“En una bandada de blancas palomas, un cuervo
negro añade más belleza incluso que el candor de un cisne.” (Giovanni Boccacio)
El gallinazo apareció muerto
en la parte trasera de la escuela, cerca de una zona a la que alguien, no se
sabe quién, bautizó como la “cueva del oso”, quizá por ser el sitio de más
difícil acceso de nuestras instalaciones; es un pequeño reducto escolar que aún
conserva algo de agreste en medio de los laberintos de cemento que nos rodean. Es
una porción de terreno bastante húmeda, hay mucho fango, matas espinosas,
escombros, pedazos de vidrio, chamizas, restos de naturaleza muerta de nuestros
jardines y por supuesto algo de basura, allí hay muchos insectos, y de vez en
cuando se ven unas hermosas lagartijas corriendo bajo el sol de las mañanas, y
también se puede observar que está invadida de caracoles africanos. A ese “pedacito salvaje” le llaman los
estudiantes la cueva del oso.
Pues bien, fue al borde de ese
sitio, donde se encontró a ese ser de las alturas tirado en el suelo; ¿Quién
mató al gallinazo?... No se sabía, por eso nos pusimos en la tarea de averiguar
hasta encontrar al culpable.
El cadáver del ave yacía en el
piso, su cuerpo rígido y sucio se veía recogido, y eso lo hacía ver más pequeño
de lo que era. Algunas grandes moscas negras ya revoloteaban a su alrededor y
se posaban de cuando en cuando sobre él.
Me dije que sería necesario
buscar la forma de enterrarlo rápido para evitar el inconveniente de los malos
olores, que pronto se incrementarían debido al inclemente sol que hacía esa
mañana.
Algunos muchachos se estaban
congregando curiosos alrededor de los negros despojos del ave muerta; uno de
ellos tomó una delgada vara que por ahí estaba e intentó moverlo, pero no pudo;
la frágil vara se partió en dos, algunas moscas levantaron el vuelo. Luego otro
chico más atrevido trató de moverlo con la punta de su zapato, mientras que
algunas de las niñas le decían escandalizadas: “Cochino, deja eso:” y otras
hacían gestos de repulsión mientras se cubrían las narices con sus manos. Al
mismo tiempo, muchos de ellos ya habían sacado sus celulares y le estaban
tomando fotos desde varios ángulos. El infortunado gallinazo era el centro de
atención de esa calurosa mañana.
Les recomendé que no lo
tocaran y además les conté que en cierta ocasión había visto a un gallinazo
morir electrocutado en las cuerdas de energía de alta tensión, que esté había
caído pesadamente justo en frente donde estaba y por eso había visto como al
instante decenas de moscas salían con rapidez de su cuerpo, les dije que este
quizá haya estado igual. Las niñas
contemplaban la escena con asco.
Luego me fui de allí, a buscar
a alguien que nos ayudara a disponer de ese gallinazo muerto, pero no encontré
a la persona indicada, únicamente pude hablar con uno de los celadores, a quien
le conté la novedad y él me aseguró que le iba a pasar el dato al personal del
aseo para que se hicieran cargo del no muy agradable asunto.
Al rato regresé al sitio y vi
que los estudiantes habían intervenido sobre los restos del gallinazo: Lo
habían cubierto con algunas piedras y fragmentos de lozas de cerámica, le habían improvisado una
cruz con dos pedazos de palos amarrados con una
cuerda, y además le habían hecho una
lápida con un pedazo grande de cerámica
y sobre ella habían escrito con
marcador: “Descansa, Chungolais”: Aún
habían bastantes muchachos alrededor riéndose de las ocurrencias y al mismo
tiempo rindiéndole tributo al muerto. El click de los celulares indicaba que
los estudiantes seguían activos registrando la novedad del momento.
En esas estábamos cuando le escuché a uno de
los muchachos decir: ¡Yo sé quién lo mató !
Me volví hacía él con bastante
interés, y le pregunté: ¿Estás seguro ?
-Sí – Respondió él- Yo lo vi.
Entonces, lo llamé a la sombra
y le volví a preguntar lleno de curiosidad: ¿Quién fue?... Había que llamarle
la atención a aquel que estaba atentando contra la fauna regional.
Entonces, el chico me dice con
toda tranquilidad: “¡ Fue un gato gris !
Yo vi como lo emboscaba cuando el gallinazo estaba tomando el sol con
las alas abiertas, pegó un gran salto, lo atrapó entre sus garras y le destrozó
el cuello con sus dientes.” Y luego agregó, que ese no había sido el único, que
en la mitad de la cancha de futbol encontraría otro gallinazo muerto. Le agradecí
el dato y fui a la cancha, pero por más que busqué e indagué y a pesar de que
el chico me repitió que el vio como el gato gris atrapaba a otro gallinazo, no
lo pude hallar. Lo único que pude encontrar fue una pluma negra, como prueba de
lo que él decía era verdad.
El caso es que hay un gato
gris cazando estás benéficas aves, no necesito mencionar los favores que nos hacen;
y además no puedo dejar de pensar que en alguna parte, alguien, quizás a esta
hora este acariciando al felino que pone sus garras y boca sobre los
gallinazos
"Deseo poder escribir algo tan misterioso como un gato." Edgar Allan Poe |
John Montilla. Texto y fotografías.
31-VII-2019
jmontideas.blogspot.com
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