Por:
John Montilla
El prepotente presidente de una República Bananera llegó
de visita oficial a la nación más
poderosa del mundo. En el imponente
palacio de gobierno fue recibido con el acostumbrado protocolo estatal: sobrio, pero no fastuoso. Luego lo condujeron al interior del recinto, hasta que lo dejaron incómodamente solo esperando frente
al despacho presidencial de su anfitrión.
En esas circunstancias y en la inmensidad de esos
aposentos por primera vez en su vida se sintió disminuido de la grandeza que él
creía eterna en su gobierno. Por eso tras unos segundos de vacilación, se
decidió a llamar y entonces una voz potente e intimidatoria le preguntó desde
del interior:
-¿Quién es?
-Soy el presidente de la República Bananera- respondió de
manera dubitativa el desconcertado visitante.
- ¡Pues lárgate! …que aquí no hay espacio para dos- fue la seca
respuesta.
El humillado presidente de la República Bananera se
retiró profundamente aturdido a analizar con toda su comitiva el porqué de ese
inesperado y grosero recibimiento. Y en una apresurada asamblea en la que ni
por asomo se les pasó por la mente tener
la dignidad de dar la media vuelta y regresar a su país, llegaron tras una corta deliberación a una sencilla conclusión. Y por tanto
confiados con la fórmula encontrada enviaron de regreso a su resignado gobernante
a intentar una entrevista con el dueño
del mundo.
Por eso cuando el
apocado gobernante estuvo de nuevo frente a las puertas del despacho
presidencial volvió a llamar.
-¿Quién es?- La misma tajante voz volvió a preguntar.
Y esta vez
respondió de forma pusilánime el otrora gran
presidente de la República Bananera:
- ¡Nadie!
Y entonces automáticamente se abrieron las puertas.
John
Montilla
Esp.
En procesos lecto-escritores.
Texto
de mi colección: Cuentos Pendientes
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