domingo, 30 de agosto de 2020

VIDAS PERDIDAS

Por. John Montilla
“Cuando leo que se ha asesinado a un hombre, 
quisiera ser analfabeta”. José Narosky
En uno de esos “ires y venires” de aquí para allá, alguien refirió la historia y yo simplemente agudicé mis oídos y mentalmente tomé notas que luego dieron forma a estas duras y tristes líneas.                                                          
                                         ***
El “mono” había llegado a la finca pidiendo trabajo, con la necesidad dibujada en el rostro, les había dicho que a veces se desmayaba, ellos descubrieron la causa: Lo estaba matando el hambre. Demostró ser una persona tranquila y de buen trato. Los domingos salían todos al pueblo y mientras la hija del dueño de la finca se iba a trabajar como peluquera, él se iba a mirar jugar billar, pero no tomaba licor.

Un domingo como de costumbre, había ido al billar y al rato regresó a la peluquería un tanto preocupado, porque la “ley del monte”, había salido también ese día al pueblo y le habían pedido “papeles de identificación”, pero como él no tenía, le habían dado un plazo de dos horas para que se marche del pueblo. La peluquera le había dicho que se quedará sentado allí y no saliera, que le ayudara a prender la planta eléctrica para atender a unos clientes que estaban esperando su turno. El hizo lo que le pidieron, luego se sentó un rato y finalmente dejando de lado la prudencia había regresado al billar. Al rato ella escuchó unos tiros, pero como eso era casi cosa de rutina, ella no le puso mucha atención. Hasta que alguien había corrido a decirle: “Van a matar a tu mamá”. Entonces ella había salido apresurada para encontrar a su madre temblando de miedo y con la noticia: “Mataron al mono.”


Dicen que los testigos que estaban en el billar, vieron cuando el “mono”, de manera temeraria había decidido regresar al billar y ante el requerimiento del porqué no había obedecido las órdenes de marcharse, él simplemente había contestado de manera tranquila: “Yo no debo nada, si me van a matar, mátenme”. Entonces sin que nadie, pudiera hacer nada, salvo el llanto y ruegos inútiles de la mamá de la peluquera, por tratar de salvarlo, el “mono” mostrando la resignación de un mártir había caminado con ellos hacia las afueras del pueblo. Las súplicas de la señora se habían cortado con un contundente ultimátum de que si seguía molestando se la llevarían a ella también.

Esos fueron luego, los tiros que se escucharon en el pueblo. La peluquera que en ese entonces tenía sólo diecisiete años, dice: “Yo no tenía miedo, yo lo fui a reclamar.” Dice que pidió ayuda a unos pocos señores del pueblo. Cuando llegaron donde ellos; les habían recibido con un simple: “Él se hizo matar por pendejo”, ella había reconocido a los mismos clientes que antes había peluqueado, y en su indignación sólo había atinado a decir: “Que no había razón para haberlo matado como un 
animal.”
Como pudieron, lo recogieron y lo trajeron de vuelta al pueblo, nadie supo dar razón de si el difunto tenía algún familiar, hasta que de la multitud de curiosos había salido un hombre diciendo que él sabía de un familiar cercano, que él se ofrecía a ayudar a traerlo, entonces de manera solidaria, se organizó una colecta, para el funeral; el voluntario recogió el dinero de los lugareños, se marchó en su misión y nunca más se lo volvió a ver en el pueblo.

Por tanto, les quedaba el dilema de cómo disponer del muerto. Algunos propusieron simplemente meterlo en unas bolsas y enterrarlo, pero unas almas más caritativas se ofrecieron a construirle una sencilla ataúd con tablas rústicas y como no tenían la certeza de quién era él, alguien no permitió que le pusieran el nombre con que él se hacía llamar. En el lugar de su sepultura se clavó una cruz con las iniciales N.N. A él se le quitaron todos los derechos humanos, incluso el de llevar su nombre a la tumba.



John Montilla. Recopilación, redacción e imágenes 1 y 2 (Imagen 1, fragmento de una pintura, sin nombre del artista)

Fotografía 3, Pixabay
Fuente: Un viajero nostálgico narrándole historias a un compañero de viaje. 
 jmontideas.blogspot.com

sábado, 22 de agosto de 2020

YO CON NARANJAS EN LA ESQUINA

 Por. John Montilla

“El atardecer, sentado en mis rodillas es como una naranja: 

 galopan mis días perdidos de ayer, mis días de hoy duermen.”     (Amaia Montero


Estoy sentado en una esquina del barrio con cientos de naranjas a mi lado. No sé cómo aparecieron en mi casa, sólo sé que las tengo conmigo aquí. Quizás las traje de la finca de mi abuelo. Recuerdo que solía haber allá un árbol rebosante de naranjas; en sus mejores épocas las ramas se inclinaban casi hasta tocar el piso agobiadas por el peso de sus frutos.

Y hoy siento que tengo aquí la cosecha de muchos meses de ese bendito árbol, pero no sólo hay naranjas en el andén, me levanto un poco y alcanzo a ver por la ventana abierta que el cuarto a mis espaldas está igualmente repleto de frescas naranjas maduras.

Hay naranjas en el piso, encima de los muebles, encima de la mesita central, e incluso dentro de un florero de cristal que hay sobre ella, también puedo ver que hay en los estantes de los libros, y el mueble del televisor. Por donde paseo rápidamente la vista se esconden los frutos. Por eso estoy aquí, sentado en la esquina del andén, porque debo deshacerme de estas naranjas, jamás lograría consumirlas todas, así que he decidido compartirlas con la vecindad y con cuanto transeúnte vaya pasando por la calle, pero encuentro que hay un problema:

La actual pandemia no permite que nadie se acerque hasta mí, debo mantener un distanciamiento social obligatorio, las autoridades se han puesto muy estrictas y drásticas con esa medida sanitaria,  y por eso estoy pensando qué hacer para repartir las naranjas, sin que nadie venga hasta mi casa y de repente se me ocurre la idea: Como vivo en un barrió que fue construido en terreno plano, y cuyas calles han sido trazadas con el nivel puesto a precisión, como si de una mesa de billar se tratara, decido que las voy a mandar rodando una a una hasta la puerta de la casa de cada vecino. Será como un gigantesco y fantástico juego de billar con frutas, cuyo objetivo no será insertar las naranjas en las troneras sino hacer que lleguen a otras bocas.


Y efectivamente eso hago. Agarró una gran naranja, y noto que es perfectamente redonda como una bola de billar; abrumado como estaba por la cantidad de frutas a mi alrededor no había reparado en ese detalle, todas era simétricamente redondas, lo cual le venía muy bien al plan que me había trazado y entonces de un suave tirón envío la primera naranja por la calle hacia la casa del vecino de enfrente, el fruto sale perfecta y dócilmente dirigido con precisión matemática justo hasta su puerta donde él la recoge y con un gesto de su mano me da las gracias.

Y entonces me percató que todos los vecinos ya están parados en las puertas de sus casas esperando su turno de recibir sus frutos; a partir de ahí comienzo un imparable ejercicio de lanzar rodando por las calles y en varias direcciones una a una todas las naranjas que tengo en mi poder.

Como por arte de magia, mi precisión y velocidad va en aumento, tanto así, que en un momento dado es posible ver rodar naranjas disparadas en forma lineal en todas las direcciones, rayos de luz naranja se dibujan en las calles, los niños asomados a puertas, balcones y ventanas aplauden encantados.

Todas llegan sin falla al destino dirigido.  Y poco a poco cada uno va haciendo su montón de naranjas en el frente de sus casas, de repente veo que el vecino que está más lejano, se agacha y comienza a enviar las naranjas que ha recibido a alguien más, a quien no puedo ver, el sol parece más radiante que nunca  aquella mañana y un aire fresco que corre es como una señal divina, que empuja los frutos al lugar deseado; siento que el espíritu de la solidaridad se despierta aún más allá de donde llega el impulso de mis manos y fugazmente alcanzó a ver que mis naranjas que poco a poco van disminuyendo, van rodando hasta el lejano horizonte, hasta alcanzar a llegar a distantes manos ansiosas que las reciben agradecidas.


 John Montilla:  Texto, Relatos de sueños.

Fotomontajes con imágenes de Pixabay e internet

jmontideas.blogspot.com

22-08-2020