Por. John Montilla
En los últimos años de trabajo
a mi abuelo se le asignó las funciones de celador. En otros tiempos, Mocoa gozaba
de tanta tranquilidad, que casi todos dejábamos las puertas abiertas de las
casas durante el día. Así que cuidar la dependencia de alguna entidad era una
cosa también tranquila y bastante rutinaria.
Una de las entidades en las
que mi abuelo tuvo que prestar sus servicios fue la Defensa Civil, en esos
tiempos era una casa de familia, habilitada como sede del organismo de socorro,
y hasta allí sabía llegar yo con el portacomidas para él.
Mi abuelo recibía las viandas
y luego con bastante parsimonia se tomaba todo el tiempo del mundo para comer
sus alimentos; yo mientras tanto, para no aburrirme solía husmear en las
dependencias en las que él trabajaba, buscando los tesoros que me llamaban la
atención: libros, periódicos y revistas. En otras épocas a los celadores no les
solían faltar ese tipo de elementos a su alrededor y en esas oficinas era
frecuente hallar algún material para leer. Así que cada vez que yo le llevaba la
comida, tenía la expectativa por encontrar algo que disfrutar. La lectura era
mi recompensa, por hacer el mandado.
Cierta vez que no encontré
nada a mano, me puse a observar con curiosidad los estantes que había en una
especie de almacén; entre el montón de trebejos y diversos objetos, vi cascos,
botas, sogas, algunos uniformes colgados en perchas, palas, picos, y también había
algunos cacharros viejos y en desuso cubiertos con telarañas y por supuesto
polvo, y justo en uno de estos olvidados rincones, pude notar apretujado entre
esos trastos un cuadernillo en papel periódico doblado y totalmente empolvado.
Por supuesto lo tomé entre mis
manos, le sacudí el polvo, luego lo desdoblé y vi que tenía entre mis manos un
ejemplar de un álbum del mundial de futbol “España 82”. Era una edición
publicada por un periódico de circulación nacional y que se llenaba comprando y
recortando las figuras que venían anexas a un ejemplar de cada día.
Alguien se había tomado ese
trabajo de comprar, recortar y pegar las figuritas; lamentablemente estaba
incompleto, pero se podía ver algunos rostros de renombre de la época: Los
brasileños Zico, Socrates, Toninho Cerezo, y
algunos argentinos como Maradona, Bertoni, Kempes, e italianos como
Paolo Rossi y Dino Zoff, y el polaco Lato, y también mis favoritos de entonces:
Los peruanos, Julio Cesar Uribe y Guillermo La Rosa, -aún conservo un clásico
afiche de este jugador-, quienes luego jugaron en el América de Cali, y esta es
una de la razones por las que me hice hincha de los “diablos rojos”.
El hallazgo de ese tesoro en
medio de tanto chéchere, me causó alegría, y fue una de las jornadas más
memorables de las visitas obligadas a mi abuelo en su lugar de trabajo. Me
entretuve bastante rato ojeando y leyendo el cuadernillo, hasta que llegó el
momento de regresar a casa, no sin antes tener la precaución de volver a dejar
el objeto en su lugar.
De ahí en adelante, cada vez
que iba, me entretenía con ese álbum, y debo reconocer que más de una vez
estuve tentado de quedármelo, pero mi abuelo que fue un hombre absolutamente
honrado me había dicho: “Nada de lo que hay aquí, nos pertenece”. Y yo seguía,
a rajatabla sus enseñanzas. Nunca le hablé a él de ese álbum, estoy seguro que
él nunca supo de ese detalle, yo siempre lo ojeaba a hurtadillas. Nunca lo
tomé, ni siquiera me atreví a llevarlo escondido para verlo en casa y luego
llevarlo a devolver. Tampoco me atreví a pedirle al comandante de la Defensa
Civil que me lo regalara, porque pensaba que esto habría implicado decir, donde
lo encontré y quizás habría puesto a mi abuelo en problemas, porque sería una
confesión mía de que andaba husmeando por ahí, mientras mi abuelo comía.
Al final, no recuerdo si fue
que trasladaron a mi abuelo o a la oficina a otro sitio; el hecho fue que perdí
contacto con ese tesoro de papel. Estoy seguro que si se trastearon, ese
cuadernillo en medio de tantos cachivaches debió terminar en el cesto de la
basura, y en honor a la verdad, creo que ahora de alguna manera lamento no
haberlo tomado, pues estoy seguro que lo tendría junto a otras reliquias que
aún conservo. Pero la figura emblemática
de mi abuelo me enseño a ser honrado y ese regalo es más valioso que todos los
álbumes de futbol juntos.
***
John Montilla: Texto e imágenes
2 y 3
Fotomontaje 1: Imágenes tomadas
de internet
Fragmentos de mis memorias.
jmontideas.blogspot.com
(26-IX-2022)
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