“Sólo en las regiones
de la fantasía es dado crear.”
José María Vargas
Vila
***
CUENTO INFANTIL
“Nano” era un banano que se le había escapado a una
señora porque no quiso ser parte de una
ensalada de frutas. Había aprovechado un descuido de ella, mientras lavaba unas
manzanas, al tiempo que contestaba una llamada a su celular con el aparato apretado
entre su cabeza y hombro.
“Esta es mi oportunidad” había pensado Nano, y de un salto saltó fuera del tazón de vidrio en que estaba;
sin querer aplastó una solitaria uva,
con lo cual se manchó parte de su traje que le quedó de un color entre rojizo y
morado. Pero no se detuvo a pensar en
ello. Al contrario, en su afán resbaló en la humedad de la mesa y se
estrelló y volcó un frasco de salsa de
tomate, que a su vez desperdigo un pequeño tarro de polvo para hornear.
El estrepitó llamó la atención por un segundo de la
señora que seguía pegada al celular, y
lo subsanó, con un simple. “Zape gato”, mientras el banano, sin ponerse
a dudar se tiró por entre las cosas derramadas y salió al otro lado como un pintor de brocha gorda que trabajara en una panadería.
Luego llegó con tal velocidad al borde de la mesa, que casi se cae de cabeza; por unos
segundos vaciló en ese sitio, y pensó en
como haría para poder bajar, pues tirarse habría significado un “bananocidio”.
Estaba muy alto. Para comprobarlo agarró un manojo de espaguetis de una bolsa,
los dejo caer y vio que la mayoría se hicieron añicos en el piso. Dedujo que arrojándose desde allí no quedarían restos
ni para hacer una “banana split”.
Desesperado pensó: “¿Y ahora qué hago?; entonces vio a
la licuadora, y se dijo aquí está mi salvación. La señora seguía lavando de
forma mecánica la misma manzana desde que recibió la llamada. Nano, fue por la
licuadora, la empujo a la orilla de la mesa, con mucho esfuerzo porque estaba
llena de agua y luego desenrolló el cable y se descolgó como un alpinista por
él.
Cuando iba a mitad de camino vio que un gato negro
estaba jugando con el extremo del cable, pero ya no había tiempo de echar
marcha atrás, al contrario se deslizó con mayor rapidez y le cayó en la cabeza
al felino, que del susto dio un salto, no sin antes darle un rápido zarpazo que
le desgarró parte de su camiseta. Se le llevó la letra “N” del letrero de “NO a
la guerra”, que llevaba en el pecho. Ahora sí quedó más estropeado que
antes. Ante el barullo, se alcanzó a
escuchar de nuevo: “Zape gato”, pero Nano ya había logrado parte de su hazaña a
pesar de ir manchado y magullado.
Como pudo llegó a la puerta que daba al patio trasero,
y salió por allí; un loro que estaba en una estaca cotorreo al verlo: “Rico
banano, rico banano.” El pobre casi se muere del susto y fue a caer sobre un
charco de tinta negra que allí estaba. Ahora si parecía un banano de esos bien
pecosos. Se levantó como pudo chorreando
tinta y se fue rengueando mientras dejaba oscuras marcas en el camino.
Cuando por fin estaba a punto de abandonar la
casa, escuchó renegar dentro de la
cocina a la señora porque no encontraba el banano, y al ver el desorden en la
mesa volvió a repetir de muy mal humor: “Zape gato”, al tiempo que miraba al
felino volar por una ventana hacía el jardín. Pero Nano no se quedó ahí para
ver en cómo iban a parar las cosas. Decidió mejor acelerar los pasos de su
huida.
Divisó por fin la calle, y al otro lado de ella un
bosque en el que se podría internar. Presuroso fue hacía allá sin saber lo que
el destino le deparaba: En lo alto de un árbol había unos micos que al verlo sucio
y estropeado se burlaron de él. “Miren
un banano, y que cochino es”, “Banano pareces un marrano”, “Banano límpiate la
mano”, “Banano te vamos a echar mano”, el pobre lleno de terror no atinaba a
moverse. Y luego el más grande y bravo
de los micos que llevaba una gorra de beisbolista le gritó al tiempo que
saltaba hasta el suelo: ¡ Banano quítate la camiseta o te pelamos ! … y sí, para mala fortuna de él, lo pelaron.
John Montilla. Texto y fotomontajes con imágenes tomadas de internet.
2019
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