Por. John Montilla
El estudiante que yo extraño en esta
cuarentena no es muy obediente que digamos, por lo general no le hace caso casi
a nadie. En clase tiene el celular
activo en la mesa en medio del cuaderno de turno para estar chateando, o lo
guarda en su pupitre o bolsillo, pero
esta conectado a sus auriculares que oculta con sus cabellos, o con buzos con capuchas,
los cuales no se saca, así esté haciendo calor, porque prefiere escuchar música,
al discurso del profesor. No suelta su aparato ni para ir al baño. Si no asiste
a clases, al día siguiente no llega con
la tarea porque no tenía el material para hacerla. Envía cientos de mensajes,
se toma decenas de selfies al día, tienen grupo de whatsapp del curso y permanece
conectado a facebook y otras redes
sociales, y maneja varias aplicaciones,
pero casi nunca comparte la foto de una actividad asignada. Y si uno le
pregunta, dice que nadie ayuda, que el día que él no asistió, le dijeron que el
profe no dejó tarea, y por eso nadie le envió la foto de la jornada. Y entonces
te pregunta:¿ Y ahora que hago, profe?
El estudiante que yo extraño se vuela de
la clase de informática porque cree saber más que el profesor. No entiende
matemáticas pero presenta la tarea
porque se la copió el lunes a la primera hora al pilo de la clase. No hace la tarea de español pero la copia
y cuando le califican hasta puede sacar
más nota, y si no la obtiene, se da sus mañas para reclamar porque cree merecer
más. No lee los textos de Sociales
y a la hora de la evaluación como no
sabe que responder , en el espacio de las respuestas se pone a a escribir
trozos de canciones con la esperanza de que el profesor vea el “bulto” y no el
contenido. Le cuesta aprenderse el verbo “to be” y cada año toca repetirle la
explicación. Detesta los verbos irregulares y al “teacher” que los lleva a
clase. Asiste a la clase de Educación Física con el celular en la sudadera,
y mientras corre va con su mano apretando su bolsillo.
El estudiante que yo extraño no se lee un texto de tres páginas
fotocopiadas porque le parecen muy largas, mucho menos se lee un texto
literario original, prefiere una versión resumida y si está no le convence,
busca en google un resumen con análisis incluido en el “rincón del vago”, e
imprime sin siquiera eliminar las direcciones de los enlaces, y si un amigo le
pide prestado, se lo enviara por correo , con la única condición de que cambie
el tamaño , el tipo de letra y el color y que ponga, al menos una imagen
diferente. Algunos ni siquiera eso hacen. Otros simplemente piden prestado y
sacan fotocopia para presentar, unicamente cambian la portada, entregan y se
van tranquilos con alma inocente, esperando que alguna ingenuidad del profesor
les haga llegar un buen resultado.
El estudiante que yo extraño pide permiso para ir al baño y se vuela de un
carrerón para la cafetería y regresa con dos empanadas en los bolsillos. Desayuna
salchichapas con gaseosa, y si por desgracia se tropieza con alguno y se le cae
la comida, jamas recogerá el desorden. Se sienta con sus amigos en cualquier
parte a comer y chatear. Agarra con una mano
la empanada y con la otra el
celular. Nunca verá la cesta de basura que
estaba a menos de un metro de donde se sentó.
El estudiante que yo extraño cuando hace
aseo barre todo lo que encuentra en el piso, no importa que hayan colores,
lapiceros, tijeras u otros elementos. Él
no se agachara por eso. Recoge la basura gruesa y el polvo que no puede echar
en el recogedor lo esparce de un escobazo por los aires. Hace tremendo ruido
moviendo pupitres, no le gusta alzar las sillas en la mesa. Al mediodía está
que se marcha corriendo para su casa.
El estudiante que yo extraño se levanta
de su silla para ir a arrojar un papel a la cesta de la basura justo cuando el
profesor está explicando. No escribe los apuntes, pero le toma varias fotografías
al tablero. Su celular está lleno de imágenes académicas que nunca usara. Pero
eso sí escribe cosas en papelitos y los pone a rotar en medio de la clase. Se toma de manera disimulada en plena clase
una gaseosa pequeña entre cinco o más compañeros, pero si la derrama en el salón y nadie le reclama por ello nunca
usara el trapero.para secar.
El estudiante que yo extraño comparte
limón con sal echándole en las manos a
sus compañeros y guardándose el tarrito en el bolsillo del pantalón o de la
falda. Come semillas de girasol y deja desperdigados por el piso o dentro del
pupitre las cascarillas y los restos. Su
pupitre parece la jaula de un canario que
ha comido alpiste. Pero, eso sí le
encantan los animales, por eso no dudará en meter a clase a cuanto perro se
asome al salón. Sufre cuando un pájaro extraviado se mete al aula y no encuentra la salida y celebra la entrada
de un insecto cuyo temor desbarata una clase.
El estudiante que yo extraño no porta el
uniforme de manera adecuada, a veces no lleva puesto medias o le falta la correa, y cuando le
exigen conseguirla, corre a otro salón a pedirla prestada a alguno de sus
amigos. Si llueve, parece que no le afectara, y camina tranquilo bajo la
lluvia, sus pisadas son indiferentes de que haya charcos o lodo, y llega al
salón arrastrando los zapatos. Las huellas de sus paso van quedando en los
corredores. pero si en clase cae una
leve brisa, dirá que se está mojando y
que tiene frío y si por desgracia hay una gotera dentro del salón pondrá su
grito en el cielo porque según él está en peligro de ahogarse y entonces
arrastra con ruido su pupitre hasta llegar a tierra firme, que queda justo al
lado de su “compinche”de pilatunas.
El estudiante que yo extraño no se sabe
el nombre de sus profesores, por eso cuando sus padres llegan a averiguar por
sus calificaciones no sabe como encontrarlos. Pero sí le tiene un apodo a cada
uno, maneja códigos que sólo él entiende, y jamás delatara a un compañero en
falta, porque tiene pactos tácitos de grupo,
donde nadie vio, ni sabe nada.
Pero ese estudiante que yo extraño, le
ayuda de forma amable a cargar los libros a la profesora, y se preocupa cuando
alguno de sus compañeros está enfermo. Te saluda de forma cordial en el
pasillo, te da la mano cuando estás por entrar al salón y siempre habrá quien
te brinde un abrazo de bienvenida. Ese estudiante que describo es el que a
diario veo, ese es la razón de mi profesión. Podrá tener mil defectos y sus cosas,
pero cuando va cerrando su ciclo y debe salir de la etapa del colegio. Te dice
que te va a extrañar, y pide que lo perdones por todas las cosas malas que cree
haber hecho. A ese estudiante es al que
tenemos que educar y esta pandemia nos ha obligado a verlos desde una pantalla,
escucharlos por un celular o simplemente contactarlos por un aparato
electrónico.
Extraña uno ver esa sonrisa de satisfacción cuando le
entregas a alguien una nota excelente ganada con esfuerzo y dedicación;
igualmente hace falta ver ese rostro decepcionado de aquel que no logra el
objetivo, pero que promete mejorar y
también la cara airada de aquel que llega a reclamar porque cree que merecía
más, o simplemente ver la cara del resignado o el conformista, o todos los
rostros del día a día. Por la venas del sistema no corre sangre, sólo impulsos
eléctricos. El sistema no expresa ninguna emoción por los datos que voy
registrando. A esto le falta vida, ¡Cómo no extrañar todas esas cosas!
10-VI-2020
jmontideas.blogspot.com
Muy bien caracterizados. Pero con todo eso, hacen mucha falta. Está semana me enviaron una grabación explicándome su trabajo y me llenaba de alegría verlos, así sea en una pantalla.
ResponderEliminarAsí es mi profe, todo esto y a todos se los extraña!!
ResponderEliminarEl día del estudiante chateamos y simulados que estábamos en el salón de clase... eso fue divertido, escriben algunos estudiantes " profe, ya extraño que me regañe", otra estudiante escribe," profe, me hace falta que me diga, ¡separase de su compañera!, etc..
Eso fue una memoria de situaciones graciosas...