Por. John Montilla
Ahora se llama Lesly,
Desde la primera vez que leí su nombre
Supe que algún día se lo cambiaría.
Nunca le expliqué la razón
Era muy niña para comprenderlo.
Tampoco tuve el valor de decírselo a sus padres.
Por eso no me fue fácil volver a encontrarla
Después de más de dos décadas.
Siempre tuve la curiosidad por saber que había pasado
Con esos chiquillos a quienes tuve como estudiantes
en primer año de escuela primaria.
Tanto para ellos como para mí
Fue una primera vez
Ellos iniciando la escuela;
en una zona apartada donde los niños pasaban directo de la
casa al aula de clase.
Yo primíparo frente al tablero,
con mi mochila vacía de experiencia,
pero lleno en expectativas, energía, voluntad y ganas de
hacer bien las cosas.
Me dieron el reto de enseñarles el A, B, C a ese grupo.
Y allí estaba esa niña, Lesly, se llama ahora.
Bella, curiosa, alegre, juguetona, inteligente y ávida de
aprender.
Sonrisa a flor de labios y ojos a la expectativa cada
día.
Una radiante flor del campo, bañada con el roció de la
mañana.
Pequitas en su rostro, alma de ángel, con un universo por
conocer.
Un frágil pajarito al que le crecían alas para echar a
volar.
Ella aprendió pronto la magia de la palabra escrita,
A ella y a la mayoría de sus compañeros
les di las llaves de la puerta de la “entrada al saber”.
Les abrí las páginas de los libros y la biblioteca
y después de ese año me marché.
No regresé.
Un cuarto de siglo después vine a saber de ella.
Giros de la vida.
Siempre intenté encontrar a mi profesora de primero de
primaria
Nunca pude conseguirlo.
Así que lo hice a la inversa.
Fui al encuentro de mi estudiante de primero.
Y lo logré.
En el mar de la tecnología, encontramos un puente que nos
acercó.
Las primeras palabras del “reencuentro virtual” me
alegraron ese día especial.
“¿Usted fue mi profesor de primero, verdad?
Es una sensación agradable saber que alguien te llevaba en
su memoria.
Le respondí que ella acababa de escribir una de las frases
más memorables que yo recordaba de mí trabajo como docente.
Me saludo de forma cordial
y a renglón seguido me dijo algo que me hace sentir orgulloso de mi
profesión:
“La verdad no tengo ni idea porque yo lo quería tanto.”
Confieso que me emocioné,
Y mis pensamientos se pusieron a escarbar en el baúl de los recuerdos:
Le conté algunas cosas del pasado:
Que conservaba algunas fotos de su grupo.
Que aún recordaba el letrero que puse en una pared del salón de clase:
“De tu esfuerzo, depende tu futuro.”
Que aún tenía una hoja de papel con el nombre escrito de puño y letra de
cada niño.
Le dije que fui el primero en llamarla por su segundo nombre.
Ella me dijo, entre risas:
“Odiaba mi primer nombre.”
Le dije que eso lo había intuido desde el primer día.
“Mis compañeros me hacían bullying en el colegio.” Me confirmó.
Le pregunté que si se lo había cambiado antes de cumplir 15 años.
Me dijo, que lo hizo antes de graduarse de la universidad.
Que no lo había podido hacer antes,
porque la situación económica no era la mejor en su familia.
“Pero que esas situaciones difíciles fueron su motivación para salir
adelante,
Que siempre supo que no se iba a quedar como si estuviera atrapada en un
hueco. “
“Que era una gran soñadora.”
Me contó con nostálgicas palabras:
“Me acuerdo que me acostaba en el patio de la finca en las noches a
contemplar las estrellas y echaba a volar mi imaginación.”
Me contó que no fue fácil para ella la universidad.
Episodios:
-“Si me iba en bus no comía y si comía tenía que irme caminando una
hora.”
Pero que nunca se desmotivó.
Que seguía con el sueño de no quedarse siendo una Cenicienta.
Uno de los tantos cuentos que les leí en clase.
“Siempre me imaginaba vestida super elegante y usando tacones.”
Pero con los pies puestos sobre la tierra.
Ahora, agradece que no tiene que andar en tacones porque no le gustan.
Volvimos sobre mis pasos, y se refirió de nuevo a mí:
-“Recuerdo que siempre le hablaba a mi mamá de usted.
Siempre le preguntaba qué:
¿Qué sería de usted?
¿Qué dónde estará?
¿Qué usted de donde era?
Y me reafirmó:
“Que siempre me tuvo en su pensamiento.”
Es casi lo mismo que toda la vida he pensado de mi profesora de primero.
Gratitud eterna con ella.
Me dijo Lesly “que siempre soñó con vivir en una ciudad grande.”
Ella más que volar en sus sueños.
Dio un gran salto.
Ahora vive en Australia,
la tierra de los canguros.
Estando ella tan lejos fue que coincidimos.
Cuando ella comenzaba a aprender una lengua extranjera.
Le dije que ahora también podría enseñarle eso.
Fue como reiniciar el A, B, C,
pero ahora en inglés.
Aunque la frase que me llegó a lo más profundo del corazón me la dijo en
español;
fue como un premio por mi trabajo hecho hace ya tantos años:
“Usted ha sido mi profe favorito de toda la vida."
Me hubiera gustado poderle decir eso,
a mi profesora de primero.
Gracias: Lesly Roció.
***
John Montilla: Texto y fotografías 1, y 2 . Fotomontaje 3. Lesly Rocio O. 4 y 5.
Relatos de mis memorias
Historias en: jmontideas.blogspot.com
(13-V-2023)
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