a toda velocidad y se detuvieron en secó frente a la vivienda;
algunas piedrecillas levantadas por las llantas de los potentes vehículos
fueron a estrellarse contra la puerta metálica de la entrada. Fue como un fugaz
tintineo que anunciaba la visita de los mensajeros de la muerte.
En segundos se escucharon unos golpes firmes pero
acompasados en la puerta. Querían entrar por las buenas. El músico, sorprendido
por los rápidos sucesos sólo había atinado a voltear la cabeza y mirar hacia
afuera. Alcanzó a vislumbrar las motocicletas y unas sombras en el exterior.
Cuando escuchó los golpes en la entrada, dudó por un momento en que hacer, pero
sabía que no tenía opción. Los de afuera lo estaban observando. Dedujo en que
si hubieran querido hacerle algo ya desde la calle podrían haberlo hecho; con
este pensamiento se dio valor y procedió a abrir la puerta.
Dos tipos armados entraron a la sala. Lo saludaron como si
lo conocieran, al fin y al cabo, ellos con seguridad tenían información sobre él,
por algo habían ido directo a su casa y luego sin darle vueltas al asunto, le
soltaron: “Nuestro comandante está de cumpleaños y quiere una serenata”. El
músico se quedó frío, no se esperaba una cosa así. Los hombres siguieron: “Así
que agarre su guitarra y vamos”. Para tratar de ganar tiempo y asimilar la
situación les había dicho que primero necesita templar su guitarra.
Los intrusos no tuvieron más opción que esperar, en tanto
el músico, descolgaba su instrumento de la pared, la sacaba del estuche y
comenzaba a ensayarla; los nervios no le permitían coordinar bien sus
movimientos ni en el diapasón ni en las cuerdas; cuando de pronto vio su
salvación de momento: En la biblioteca vio una caneca de aguardiente que tenía
la mitad de su contenido, la agarró y se mandó un buen trago: “Es para calentar
la voz”- les dijo a los que lo esperaban y por mera cortesía les ofreció; ellos
se negaron a recibir; cosa de la que mentalmente se alegró porque sentía que
necesitaba una botella entera para él solo. Entonces de otro par de grandes
tragos se la bebió como si fuera agua. Una vez tuvo templados los ánimos y la
guitarra decidió que ya estaba listo. Les dijo que iba por su chaqueta, uno de
ellos se fue con él hasta la habitación por la prenda. Luego preguntó si se podía ir en su propia
motocicleta, pero ellos se lo negaron y le dijeron que ellos mismos lo llevaban.
Cuando estuvo en la calle cayó en la cuenta que le iba a
ser difícil dar esa serenata solo, así que les dijo a “sus guardianes” que
necesitaba ir por el compañero con quien acostumbraba a tocar. Los hombres le
habían respondido:
-“No se preocupe, que también a él ya lo fueron a recoger.”
Pidió que le dejen comprar una botella de aguardiente, y
también le dijeron que por eso tampoco se preocupara que allá le daban.
Luego lo hicieron subirse de parrillero en una de las motocicletas. El músico agarró con fuerza su guitarra- su vieja amiga, con ella se sentía acompañado- y arrancaron literalmente “como alma que lleva el diablo”, hacia donde el mismísimo satanás, a dar la más insólita serenata de su vida.
John Montilla (4-IX-2023)
Crónicas
Fotomontajes: imágenes tomadas de internet
jmontideas.blogspot.com
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