miércoles, 16 de abril de 2014

"Mansa" fiesta brava.

Por.  John Montilla 


Por estas fechas,  el Barrio San Agustín uno de los más tradicionales y populares de Mocoa, celebró su aniversario 70, y dentro de las actividades conmemorativas, organizaron otra vez y a su  manera su ya característica  y particular “corrida de toros”.

La “fiesta brava” del Barrio San Agustín es  especial porque  se pretende divertir a la muchedumbre, pero tratando en la medida de lo posible de no causarle ningún daño a los animales. La jocosa corrida se realiza en un improvisado y artesanal ruedo construido con guaduas en las instalaciones  del polideportivo de la localidad, y sobre el cual se esparce aserrín para evitar que los animales se estropeen en el sólido suelo.


Este tipo de evento que convoca a una gran multitud  es único en Mocoa. Ante el porqué se organiza en este barrio; nos atrevemos a hacer dos afirmaciones: Una porque ya es un hecho probado el carácter solidario, organizativo y de unión de sus vecinos. Lo  otro que nos aventuramos a decir es, que quizá esto se deba a la gran afinidad que tienen muchos de sus habitantes en el trabajo con el ganado vacuno. Para ello es de recordar que hasta hace unos pocos  años el matadero municipal  de la ciudad tenía su sede en el Barrio San Agustín; de ahí que, tal vez  por  esa cercanía y por cuestiones del mismo trabajo varios de sus habitantes son muy diestros en el manejo del ganado. Muchos de sus veteranos residentes desde   niños acostumbraban a observar las  frecuentes  peripecias de los vaqueros en la calles cuando se arreaban o llevaban reses muy ariscas para el sacrificio. Algo de todo eso debió quedarse aprendido durante el trascurso de los años y que luego derivó en la organización de este inusual espectáculo para la capital del Putumayo.

Como se  anotó antes la  “fiesta brava” del Barrio San Agustín, afortunadamente no tiene  ingredientes de crueldad para con los animales; sin embargo, no deja de tener su tinte “morboso”, por cuanto me atrevería a afirmar que la gente no quiere que se le haga daño al toro, pero  “goza y se desternilla de risa” cuando la  bestia atropella a los audaces e  inexpertos que se atreven  a fungir  de toreros; cuyo entrenamiento para estas lides se basa en los años de experiencia en el trabajo como vaqueros, así como también no pueden faltar aquellos que  muestran su arrojo cuando se han metido entre pecho y espalda más de una copa que les hace disipar  sus temores para enfrentar con un simple poncho a las más que bravas , ariscas bestias.

 Sobre este punto, se me vienen a la mente las palabras de mi maestro de literatura española, quien alguna vez afirmó en clase que para  los españoles  el momento cumbre de la faena es cuando el toro embiste  al torero, según decía él: “Los españoles van a una corrida porque quieren ver el momento sublime en que al toro hiere  al torero”. ¿Será que este es un sentimiento colectivo universal?, Habría que documentarse muy bien sobre ese tema para atreverse a dar una respuesta.

No obstante   en la “mansa fiesta brava” del Barrio San Agustín, hubo momentos riesgosos en los que osados aprendices de toreros estuvieron a merced de los animales, y contrario a lo que podría pensarse, me atrevo a afirmar que esos fueron los instantes que más disfrutó la multitud. Muchos de aquellos momentos de mayor gozo eran motivados por las arengas del animador del evento y del público que impulsaba a los  valientes a ejecutar sus maniobras  más atrevidas frente a los animales. Otro apunte que no puedo dejar pasar sobre este evento es el hecho de tirar una pesada oreja de res de un lado a otro; la intención en si es sólo una: tratar de que le caiga encima a algún parroquiano que este descuidado. Esta acción lejos de perderse cada año se va consolidando entre los asistentes a la corrida.
De todas formas, la celebración del aniversario del Barrio San Agustín -que ya se está convirtiendo en una tradición; incluida, claro está, su original corrida de toros y vacas-; nos deja las siguientes conclusiones: Primero que todo hacerle un reconocimiento a sus habitantes por su capacidad de organización, en segundo lugar ellos nos han  demostrado que es posible organizar este tipo de espectáculos sin que medie la crueldad extrema de por medio.

Igualmente cabe resaltar el poder de convocatoria que genera este tipo de eventos, con lo cual se demuestra que el pueblo de Mocoa está ávido de distracciones diferentes para su sana recreación y esparcimiento, y por último señalar una vez más lo incomprensible y contradictorio que pueden llegar a ser los sentimientos humanos.


Schopenhauer  lo sentenció así: “La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de tal manera que se puede afirmar de seguro,  que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona.”




John Montilla: Texto y fotografías. 
 Esp. Procesos lecto-escritores

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