martes, 27 de septiembre de 2022

MI ABUELO, EL ÁLBUM Y YO

Por. John Montilla     


En los últimos años de trabajo a mi abuelo se le asignó las funciones de celador. En otros tiempos, Mocoa gozaba de tanta tranquilidad, que casi todos dejábamos las puertas abiertas de las casas durante el día. Así que cuidar la dependencia de alguna entidad era una cosa también tranquila y bastante rutinaria.

Una de las entidades en las que mi abuelo tuvo que prestar sus servicios fue la Defensa Civil, en esos tiempos era una casa de familia, habilitada como sede del organismo de socorro, y hasta allí sabía llegar yo con el portacomidas para él.

Mi abuelo recibía las viandas y luego con bastante parsimonia se tomaba todo el tiempo del mundo para comer sus alimentos; yo mientras tanto, para no aburrirme solía husmear en las dependencias en las que él trabajaba, buscando los tesoros que me llamaban la atención: libros, periódicos y revistas. En otras épocas a los celadores no les solían faltar ese tipo de elementos a su alrededor y en esas oficinas era frecuente hallar algún material para leer. Así que cada vez que yo le llevaba la comida, tenía la expectativa por encontrar algo que disfrutar. La lectura era mi recompensa, por hacer el mandado.

Cierta vez que no encontré nada a mano, me puse a observar con curiosidad los estantes que había en una especie de almacén; entre el montón de trebejos y diversos objetos, vi cascos, botas, sogas, algunos uniformes colgados en perchas, palas, picos, y también había algunos cacharros viejos y en desuso cubiertos con telarañas y por supuesto polvo, y justo en uno de estos olvidados rincones, pude notar apretujado entre esos trastos un cuadernillo en papel periódico doblado y totalmente empolvado.

Por supuesto lo tomé entre mis manos, le sacudí el polvo, luego lo desdoblé y vi que tenía entre mis manos un ejemplar de un álbum del mundial de futbol “España 82”. Era una edición publicada por un periódico de circulación nacional y que se llenaba comprando y recortando las figuras que venían anexas a un ejemplar de cada día.


Alguien se había tomado ese trabajo de comprar, recortar y pegar las figuritas; lamentablemente estaba incompleto, pero se podía ver algunos rostros de renombre de la época: Los brasileños Zico, Socrates, Toninho Cerezo, y  algunos argentinos como Maradona, Bertoni, Kempes, e italianos como Paolo Rossi y Dino Zoff, y el polaco Lato, y también mis favoritos de entonces: Los peruanos, Julio Cesar Uribe y Guillermo La Rosa, -aún conservo un clásico afiche de este jugador-, quienes luego jugaron en el América de Cali, y esta es una de la razones por las que me hice hincha de los “diablos rojos”.

El hallazgo de ese tesoro en medio de tanto chéchere, me causó alegría, y fue una de las jornadas más memorables de las visitas obligadas a mi abuelo en su lugar de trabajo. Me entretuve bastante rato ojeando y leyendo el cuadernillo, hasta que llegó el momento de regresar a casa, no sin antes tener la precaución de volver a dejar el objeto en su lugar.

De ahí en adelante, cada vez que iba, me entretenía con ese álbum, y debo reconocer que más de una vez estuve tentado de quedármelo, pero mi abuelo que fue un hombre absolutamente honrado me había dicho: “Nada de lo que hay aquí, nos pertenece”. Y yo seguía, a rajatabla sus enseñanzas. Nunca le hablé a él de ese álbum, estoy seguro que él nunca supo de ese detalle, yo siempre lo ojeaba a hurtadillas. Nunca lo tomé, ni siquiera me atreví a llevarlo escondido para verlo en casa y luego llevarlo a devolver. Tampoco me atreví a pedirle al comandante de la Defensa Civil que me lo regalara, porque pensaba que esto habría implicado decir, donde lo encontré y quizás habría puesto a mi abuelo en problemas, porque sería una confesión mía de que andaba husmeando por ahí, mientras mi abuelo comía.

Al final, no recuerdo si fue que trasladaron a mi abuelo o a la oficina a otro sitio; el hecho fue que perdí contacto con ese tesoro de papel. Estoy seguro que si se trastearon, ese cuadernillo en medio de tantos cachivaches debió terminar en el cesto de la basura, y en honor a la verdad, creo que ahora de alguna manera lamento no haberlo tomado, pues estoy seguro que lo tendría junto a otras reliquias que aún conservo.  Pero la figura emblemática de mi abuelo me enseño a ser honrado y ese regalo es más valioso que todos los álbumes de futbol juntos.

                                                                 ***


John Montilla: Texto e imágenes 2 y 3

Fotomontaje 1: Imágenes tomadas de internet

Fragmentos de mis memorias.

jmontideas.blogspot.com

(26-IX-2022)

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