lunes, 22 de marzo de 2021

MIGUEL SE FUE Y NOS DEJÓ SU TIGRE HUASCA

 Por. John Montilla

                                      "No te preocupes, estoy bien."                                                                                       Miguel Ángel Juagibioy Carlosama

El “Tigre Huasca” una mítica obra de la imaginación mezcla de felino con frágiles alas de mariposa o libélula quedó, pero su creador tristemente voló en cenizas a la eternidad. Miguel, se llamaba, pero sus amigos más cercanos en la edad adulta le decíamos “el cacique´, el apodo vino porque era un aficionado a escuchar la música del cantante vallenato conocido como “El cacique de la Junta”, aunque también le cuadraba por aquello de sus raíces indígenas. También algunos de sus amigos solían decirle “El cacique mochorongo”, o simplemente “Mochorongo” que fue adaptado del título de una jocosa canción paisa.

Aunque hubo una época de la niñez en que le decíamos “Flitas”, porque así le llamaba él a las papas fritas. Mucha gente del barrio se ganó de apodo una palabra particular de la infancia. A un amigo le decimos “Tufi” porque cuando era niño solía decir: “Quiero tufi”, por decir “quiero café”. A otro que cuando lo llamaba la mamá, solía responder: “catoy”, por decir “acá estoy”, se quedó con el sobrenombre de “Catoy”. Esos fueron parte de los tiempos felices de la infancia de Miguel, quien luego creció, y se hizo un chico robusto, y pasó a ser también nombrado como “Miguelón.


Miguel o Miguelón, se volvió un aficionado al arte y color, y en una persona leal con sus amigos y con quienes compartían sus ideales y gustos. Gran seguidor del América de Cali. Tanto así que siempre recuerdo, la lejana fecha de un día de carnaval, cuando ya íbamos de regreso a casa después de un largo día de diversión cuando él miro que había una pelea, en la que tres individuos le estaban dando una paliza a otro que estaba vestido con una camiseta roja. Él gritó: “Oigan, están cascando a uno del América, y sin preguntar razones se metió a defenderlo.”


Años atrás era así:  impulsivo, y muchas veces le ganaban las emociones. Un amigo recuerda un incidente de épocas pasadas: “Íbamos como tres motos en horas de la noche para el puente metálico en el Río Mocoa, allí había un bailadero, pero en esos tiempos la vía era más oscura, y Miguel que iba adelante se topó con un taxi que estaba dando la vuelta en medio de la vía. Por el frenazo y el golpe secó en el costado del vehículo, el salió volando por encima del taxi y cayó al otro lado, nosotros corrimos a auxiliarlo, pero él se levanto rápido y su primera reacción fue ir a buscar al chofer para reclamarle y armar camorra, por el gesto imprudente en la vía.” Por supuesto sus acompañantes habían intervenido para que el suceso no pasara a mayores complicaciones.  Pero al margen de esos esporádicos episodios, fue hombre noble y siempre dispuesto a echar una mano solidaria a los demás. Casi nunca le decía que no a una propuesta ya sea de trabajo o de diversión.  Se podía contar con él en la buenas y en las malas.

La pérdida de esa nobleza de corazón, fue lo que nos llenó de tristeza cuando Miguel abandonó este mundo por culpa de la pandemia de este siglo. El paso de los años lo había vuelto una persona más sensata, prueba de ello, es el relato de otro amigo que cuenta, que tuvo un altercado con otro que se marchó y que entonces la había emprendido contra Miguel, quien observando pacientemente y con misericordia de hombre sabio había dicho "yo estoy bien, seguí peleando con vos mismo". Su tranquilidad, también se puede evidenciar con la frase que soltó después de que un funcionario del acueducto le advirtiera que le podían cortar el servicio de agua por estar atrasado en el pago de la factura: “Les voy a fundir esos cincuenta centímetros cuadrados donde está la llave de paso con dos mil bultos de cemento para que dejen de joderme la vida.”

Pero quien llegó fregarle la vida fue la pandemia. La desgracia tocó y entró por la puerta de su casa, justo para las fechas del carnaval. Los días de alegría y color de tantos años atrás se tiñeron de oscuro y la obra que con entusiasmo había empezado, iba a quedar inconclusa. La última vez que tuve la fortuna de verlo, estaba pintando su “Tigre Huasca”, hablamos a prudente distancia y manifestó que se sentía con un poco de malestar pero que tenía que seguir trabajando porque el plazo de presentación de los trabajos estaba por cumplirse. La fatalidad no permitió que Miguel terminara su trabajo.


El “Tigre Huasca” que había nacido de una imagen de su hermano Robin durante una ceremonia del Yage, lleva unas plantas y enredaderas creciendo sobre sus patas como símbolo de raíces ancestrales que se adhieren a la tierra, y con un formidable cuerpo señal de fortaleza, y sobre su cabeza unos  rayos de luz representados en unos cuernos de ciervo, como signos  de pureza, y tiene además una cola de dragón como ingrediente de la imaginación, y en lo más alto unas delgadas alas como una inequívoca señal de la fragilidad de este ser y de la vida misma. Su hermano, hoy en día está convencido que esa fue una señal del destino que no pudieron interpretar a tiempo.

 El “Tigre Huasca” perdió a su creador, pero luego no faltó la solidaridad de quienes adoptaran esta obra huérfana para cumplir con el deseo de su dueño de presentarla al público, que es la razón de ser del artesano del carnaval: Hacer que la gente se divierta y entretenga con sus creaciones. Manos amigas se unieron para ponerle color al gris de la pena y darle el colorido final. Su hermano, con la tristeza que embarga su ser así lo manifiesta: “…es fuerte saber que en esta obra dejaste tu vida, sólo la abrazamos y lloramos como si estuviéramos abrazándote a ti. Es fuerte saber que tu ausencia lastima.”

Y al final, a su hermano Robinson le quedó esa tranquilidad de haber cumplido con la última voluntad artística de Miguel: “Hay que entregar esa obra.” A su familia, le queda el consuelo de que doña María su madre, si pudo ganar una batalla más de la vida. Y a sus amigos nos quedaron sonando las palabras de la fe que nunca perdió: “Pronto voy a regresar.” Su hermana Esperanza – su nombre encaja poéticamente perfecto aquí-   me dijo cierta tarde de nostalgia, “Yo hago de cuenta que se fue de viaje.”

Buen viaje amigo Miguel.


John Montilla.  Texto. Imágenes proporcionadas por sus  familiares y amigos.

jmontideas.blogspot.com

(22-III-2021)

1 comentario:

  1. Excelente relato, como vecina de Miguelón puedo dar fé de su nobleza y entrega, felicitaciones por tan bello homenaje profe.

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