Por. John Montilla
Por. John Montilla
Mi vecina, la peluquera tenía entre las cosas que decoraban
su pequeño salón una llamativa artesanía: un hermoso camello tallado a mano
sobre un angosto y redondo madero; quizás de unos ochenta centímetros de largo.
Desde la primera vez que lo vi me llamó la atención y las veces que pasaba por
los servicios de sus hábiles manos, no perdía la ocasión para hacer los mismos
halagadores comentarios de la figura. Creo que me dijo que lo había obtenido
por un buen precio de un artesano que pasó por su negocio. Al hombre le cortaron
el cabello y le compraron el camello. Alguna vez a manera de chanza le pedí a
la peluquera que me lo regalara, por supuesto ella con un tono cordial me dijo
que no.
Pero la noche del fatal diluvio que cayó en Mocoa y que ocasionó
la tragedia, ella huyó como pudo junto a su familia, ya prácticamente con las
lodosas aguas encima, no tuvieron tiempo de sacar nada de sus pertenencias; por
supuesto el camello, - emblema de los desiertos- naufragó con la casa incluida.
A la madrugada después del desastre dueños y vecinos fueron
testigos de cómo el lugar donde habían estado sus casas, se había convertido en
una playa. Metros más abajo una señora de rodillas y con todo el dolor de su
mundo deshecho daba golpes en el húmedo suelo, mientras gritaba al cielo sin
consuelo: “Por qué no corrieron, Dios mío, por qué no corrieron.” Decían los
vecinos que una familia entera se perdió allí; al parecer porque estaban
encerrados con llave y en el caos y desespero de la noche no pudieron
encontrarlas. No existieron en ese entonces palabras que pudieran servir de
consuelo para la señora que castigaba con sus puños el barro. Ese barro que
días después de pasado el desastre se convirtió en una suave arena seca, como
esa en la que caminan de manera incansable los camellos.
***
John Montilla (31-marzo-2022)
Crónicas de Mocoa.
Jmontideas.blogspot.com
Excelentes letras...😔
ResponderEliminarMuy conmovedor relato
ResponderEliminarLoved it! Words of honesty
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